sábado, 4 de septiembre de 2021

'En aras de la ciencia'

Pequeñas Piezas de la Historia, por Gabriel Horacio Blasco Dantuono)

Como parte del proceso de modernización y humanización del estudio de vacunas en los EEUU se dicta la "Ley de Control de Productos Biológicos". A sabiendas que un proceso legal y regulado insume unos 15 años de laboratorio, pruebas en animales y pruebas de campo, hubo algunos que intentaron atajos. Uno de los flagelos en EEUU en los años '30 era la Sífilis. Un nutrido grupo de sinvergüenzas con título, a falta de conejillos de indias empezaron a probar en humanos. El lugar elegido, el estado de Alabama, ¿ya adivinaron porque?, exacto, la mayor concentración de población afroamericana. Lo curioso es que estos sátrapas no lo hicieron a escondidas, trabajaban para el "Departamento de Enfermedades Venéreas del Servicio Público de Salud de EEUU". Con total impunidad hasta le pusieron nombre "Experimento Tuskegee". Como no eran animales, no los obligaron, los engañaron. Se les dijo que se les administraría una droga preventiva para la enfermedad. Ante las primeras dudas le agregaron espejitos de colores, tratamiento médico gratuito, transporte a la clínica, comidas y un seguro de sepelio en caso de fallecimiento. Unos 600 varones infectados y sanos fueron convencidos. Como tenían el culo sucio, en ningún momento los médicos responsables se hicieron presentes, mandaban a la enfermera Eunice Rivers. Los doctores T. Clark, E. Dibble, K. Von Pereira Bailey, R. Vonderlehr y J. Heller, sometieron a los voluntarios a tratamientos tóxicos e ineficaces. Luego de 15 años no obtuvieron ningún resultado alentador, los inoculados caían como moscas o la transmitían congénitamente a sus hijos. Para colmo un estudio más serio determina el éxito de la Penicilina en el tratamiento de la Sífilis. En una reunión estos 6 genios llegaron a la conclusión que el fracaso se debía a los negros, no a sus limitaciones éticas y científicas. Para comprobarlo abrieron una investigación paralela en Guatemala donde ni siquiera les preguntaron, lo hicieron. Así fue como soldados, convictos, pacientes psiquiátricos, prostitutas y niños de orfanatos fueron inoculados con Sífilis para comprobar la efectividad de nuevos fármacos. En 1966 el novato Dr Peter Buxtun descubre registros del experimento y ve con horror que seguía activo. Lo denuncia ante las autoridades pero luego de 6 años de inacción gubernamental Buxtun lo filtra a la prensa y ahora sí, indignación, pedidos de explicaciones y un juicio mediático. En el proceso hubo que escuchar como el Dr. John Heller decía “-La situación de esos hombres no justificaba el debate ético, ellos eran sujetos, no pacientes, eran material clínico, no personas enfermas”. Como era de prever, todos perdieron sus matrículas y se elaboró el “Informe Belmont" para dictar leyes de protección de pacientes. Hoy en día dentro del US Department of Health & Human Services, existe la OHRP que vigila todos los experimentos médicos dentro del territorio de los EEUU, por ello los laboratorios trasladaron sus experimentos a África, Asia y América Latina.

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