La pintura utilizada en la década de 1930 era a base de aceite, con pigmentos específicos para resistir las condiciones climáticas de París. En esa época, la torre ya había pasado por varias campañas de pintura, pero el color exacto variaba. Hasta 1968, el color de la Torre Eiffel era más bien un marrón rojizo; sin embargo, en la década de 1930, todavía no se había adoptado el color "Brun Tour Eiffel" que conocemos hoy. Los pintores trabajaban a mano, utilizando brochas y rodillos. Las capas de pintura eran aplicadas en varias fases. Se aplicaba una capa de imprimación anticorrosiva, esencial para proteger el hierro de la oxidación. Luego se aplicaban una o dos capas adicionales del color final, que se degradaban de más oscuro a más claro desde la base hasta la cúspide, creando un efecto óptico de esbeltez. La seguridad era un gran desafío, y aunque las técnicas de protección no eran tan avanzadas como hoy, se empleaban cuerdas y arneses rudimentarios. La altura y la exposición al viento añadían un nivel de dificultad considerable. La torre debía ser pintada aproximadamente cada siete años para mantener la integridad del hierro. Esta frecuencia ayudaba a evitar la corrosión y a conservar el aspecto estético del monumento. En la década de 1930, una campaña de pintura requería unas 60 toneladas de pintura, lo cual era una tarea que se extendía durante meses, dado el tamaño y la complejidad de la estructura. El pintado de la Torre Eiffel no solo era un trabajo de mantenimiento; se había convertido en un evento notable. La torre era (y sigue siendo) un símbolo de París, y cada campaña de pintura era observada e informada por los medios de la época, mostrando el compromiso de la ciudad con la conservación de su patrimonio. Este proceso refleja tanto la dedicación a la conservación del monumento como la capacidad técnica de la época, utilizando métodos y materiales disponibles para asegurar la longevidad de uno de los íconos arquitectónicos más reconocidos del mundo.
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sábado, 30 de enero de 2016
Pintando la Torre Eifel en 1932
La pintura utilizada en la década de 1930 era a base de aceite, con pigmentos específicos para resistir las condiciones climáticas de París. En esa época, la torre ya había pasado por varias campañas de pintura, pero el color exacto variaba. Hasta 1968, el color de la Torre Eiffel era más bien un marrón rojizo; sin embargo, en la década de 1930, todavía no se había adoptado el color "Brun Tour Eiffel" que conocemos hoy. Los pintores trabajaban a mano, utilizando brochas y rodillos. Las capas de pintura eran aplicadas en varias fases. Se aplicaba una capa de imprimación anticorrosiva, esencial para proteger el hierro de la oxidación. Luego se aplicaban una o dos capas adicionales del color final, que se degradaban de más oscuro a más claro desde la base hasta la cúspide, creando un efecto óptico de esbeltez. La seguridad era un gran desafío, y aunque las técnicas de protección no eran tan avanzadas como hoy, se empleaban cuerdas y arneses rudimentarios. La altura y la exposición al viento añadían un nivel de dificultad considerable. La torre debía ser pintada aproximadamente cada siete años para mantener la integridad del hierro. Esta frecuencia ayudaba a evitar la corrosión y a conservar el aspecto estético del monumento. En la década de 1930, una campaña de pintura requería unas 60 toneladas de pintura, lo cual era una tarea que se extendía durante meses, dado el tamaño y la complejidad de la estructura. El pintado de la Torre Eiffel no solo era un trabajo de mantenimiento; se había convertido en un evento notable. La torre era (y sigue siendo) un símbolo de París, y cada campaña de pintura era observada e informada por los medios de la época, mostrando el compromiso de la ciudad con la conservación de su patrimonio. Este proceso refleja tanto la dedicación a la conservación del monumento como la capacidad técnica de la época, utilizando métodos y materiales disponibles para asegurar la longevidad de uno de los íconos arquitectónicos más reconocidos del mundo.
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