lunes, 20 de noviembre de 2017

Efemérides. El adiós definitivo de San Martín a Mendoza Un 20 de noviembre como hoy, pero de 1823, el General San Martín se despedirá para siempre de su querida Mendoza. He aquí la crónica de esa historia.


El 24 de agosto de 1816 nacía en Mendoza Mercedes Tomasa de San Martín, “La Infanta Mendocina”, como solía llamarla su padre, Don José Francisco de San Martín. 

Su reciente paternidad y la apacible vida en tierra cuyana impulsarán a San Martín a dirigir, el 12 de octubre de 1816, el siguiente mensaje al “Señor gobernador intendente de esta provincia... es muy natural al hombre, prever la suerte que se propone pasar en la cansada época de su vejez. 

El estado de labrador es el que creo más análogo a mi genio, (...) La de Cuyo es la que ha podido decidirme por el buen carácter de sus habitantes, para elegir un rincón de ella, en que dedicarme a romper el campo, cultivarlo y formar mis delicias (...) El corto número de cincuenta cuadras llena mi aspiración y deseos... El sumo valor a que se ha podido fijar el precio de cuadra es cuatro pesos (...) Es decir que las cincuenta cuadras que pido por merced sólo valen doscientos pesos. No los tengo, y en caso de tenerlos las compraría...”. 

Esta petición será atendida por el Gobierno de Mendoza quien “en agradecimiento a la decisión del Gran Capitán de pasar sus días en esta tierra...” añade la de “doscientas cuadras más para su señora hija doña Tomasa Mercedes...”. 

Luego de su renuncia al Protectorado del Perú y una breve estadía en Chile, apenas restablecido de sus dolencias, débil, retraído y taciturno volverá a Mendoza, encontrándose entre el 29 de enero y 3 de febrero de 1823, en el actual Manzano Histórico, con su antiguo camarada el coronel Manuel de Olazábal, en cuya compañía se dirigirá a su Tebaida. Allí iniciará sus días de chacarero, meditando sobre los días pasados, ocupado en las plantaciones de trigo, alfalfa, en la cría de ganado y de sus caballos de paso. Pese a su postura de no intervenir más en la vida pública, llegarán hasta su oscuro retiro los tiros de la maledicencia y la desconfianza. 

Según refiere el mismo San Martín, “el gobierno que en aquella época mandaba en Buenos Aires, no sólo me formó un bloqueo de espías, entre ellos uno de mis sirvientes, sino que me hizo una guerra poco noble en los papeles públicos de su devoción, tratando al mismo tiempo de hacerme sospechoso a los demás gobiernos de las provincias”; en virtud de tal situación y el llamado de su familia, por el grave estado de salud de Remedios, decidió permanecer en Mendoza. Por otro lado, la anarquía que se instauró en el Perú luego de su retiro, lo mantenían en expectación y siempre dispuesto a ofrecer sus “cortos servicios”. 

La Tebaida se convertirá en la nueva Ciudadela, donde resistirá el embate de sus enemigos y la guerra de opinión. La muerte de Remedios -03/08/1823 - lo impulsará a asumir las obligaciones de padre y tutor de su hija Mercedes, decidiendo finalmente su viaje a Buenos Aires; antes de partir recibirá, en el mes de octubre de 1823, una comunicación del gobernador de Santa Fe, don Estanislao López, quien le dice:
 
“... Sé de una manera positiva por mis agentes en Buenos Aires que a la llegada de V. E. a aquella capital será mandado juzgar por el gobierno en un consejo de guerra ... por haber desobedecido sus órdenes en 1819 haciendo la gloriosa campaña a Chile, no invadir a Santa Fe, y continuar la expedición libertadora al Perú. Para evitar este escándalo inaudito y en manifestación de mi gratitud y del pueblo que presido, por haberse negado V. E. tan patrióticamente en 1820 a concurrir a derramar sangre de hermano... siento el honor de asegurar a Ud. que a su solo aviso estaré con la provincia en masa para esperar a V. E. en el Desmochado para llevarlo en triunfo hasta la plaza de la Victoria. Si V. E. no aceptase esto, fácil me será hacerlo conducir con toda seguridad por Entre Ríos hasta Montevideo...”. 

Olazábal vio el rostro desencajado del Gran Capitán, quién exclamó: “No puedo creer tal proceder en el gran pueblo de Buenos Aires; iré, pero iré solo como he cruzado el Pacífico y como estoy aquí entre mis mendocinos. Pero si la fatalidad así lo quiere, yo daré por respuesta mi sable, la libertad de un mundo, el estandarte de Pizarro y las banderas que flotan en la Catedral conquistadas con aquellas armas que no quise teñir con sangre americana. ¡No!, Buenos Aires es la cuna de la libertad”. 

Las toscas paredes de la humilde residencia abovedada serán testigos de aquel difícil momento: La Tebaida, su querida Mendoza y todo el continente, le serán a partir de aquel momento extraños, anidando en su corazón y su mente la dura decisión del alejamiento de la tierra a la que dio libertad e independencia. San Martín comprenderá que ya no le es permitido terminar sus días en La Tebaida y emprenderá el 20 de noviembre de ese año, el último viaje de Mendoza a Buenos Aires; una vez allí pondrá en orden sus papeles, exigirá sus pasaportes al gobierno de Buenos Aires y, ante la indiferencia de éste, el 10 de febrero de 1824, en compañía de su hija, partirá rumbo a su ostracismo en Europa. 

Nunca más volverá a respirar el aire fresco de su bella Chacra de Los Barriales, los vaivenes políticos impedirán al gran capitán hacer realidad su sueño, siempre anhelado y nunca cumplido, de culminar sus días en La Tebaida. Pese a ello conservará esta propiedad aún en los momentos económicos más angustiantes de su vida y jamás se olvidará de ella. Hoy los mendocinos, custodios por historia, cultura y heredad debemos conservar y difundir los valiosos hitos que, como riqueza patrimonial, nos recuerdan la vida y el accionar de uno de los líderes más significativos que ha brindado nuestra América a la posteridad. 

Fuente: http://www.losandes.com.ar/article/opinion-457828

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