En 1945: en Buenos Aires (Argentina), el presidente Juan Domingo Perón crea el Instituto Nacional de las Remuneraciones, que obliga a las industrias y las empresas privadas de todo el país que paguen el aguinaldo (sueldo anual complementario) a todos los obreros argentinos.Aguinaldo (de "aguilando", y éste posiblemente de la expresión latina hoc in anno -"en este año"-)es el regalo de Navidad, y también el regalo que se da cualquier ocasión.
Existe la costumbre de dar un aguinaldo a los trabajadores en época navideña, en especie (cesta de Navidad) o en dinero. Tiene consideración de una remuneración voluntaria (equivalente a una propina); aunque su arraigada costumbre ha conducido en algunos casos a ser considerada como un derecho adquirido
El 20 de diciembre de 1945 —poco más de dos meses después del 17 de Octubre—, el gobierno nacional dio a conocer el decreto 33.302, por el cual se aumentaban los salarios; se creaba el Instituto Nacional de Remuneraciones, cuya función era —entre otras— fijar el salario mínimo y se instituía el sueldo anual complementario o aguinaldo.
La medida fue resistida por las organizaciones empresariales de la época. La Unión Industrial Argentina (UIA) y la Bolsa de Comercio afirmaron que se trataba de una medida ilegal y de imposible aplicación. Días después, más de 2.000 delegados del comercio, la industria y la producción se reunieron en la Bolsa de Comercio, donde se resolvió desconocer la medida e impulsar un lock out patronal por el que el país estuvo paralizado desde el 14 al 16 de enero de 1946 inclusive.
Los trabajadores se movilizaron y realizaron varios paros reclamando que se respetara lo establecido en el decreto y se hiciera efectivo el pago del aguinaldo y finalmente, los empresarios se resignaron a aceptarlo.
La Unión Democrática, compuesta entonces por la Unión Cívica Radical, el Partido Socialista y el Partido Comunista, con el apoyo de la Sociedad Rural Argentina y la UIA fijaron su postura sobre del tema, afirmando que se trataba de una maniobra de "cruda demagogia electoral", destinada a "someter y domesticar los sindicatos libres". Y agregaban: "Lo importante en el decreto mencionado es la maniobra nazifascista típica que pretende acabar con los sindicatos obreros y convertirlos en simples instrumentos de la nueva oligarquía que pretende someter al pueblo argentino a sus designios. El aguinaldo es el cebo para engañar; es el anzuelo, pero el propósito es domesticar a la clase trabajadora para luego utilizarla con fines bastardos. En dicho decreto queda probado el plan de castramiento paulatino de los sindicatos obreros. Antes fueron las intervenciones. Ahora es la dádiva, previa la entrega".
Una década después (todavía!) Jorge Luis Borges, en un reportaje, decía: "Yo sigo creyendo que Perón estaba loco, completamente loco; él, y también Eva, su mujer. Fíjense las medidas que tomó durante su gobierno; por ejemplo, eso del aguinaldo es un verdadero disparate, una rarísima medida económica; incomprensible por dónde se la mire. Nunca logré entender por qué ha sido homologada por todos los gobiernos posteriores. A mí me parece una barbaridad que una persona trabaje 12 meses y se le paguen 13 al final del año".
Hoy, 72 años después de aquel decreto, sorprende, alarma e inquieta oír palabras no exactamente iguales, pero sí aparentemente inspiradas por el mismo "espíritu" de aquellas.
Parece que hay posturas que responden a intereses permanentes e inconciliables en sociedades injustas. Hay "grietas" que solamente se suturan terminando definitivamente con la injusticia.
Por Armando Traferri