Bienvenidos al sitio con mayor cantidad de Fotos antiguas de la provincia de Mendoza, Argentina. (mendozantigua@gmail.com) Para las nuevas generaciones, no se olviden que para que Uds. vivan como viven y tengan lo que tienen, primero fue necesario que pase y exista lo que existió... que importante sería que lo comprendan
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jueves, 12 de abril de 2018
miércoles, 11 de abril de 2018
Efemérides. 11 de Abril de 1882. Nace Fernando Fader.
Fernando Fader nace en Burdeos, Francia, 11 de abril de 1882,muere en Loza Corral, Córdoba, Argentina, 28 de febrero de 1935 fue un pintor y dibujante argentino2 nacido en Francia, principal seguidor del impresionismo alemán en su país.En 1898 realizó sus primeras obras pictóricas, entre las que destaca el óleo El viejo piojoso. Realiza estudios primarios en Francia y estudios secundarios en Alemania, en la Realschule del Palatinado del Rhin. Allí también estudia pintura con Heinrich von Zügel (1850-1941), un partidario de la pintura al aire libre, . Este duro momento económico coincidió con los primeros síntomas de tuberculosis, que lo llevaron a buscar el clima suave de las sierras (de Córdoba) en 1917 (hay otra versión que sitúa esta mudanza en 1916). Pintó en las Sierras de Achala e Ischilín, en poblaciones como Candelaria, La Higuera, Pocho, San Pedro Norte y San Francisco del Chañar.'3'"/Entre sus múltiples retratos, óleos y acuarelas se destacan La mantilla, La madre y La liga azul, estas últimas expuestas en el V salón Nacional de 1915, así como La vida de un día, serie de ocho telas de (80x100 cm) en las que se representa el mismo paisaje con sus variantes de luz a lo largo del día, pintadas durante 1917. Esta serie está expuesta en el Museo Municipal de Bellas Artes de Rosario "Juan B. Castagnino".
martes, 10 de abril de 2018
lunes, 9 de abril de 2018
Infancias, próceres y caudillos Dicen que todos llevamos un niño adentro. Cómo fue aquel pequeño que moldeó el temple y carácter de nuestros héroes.
Rainer Maria Rilke definió a la infancia como la auténtica patria del hombre. Los recuerdos donde habita, al llegar la adultez, encierran ese mundo que dio forma -en gran medida- a lo que somos. Siguiendo esta línea de pensamiento es válido preguntarnos cómo fue la niñez de quienes destacaron en la construcción de nuestra nacionalidad. Juan Manuel Ortiz de Rozas nació el 30 de marzo de 1793, en la actual calle Sarmiento de Buenos Aires. Dio muestras de un carácter fuerte desde temprana edad, siendo un niño desobediente y difícil al que le gustaba torturar animales. Inventaba tormentos para martirizarlos. “... Sus juegos en esta edad de la vida -cuenta Francisco Ramos Mejía- (...) consistían en quitarle la piel a un perro vivo y hacerle morir lentamente, sumergir en un barril de alquitrán a un gato y prenderle fuego, o arrancar los ojos a las aves y reír de satisfacción al verlas estrellarse contra los muros de su casa...”. Durante su adolescencia provocó incendios, lastimó a sus peones dándoles bastonazos en la cabeza o haciéndolos golpear por animales frenéticos y solía esparcir excrementos sobre la comida de los invitados. Su madre intentó dominarlo a través de penitencias tales como encerrarlo hasta que reflexionara, pero no logró grandes resultados. Quien sí logró doblegarlo -muchos años después- fue Urquiza. El pequeño Justo José llegó al mundo en 1801, dentro de una familia muy numerosa. Contando con siete años un grupo de maleantes ingresó a su hogar y lo raptó. Tras el pago de un rescate pudo regresar a su hogar y convertirse en una de las figuras más trascendentes de nuestra historia. Bartolomé Mitre era un niño de contextura delicada, casi pálido, flaco y de ojos claros. Lo que por entonces era considerado una debilidad. Tratando de volverlo “rudo”, su padre lo envió a la estancia de Gervasio Rosas. El hermano del Restaurador tenía un establecimiento organizado para que los jóvenes aprendieran los trabajos de campo. En cierta oportunidad -según relató el mismo Mitre en sus “Memorias”- intentaba cruzar un arroyo, “... había llovido bastante y el río estaba algo crecido. Yo no era baqueano en los pasos; buscaba el más aparente para vadearlo, y ya iba a intentarlo por donde mejor me pareció, cuando surgió de improviso un jinete muy apuesto y muy bien aperado, que me gritó: ‘Chiquilín ¿qué vas a hacer?’. ‘Voy a pasar el río, señor’. ‘Por ahí no, criatura, te vas a ahogar’ y agregó imperativo, dando espuelas a su caballo: ‘Sígueme’. Yo le obedecí...”. Lo siguió “... silenciosamente varias cuadras, costeando el río, hasta que, deteniéndose en determinado paraje, me dijo: ‘Este es el vado más seguro. Agarrate bien de las crines de tu caballo y andá tranquilo, pero fijate para no errarle en el regreso (...) ¿De dónde eres?’ [preguntó el jinete] ‘De lo de don Gervasio Rosas, señor’. ‘Ajá, decile a Gervasio que dice su hermano Juan Manuel que no sea bárbaro, que no se envía a una criatura como vos a cruzar el Salado sin mandarlo a la muerte. ¡Y dale recuerdos míos!”, dijo antes de seguir su rumbo. Pero a Gervasio le resultaba decepcionante hacerse cargo del muchacho, carente de cualidades toscas e interés alguno. Pronto se lo envió a un conocido junto con la nota: “Hágame el servicio de remitir al joven Mitre a su padre porque es un caballerito que no sirve para nada; en cuanto ve una sombrita se baja del caballo y se pone a leer”. Bartolomé recordó siempre con agradecimiento el gesto de Don Juan Manuel, aunque no tanto como para no participar en Caseros. Quien también estaba en Caseros fue Sarmiento. Más allá de Doña Paula y su telar, la infancia de Domingo Faustino estuvo signada por un hecho particular, muy poco difundido: el prócer tenía visiones a las que se refirió en su ancianidad:
“... pasaba las veladas de invierno a puerta cerrada -escribió-, toda la familia en torno del brasero árabe, y sobre un estrado se tendía mi cama. Cuando se apagaba la luz, principiaba mi martirio. Un momento después y cuando empezaba a adormecerme, salían de todos los rincones bultos sin forma, de vara y media de alto, como los postes y los palitroques de los juegos de bolos. Eran seres animados, pero sin fisonomías discernibles, y empezaban una danza, un dar vueltas en el interior de la pieza. No me hacían mal ninguno, ni venían hacia mi cama. Yo estaba en lo oscuro, mirándolos aterrado, sin atreverme a gritar de miedo que se irritasen y me hiciesen mal, me comiesen ¿quién sabe? Y esto ha durado años. Al fin estaba habituado a éstas y otras escenas; eran como mis amigos, mis conocidos. La luz del día y el sueño reparador traían la alegría y el olvido de los pasados terrores. Alguna vez conté a mi madre y hermanas estas extrañas visiones. ¿Quién hace caso de tonteras de un niño? Así viví tranquilo con seres fantásticos”. Además de esa especie de duendes, Sarmiento vio a muy temprana edad a Facundo Quiroga. El Tigre de los Llanos -mucho mayor que él- era su primo lejano y le causó en un desagrado inmenso, del que dio cuenta en “Facundo”. Precisamente en su obra máxima, el sanjuanino describe la infancia de Quiroga a través de la siguiente anécdota: “... jamás se consiguió sentarlo a la mesa común; en la escuela, era altivo, huraño y solitario; no se mezclaba con los demás niños sino para encabezar en actos de rebelión y para darles de golpes. El magister, cansado de luchar con este carácter indomable, se provee, una vez, de un látigo nuevo y duro, y enseñándolo a los niños, aterrados, “éste es -les dice- para estrenarlo en Facundo”. Facundo, de edad de once años, oye esta amenaza, y al día siguiente la pone a prueba. No sabe la lección, pero pide al maestro que se la tome en persona, porque el pasante lo quiere mal. El maestro condesciende; Facundo comete un error, comete dos, tres, cuatro; entonces el maestro hace uso del látigo y Facundo, que todo lo ha calculado, hasta la debilidad de la silla en que su maestro está sentado, dale una bofetada, vuélcalo de espaldas, y entre el alboroto que esta escena suscita, toma la calle y va a esconderse en ciertos parrones de una viña, de donde no se le saca sino después de tres días. ¿No es ya el caudillo que va a desafiar, más tarde, a la sociedad entera?...”. Pero este relato sarmientino es -hasta el momento- incomprobable y casi nada sabemos fehacientemente sobre la niñez de Quiroga. Esta incertidumbre se repite en muchos casos, por ejemplo los datos que nos llevan a los primeros años de San Martín son bastante escasos, al punto de que algunos autores cuestionan la historia oficial respecto a su origen. Sobre Rivadavia, contemporáneo y rival del Libertador, sabemos que nació el 20 de mayo de 1780 y con solo ocho años perdió a su madre. Como los niños de la época que accedían al saber recibió las primeras letras con un sistema de enseñanza cruel, expuesto a golpes por parte del maestro y con la obligación de presenciar ejecuciones. Estas pinceladas de infancia nos llevan, de algún modo, a conocernos un poco más. Aquellos niños -convertidos en hombres- dieron forma a lo que hoy llamamos Patria.
Por Luciana sabina
http://losandes.com.ar/article/view?slug=infancias-proceres-y-caudillos
Efemérides. 9 de abril de 1891 nace Benjamín Matienzo . Pionero de la Aviación Argentina.
Benjamín Matienzo nació en Tucuman el 9 de abril de 1891 y murió congelado en la cordillera el 28 de mayo de 1919 fue un militar y pionero de la aviación argentina. Junto con los aviadores Pedro Zanni y Antonio Parodi, se propuso cruzar por primera vez la Cordillera de Los Andes desde Mendoza. Después de varias tentativas frustradas por el mal tiempo, el 28 de Mayo de 1919, los tres aviadores partieron en su raid con sus respectivas aeronaves. Matienzo lo hizo en un Nieuport 28 de 165 HP, de origen francés. El mal tiempo complicó la travesía, por lo que Zanni y Parodi decidieron regresar. Matienzo, sin embargo, continuó con su viaje, decisión que le costaría la vida.
Sus restos fueron encontrados en noviembre de 1919 a 4000 metros de altura; se había visto obligado a aterrizar e intentó regresar a pie, pero murió congelado, posiblemente en la noche del 28 o en la madrugada del 29 de mayo. Fue sepultado en el Cementerio del Oeste de Tucumán. Su avión fue encontrado en el año 1950.
En su honor, el aeropuerto internacional de la capital de su provincia natal lleva el nombre de Teniente Benjamín Matienzo.
En la localidad de Monte Buey, Córdoba, el 21 de agosto de 1921, se fundó el Club Mutual, Social y Deportivo Matienzo en honor al joven héroe nacional.
La base Matienzo en la Antártida Argentina y la Operación Matienzo le tienen como epónimo.
domingo, 8 de abril de 2018
Efemérides. 8 de Abril de 1818, es fusilado en Mendoza, un militar y patriota chileno. Juan José Pedro de la Carrera
Juan José Pedro de la Carrera y Verdugo nació en Santiago, Capitanía General de Chile; el 26 de junio de 1782 y fue fusilado en Mendoza, Argentina; el 8 de abril de 1818 fue un militar y patriota chileno, que participó activamente en la primera fase de la Guerra de Independencia de Chile, etapa conocida como Patria Vieja. Secundando a su hermano José Miguel, y junto a su hermano menor Luis y otros oficiales republicanos, formó uno de los principales bandos dentro de los partidarios de la Independencia: el grupo carrerino. Murió fusilado en Mendoza junto a su hermano Luis, a manos de las autoridades de la ciudad. En marzo de 1813, durante una ausencia de José Miguel, fue nombrado vocal de la Junta de Superior Gubernativa.
En 1813, con el grado de brigadier, participó en algunas de las primeras acciones militares de la Independencia; como el Sitio de Chillán y el Combate de San Carlos.
En el otoño de 1814 permaneció desterrado en Mendoza, por orden del Director Supremo Francisco de la Lastra. Durante dicho exilio se ganó la antipatía del gobernador local, José de San Martín.
De regreso a Chile participó en un nuevo golpe, el 23 de julio, que derrocó a De la Lastra y reinstaló brevemente a José Miguel en el mando supremo.
A fines de septiembre del mismo año de 1814 asumió el mando de la Segunda División del ejército patriota, que se aprontó a cerrar en el Río Cachapoal el paso a las fuerzas del realista Mariano Osorio, que se dirigían a tomar la capital. Frente a esta situación desesperada, y en la víspera de asumir tan incierta comisión, se casó con Ana María Cotapos.
Tras los primeros encuentros con las tropas de Mariano Osorio, ingresó con su división en Rancagua, siendo seguido en este movimiento por la Primera División, al mando de Bernardo O'Higgins. Ambas unidades fueron cercadas en aquella villa por fuerzas numéricamente superiores, con lo que inició el Desastre de Rancagua. Durante esta acción Juan José Carrera - pese a tener mayor rango - abandonó el mando de las tropas a O'Higgins. Ambos terminaron por evacuar la plaza cuando la derrota era evidente, recurriendo a una desesperada carga de caballería.
Tras este revés total, se unió a la masiva migración de patriotas fugitivos que cruzaron la Cordillera con rumbo a Mendoza. Una vez ahí fue encarcelado junto a sus hermanos por orden de José de San Martín, quien después los desterró a la aislada ciudad de San Luis. Una vez recuperada la libertad, se estableció en Buenos Aires junto a sus hermanos. Posteriormente, Juan José y su hermano Luis se envolvieron — de acuerdo a Benjamín Vicuña MacKenna, a instigación de su hermana Javiera — en la llamada conspiración de 1817. El plan era volver a Chile con el propósito de apresar a O'Higgins y San Martín, forzándolos a abdicar y darles el poder. Contaban para esto con el apoyo de sus partidarios en Chile, sector que creían era considerable y que estaba a su espera.
Esos planes estaban avanzados en junio de 1817, los conspirados incluso se habían repartido los puestos del futuro gobierno: Manuel Rodríguez seria "dictador en lo político". El general Brayer (quien había llegado con José Miguel y ahora daba servicio en el Ejército de Los Andes) estaría a cargo del ejército. José Miguel sería enviado de nuevo a Estados Unidos a organizar una nueva flota. Luis Carrera, a la cabeza de una de las columnas armadas de sus partidarios que se organizarían en Santiago, capturaría a O'Higgins, mientras Juan José, al mando de la otra, se reservaba la captura y juicio militar de San Martín. A principio de ese mes los conjurados empezaron a viajar, por separado y en grupos pequeños a Santiago. A fines del mismo, los siguió Luis Carrera, disfrazado de mozo de un oficial de apellido Cárdenas. Y, finalmente, el 8 de agosto, Juan José, como amigo y compañero de viaje de un impresor.
Vicuña Mackenna llama al plan, entre otras cosas, una “funesta y loca trama”, producto de ”el sueño de una mujer” (es decir, Javiera) agregando que cuando José Miguel se enteró, habría dicho: “Mis hermanos se pierden. No son hombres para estas empresas. No tienen ni discreción, ni recursos, ni es ésta tampoco la época”. Apropiado o no, el plan comenzó a desbaratarse rápidamente, aún antes que todos los implicados pudieran cruzar la Cordillera. Por algún motivo, Luis Carrera asaltó un postillón para robarle las cartas y fue apresado en Mendoza. Su compañero de viaje confesó de inmediato, lo que llevó al arresto de Juan José en la posta de Barranquita, Provincia de Cuyo, el 20 de agosto de 1817. Ambos hermanos fueron trasladados a la cárcel en Mendoza. El resto de los conjurados fueron capturados en Chile, alrededor del 8 de febrero de 1818. Junto a ellos fueron arrestados numerosos carrerinos (incluyendo a Manuel Rodríguez). Los conspirados eran sólo doce, pero es posible que Rodríguez hubiera estado al tanto. Sin embargo, este juró que no sólo no sabía nada, sino que nunca estaría envuelto en tales maniobras. Los historiadores comúnmente destacan a Juan José, entre sus hermanos, como el poseedor del carácter más tumultuoso y cambiante. Otro rasgo recogido por la tradición es la enorme contextura y fuerza física que habría tenido. Por ejemplo, el investigador Oreste Plath recogía aun en el siglo XX historias orales acerca de cómo Carrera era capaz de detener un coche en marcha amarrándolo por las ruedas, o de que podía rescatar un caballo caído a un pozo jalándolo de las orejas. También se conserva la imagen de Juan José Carrera como un hombre enamorado, sentimental y sufriente. Sobre todo a partir de la correspondencia mantenida con su esposa, Ana María Cotapos, mientras se encontraba prisionero. Dichas cartas son piezas documentales de gran contenido emocional, que van desde el patetismo a la expresión dulce y tierna.
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