Gregorcic con su mujer Patricia en 2007
MENDOZA. En la década del 80, Max Gregorcic se convirtió, desde un microprograma de la tevé mendocina, en un "gurú financiero"; a caballo de su éxito comenzó a ofrecer inversiones con ganancias astronómicas. Huyó a Chile cuando sus manejos hicieron desaparecer los ahorros de un millar de inversores. Así, se anticipó casi 20 años a Bernard Madoff, el mayor estafador de la historia. Máximo Gregorcic Villanueva, hoy de 68 años, columnista financiero estrella de la pantalla cuyana durante los primeros años del retorno democrático, no se valió, como el norteamericano Madoff, del sistema piramidal de toma de capitales conocido como esquema Ponzi. Apostó con la plata de otros, perdió y nunca respondió por eso ante la Justicia, que declaró prescriptas las causas en su contra. Apenas un puñado de días después de su última cabriola mediática, cuando intentó vender al mejor postor supuestos documentos que probarían la inaudita vida y muerte de Adolf Hitler en la tierra del sol y del buen vino, Max Gregorcic escapó del país en marzo de 1987 y se refugió al otro lado de los Andes. Reapareció 20 años después, cuando la prensa lo descubrió en un lujoso barrio de la capital chilena. Incluso estuvo detenido muy poco tiempo en Santiago. Hasta que salió y se volvió a esfumar. Hay quienes creen que todavía vive allí, impune. Otros sostienen, incluso, que murió en Nueva York en el atentado a las Torres Gemelas, donde había una oficina con su nombre. A más de 30 años de aquellos últimos días de consejos sobre cómo hacer rendir el dinero a través de su financiera y de especulaciones frente al dólar, hoy solo queda la bronca y la impotencia de quienes cayeron en sus redes. Aún hoy Max está en el ranking de los mayores estafadores del país, detrás del bonaerense Daniel Vignole, del marplatense Eugenio Curatola y, en especial, de Enrique Blaksley, dueño de la firma Hope Funds, recientemente procesado con prisión preventiva por asociación ilícita, estafas reiteradas, lavado de activos y captación dolosa de los ahorros de más de 2000 ciudadanos. "Max Gregorcic. La máquina de hacer negocios. ¡Damos más!", prometía uno de los avisos que publicaba este businessman en los diarios mendocinos a mediados de los años 80. Su publicidad crecía por todos los medios y también por el de "boca en boca", que ponderaba las altas tasas que pagaba, por encima del 40%. "Varios conocidos quedaron en la lona. Algunos eran millonarios y confiaron en el negocio, se endulzaron y no querían salir. De repente hubo quienes lo perdieron todo, ya que tuvieron que salir a dar la cara, porque eran intermediarios de Gregorcic", contó a LA NACION Eduardo, propietario por ese entonces de un reconocido negocio de repuestos. Él vio cómo algunos colegas del rubro y de otras ramas cayeron en la trampa de las mesas de dinero y los cheques sin fondo. "Fue un duro golpe para una buena cantidad de pequeños y medianos empresarios de Villanueva, en Guaymallén", recordó.Documentación de Gregorcic en Chile
Varios funcionarios de la actual gestión recuerdan los movimientos del "gurú financiero", pero afirman que no saben qué es hoy de él. Otros personajes públicos de la época que conocieron de cerca a Gregorcic prefieren no hablar del tema. Quien sí lo hizo con LA NACION es Marcelo Romanello, reconocido periodista de Canal 7 Mendoza, ya jubilado, quien presentaba con el latiguillo de "¡Adelante, Max!" el microprograma de finanzas. Tras el desfalco hubo quienes lo vincularon con el financista. "No supe nada más de él; solo lo que dio a conocer la prensa. Nada tuve que ver con él, que compraba un microprograma en el canal. Fue un fenómeno que nos ocurrió a los mendocinos..., todos especulaban con ganar unos pesos más; se podía caer, pero pagaban bien", indicó Romanello, que todavía intenta dejar en claro que "jamás se aconsejaba invertir en tal o cual moneda o empresa".El ya retirado conductor y presentador de noticias deslizó que a Gregorcic "le provocaron una corrida" en la que no pudo resistir "los embates de la Legislatura", supuestamente impulsada por periodistas vinculados con tres grandes financieras de Mendoza. "Siempre me preguntaba yo cuál era el negocio de pagar tanto interés hasta que un día se lo pregunté personalmente y me dijo que lo que buscaba era jugar en la bolsa con mucho dinero, y que para tener ese flujo pagaba grandes intereses. Cuando se juega se pierde o se gana, y en una época en que había varias mesas de dinero que operaban en Mendoza se le terminó el partido", agregó Romanello.
Gregorcic en 2007, en la puerta de su casa en la zona residencial de Santiago
En Mendoza muchos lo recuerdan, pero jamás lo volvieron a ver. Se supo que en Chile también tuvo problemas con la ley con negocios similares algunos, inmobiliarios que lo obligaron a abandonar el lujoso residencial de Vitacura, en Santiago, que había conseguido tras su salida de la Argentina. Antes de irse dejó una carta que su esposa entregó a los medios, en la que describió su vida como una "alucinante aventura". Las fuentes consultadas coinciden en que el financista pasa sus días en la nación trasandina, pero se desconoce en qué zona.
Max no solo fue ese hombre de negocios que prometía a los ahorristas una alta ganancia a sorprendentes tasas: también forjó uno de los mayores mitos de la historia contemporánea vinculados a Mendoza, justo en el momento en que la presión de los ahorristas comenzaba a crecer porque empezaban a ver dificultades en el cobro de sus inversiones. Gregorcic fue el encargado de desplegar la teoría de que Hitler había vivido en Mendoza bajo la identidad de un pastor protestante. En 1987 sus dichos causaron conmoción y su historia fue reproducida incluso por medios internacionales. La Justicia ya había comenzado a seguirle los pasos por no haber cumplido con los inversionistas, situación que Max atribuía al lanzamiento del Plan Austral del entonces presidente Raúl Alfonsín. Así, acorralado, Max insistía con la historia sobre Hitler para despistar a la población, escapar de los pedidos de captura y, finalmente, huir. El financista se había animado a contar que el jerarca nazi no se había suicidado en Berlín poco antes de finalizar la Segunda Guerra Mundial, sino que se había refugiado en la localidad de Palmira, San Martín, bajo el nombre de Martin Karl Hunger, y que había tenido tres hijos con Eva Braun.
Mientras crecían la confusión y la incertidumbre sobre sus dichos, Max era interpelado por la Legislatura mendocina. El 5 de marzo de 1987, un día después de declarar ante el Senado, Max se esfumó. Ese mes, cuando su desaparición dejó al descubierto la estafa, fue detenida la esposa de Gregorcic, la chilena Patricia Moller, más tarde liberada. Casi al mismo tiempo, una de las tres hijas de Martin Karl Hunger salió a negar la sorprendente historia de Max. "La mujer, masajista de profesión, contó que su padre había sido realmente un pastor protestante y que había sido perseguido por el régimen nazi. Su mayor similitud con Hitler era que ambos habían sido vegetarianos", señalaba la prensa de la época. Mientras, los ahorristas, desesperados, tenían en sus manos cheques del desaparecido Banco Alas, pero sin fondos. Comenzaron así un duro peregrinar sin respuestas frente a las oficinas de la financiera de Max en la céntrica avenida San Martín 1347, donde no quedó rastro de nada. Años más tarde se descubrió que tuvo oficinas en el World Trade Center. También se lo vinculó con estafas a mendocinos que buscaban radicarse en el exterior, sobre todo en Canadá y Alemania.
Max Gregorcic en la puerta de su casa de la calle Pastrana en Vitacura, Chile
Casi una década después de su desaparición, en noviembre de 2006, un periodista del diario Los Andes encontró a Max del otro lado de la cordillera. Él rechazó las acusaciones de estafas y se limitó a reconocer: "Cuando uno no tiene plata debe trabajar con la de otros". El viernes 22 de diciembre de ese año Max se presentó en la embajada argentina en Santiago para reclamar la prescripción de las causas y ser sobreseído. Les otorgó un poder de representación a los abogados Omar Venier ya fallecido, hermano del actual ministro de Seguridad provincial, Gianni Venier y Ramiro Villalba. Luego, en 2008, fue detenido en Santiago por problemas con cheques, pero tras pagar una fianza de 1000 dólares, recuperó la libertad. Finalmente, la Suprema Corte de Mendoza revocó las sentencias en su contra y dio por terminadas las demandas argentinas. En diálogo con LA NACION, Villalba explicó que finalmente operó la prescripción de la causa y dijo desconocer dónde se encuentra hoy el financista. "Max contrató por ese entonces a Omar Venier, quien falleció el año pasado, y trabajamos juntos en el caso, aunque yo recién me recibía. Fui aprendiendo con Omar a medida que íbamos defendiéndolo. Nos demoraron en declarar la prescripción porque pidieron los antecedentes por todos los lugares por donde Max estuvo: Brasil, Estados Unidos y Chile, y además porque se discutía si un delito impide que prescriba una causa al ser nacional o internacional. La Justicia buscaba un delito en los lugares donde él había estado, un antecedente para impedir la prescripción. Finalmente, los únicos expedientes en trámite eran los de la Argentina. Max quedó sobreseído al prescribir la causa y la única forma de establecer su responsabilidad es si se hubiese hecho el juicio. No tengo ni idea dónde se encuentra", expresó Villalba.
Gregorcic había nacido el 19 de febrero de 1950 en el Instituto de la Maternidad, en la ciudad de Buenos Aires. Comenzó su actividad financiera en Santiago de Chile a los 20 años. En 1974 decidió desarrollarse en Mendoza, por lo que trabajó en distintas empresas del rubro. A comienzos de la década del 80 volvió a cruzar la cordillera para incrementar sus negocios y en 1983 regresó a la provincia cuyana para armar su propia financiera, por lo que comenzó a acercarse a los medios. Trabajó en el programa radial que conducía Oscar López Pájaro y luego se convirtió en el "consejero económico estrella" de Canal 7, donde compartía cámara con Romanello.
Según dio a conocer el diario Los Andes, antes de escapar Max dejó su Studebaker último modelo en El Algarrobal, Las Heras, y se tomó un taxi hasta la Virgen del Challao para rezarle y "tomar fuerzas para seguir viaje". Un amigo chileno lo llevó hasta San Carlos, en el Valle de Uco, y desde esa zona emprendió el cruce a Chile. Tiempo después, el coche fue subastado para devolverles algo de dinero a los ahorristas. Max jamás volvió a pisar Mendoza. Al menos, nadie se enteró.
Por Pablo Manino.
https://www.lanacion.com.ar/2131196-cronicas-del-crimen-gregorcic
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