Después de los horrores del Holocausto, en 1948 se hizo realidad el viejísimo sueño de una patria propia para los judíos en todo el mundo: embriagados de felicidad, miles bailaron tras la fundación del Estado de Israel en las calles para celebrar el "milagro". "Estábamos desbordados por la alegría", dice Chaim Kozienicki, superviviente del Holocausto, al recordar el momento en el que el fundador del Estado de Israel, David Ben Gurion, leyó la declaración de independencia el 14 de mayo en Tel Aviv.
Sin embargo, inmediatamente después cinco países árabes atacaron Israel. Kozienicki, que hoy tiene casi 90 años, había sobrevivido al gueto de Lodz y al campo desconcentración cerca de Gdansk pero perdió a su familia durante el Holocausto. El joven hombre se enroló voluntariamente en el Ejército para luchar por el nuevo Estado judío.
El nuevo país se fundaba sobre la partición el año anterior, en 1947 en las Naciones Unidas del protectorado británico de la provincia palestina del Imperio Otomano. La decisión daba 55% por cientos de esas tierras para el nuevo Estado Israelí y el 45% para el Estado Palestino, que hasta ahora no pudo ser fundado. El mundo árabe había rechazado frontalmente el plan, en lo que el propio líder palestino actual, el presidente Mahmud Abbas definió como “un grave error”.
Para los palestinos, el día de alegría de los judíos fue una catástrofe. Unos 700.000 huyeron o fueron expulsados a raíz de la fundación del Estado israelí. Hoy, el número de refugiados y sus descendientes asciende a más de cinco millones, porque podían "legar" su estatus de refugiado a la siguiente generación.
Por esta razón, también los descendientes que viven en campos de refugiados en los territorios palestinos ocupados o en los países vecinos reclaman su "derecho al retorno" a lo que hoy es territorio israelí. Por cierto Israel rechaza esta demanda por temor a que esto significaría la destrucción del Estado judío. Cuatro guerras se sucedieron desde 1948, con diferentes coaliciones de países árabes, que concluyeron todas con la victoria de las Fuerzas Armadas israelíes pero no se concluyó el conflicto con los palestinos.
Desde hace más de 50 años, Israel mantiene ocupada Cisjordania. El número de colonos judíos en ese territorio y en Jerusalén Este ha aumentado a unos 600.000 en ese tiempo. Algunos miembros del Gobierno de Israel plantean que su país se anexione algunas partes de Cisjordania. Si eso llegase a ocurrir, el objetivo palestino de tener un Estado propio probablemente habría recibido un golpe mortal pero obligaría a Israel a incluir como ciudadanos israelíes a los habitantes de los territorios anexionados.
Pese al permanente conflicto, el pequeño Estado de Israel se ha ido transformando durante sus 70 años de existencia de un país eminentemente agrícola en una nación desarrollada ultramoderna. En ese período, el número de habitantes se ha decuplicado, de 806.000 a más de 8,8 millones. Alrededor de tres cuartas partes son judíos y poco más de un 20 por ciento, árabes.
La Oficina Central de Estadística de Israel prevé que el país tenga más de 15 millones de habitantes cuando cumpla 100 años, ya que Israel tiene la tasa de natalidad más alta del mundo occidental con una media de tres hijos por mujer. Pese a que los israelíes se enfrentan a un coste de vida extremadamente alto y a la existencia de una gran brecha entre pobres y ricos, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha elogiado recientemente a Israel por su "notable desempeño, con un fuerte crecimiento, una baja tasa de desempleo y unas sólidas finanzas públicas".
En Israel hay casi 6.000 empresas emergentes, muchas de ellas en Tel Aviv, y unos 300 institutos de investigación y desarrollo de empresas multinacionales. El ex primer ministro Ehud Barak calificó a Israel como una "villa en medio de la selva", un biotipo ultramoderno rodeado de vecinos hostiles imprevisibles.
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