Fray Francisco Inalicán no sólo se dedicó a evangelizar a los aborígenes, sino que se transformó en agricultor y luego de preparar la tierra, trajo de San Carlos semillas y plantas para las fincas y huertas. Trajo de todo hasta los primeros sarmientos. Y tan buena era la tierra, como explica en una de sus cartas que “de todo produjo” hasta habas, arvejas y garbanzos. Plantaron sauces en las calles y en una carta hablan de la alameda de sauces. El álamo aún no se había introducido en el país, pero lo conocían de Europa. Recién llegó al país en 1808. También preparó los materiales para construir la Capilla-escuela, de la cual se hizo cargo, o sea que no sólo fue el primer Capellán de estas tierras, sino también el primer maestro. Enseñó las primeras letras a blancos e indígenas y bautizó a los aborígenes, pero no siempre le hacían caso, ya que para bautizarlos les pedía que tenían que dejar a varias esposas, elegir y quedarse sólo con una, lo que a los nativos, acostumbrados a la poligamia, les resultaba muy difícil, pero con algunos lo consiguió y regresaron a bautizarse como el Cacique Caripán, hermano de la Cacica Roco, que tomó el nombre de Rafael, tal como le había prometido al Virrey Rafael de Sobremonte. Al producirse la Revolución de Mayo, Inalicán se apartó de los españoles y abrazó la causa de la libertad de su tierra, y en la frontera Sur se convirtió en eficaz difusor de la obra de la emancipación. Fue gran colaborador de San Martín, de quien era muy amigo, actuó como intérprete en los parlamentos que se hicieron durante la organización del Ejército Libertador, en especial el Parlamento de San Carlos, y realizó visitas a las tolderías para llevarles mensajes del General. Siempre luchó con entusiasmo por los derechos de los aborígenes, porque estos fueran comprendidos y respetados, y a él acudían en busca de apoyo en sus demandas. Viajaba mucho por toda la región, tal es así que Real del Padre debe su nombre a que en ese lugar se quedaba unos días el Padre, por lo que sentaba su Real, para poder evangelizar a todos los aborígenes. Mientras se preparó el cruce de la cordillera el Padre Inalicán, aportó a la caja del Ejército Libertador el cincuenta por ciento de su sueldo, que no era mucho y que siempre lo tenía ocupado en ayudar a sus feligreses. Siguió viviendo en la frontera, viajando de San Rafael a San Carlos para atender a las dos poblaciones y en febrero de 1822 el gobernador de Mendoza don Pedro Molina lo designó Capellán Castrense de las Milicias de la Frontera. Existían dudas con respecto al lugar de su muerte, pues algunos autores aseguran que falleció en Santiago de Chile, en el Convento Máximo de la Santísima Trinidad, el 20 de diciembre de 1823, repuesta que yo recibí de Chile desde el Seminario de Chillán, donde el Padre había estudiado, pero Narciso Sosa Morales, en la Villa Vieja, relata que falleció en esa fecha, en el Fuerte de San Rafael, y esto que no creía fue confirmado recientemente por documentos hallados en el Archivo Eclesiástico de Mendoza y en el Archivo Histórico de la Provincia de Mendoza; donde los habitantes del Fuerte comunican su muerte y piden les envíen otro sacerdote, por lo que puedo afirmar que Fray Inalicán falleció en el fuerte de San Rafael, sus restos seguramente fueron sepultados en la Iglesia del Fuerte, pero nunca podremos hallar su tumba, pues una gran crecida del Río Diamante se llevó las dos terceras partes del Fuerte, incluida la Capilla, en febrero de 1900. En fecha relativamente reciente San Rafael le ha rendido homenaje, designando con su nombre a un barrio en Rama Caída, también a una calle y le ha levantado un monumento en una plazoleta, que lleva su nombre, en el Barrio UNIMEV. (Profesora María Elena Izuel)
Fuente: http://diadelsur.com/fray-inalican-su-labor/
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