Hoy muchos mendocinos eligen preferentemente las costas del Pacífico. Otros en cambio, se trasladan a Mar del Plata y otras playas aledañas y algunos se animan a viajar a Uruguay o Brasil. Pero hace muchos años, las vacaciones eran sólo para los más pudientes, ya que los sectores más humildes no eran agraciados con el descanso estival.
Veamos como acostumbraban nuestros antepasados a veranear.
Vacaciones sin mar
Desde mucho tiempo atrás los mendocinos más pudientes elegían para vacacionar lugares como El Challao, El Plumerillo, La Lagunita, El Borbollón o algunas estancias en el Sur.
Esas vacaciones duraban varios meses, en los que las familias enteras, con sus sirvientes, se instalaban en sus fincas, gozando de la frescura de sus árboles y lejos del "ajetreo" urbano.
Estas fincas o estancias, contaban con grandes extensiones de campo, en las que se
encontraba el edificio principal que poseía muchas habitaciones. En un lugar de la extensa casa se encontraba una habitación perfectamente ornamentada con imágenes religiosas que servía de oratorio.
También existía, un poco más aislado de la construcción, una caballeriza y galpones. Además, en algunas de éstas se criaba ganado vacuno. Estaban adornadas con grandes álamos, algunos frutales y, por supuesto, las viñas que era, también por aquellos años, el cultivo por excelencia.
Yo voy en tren
A principios del siglo XX, los mendocinos cambiaron el lugar de vacaciones y aprovecharon la llegada del tren trasandino que unía nuestra ciudad con la de Chile para viajar hacia las costas del Pacífico. Viña del Mar fue siempre la más buscada.
Entonces, los pudientes viajeros se preparaban para alquilar u hospedarse en hoteles. Por supuesto; las vacaciones eran realmente muy largas y duraban desde el mes de enero hasta fines de marzo.
Preparados para el viaje
Previo a iniciar las vacaciones, las damas y caballeros hacían las compras en las tiendas más prestigiosas de nuestra ciudad. En ellas adquirían los trajes de baños, los cuales eran de origen francés. Para los niños, trajecitos de marineros. Luego de estas compras, se preparaba en diferentes baúles, a modo de maletas. Cabe destacar que la familia local solía ser numerosa y además llevaba a su personal de servidumbre.
Se partía desde la estación de Belgrano y Sargento Cabral -hoy se encuentra el Archivo General de la Provincia-. Actualmente el edificio sigue en pie.
Rumbo a la aventura
El viaje era una verdadera aventura llena de paisajes pintorescos. La primera parada del tren era la entonces y desolada estación de Blanco Encalada, para luego pasar a la de Cacheuta y posteriormente hacia Uspallata..
Allí, el convoy seguía a la estación de Zanjón Amarillo, en donde se ejecutaba el cambio de locomotora para marchar hacia las estaciones de alta montaña. Después de cruzar la cordillera y de hacer trasbordo, los turistas llegaban a Viña del Mar e inmediatamente se establecían en sus casas de campo o en bellos hoteles.
Ya en la costa, se los podía ver a los bañistas con largos trajes oscuros para las damas y para los hombres, mayas a rayas de color blancas y negras que les llegaban a los tobillos.
Después del baño en el mar, muchos se refugiaban en las carpas que estaban muy cerca de la playa.
Allí se divertían con juegos de naipes, dados, dama o ajedrez. También era el lugar en donde se reponían de una caminata por la playa o de nadar, por supuesto, con emparedados, aperitivos varios y refrescos.
Cuando, el sol caía, los turistas regresaban en sus carruajes a las estancias u hoteles. Pasadas unas horas se servía la cena. Los niños se iban después de comer a dormir y los adultos, podían gozar de unas horas más de tertulia.
Además de ir a la playa, en las estancias se desarrollaban cabalgatas, grandes bailes y los mayores descansaban a veces leyendo un buen libro.
Así los días pasaban relajados, hasta que llegaba el mes de marzo; sólo entonces, se pegaba la vuelta.Carlos Campana - Especial para Estilo
fuente: http://www.losandes.com.ar/notas/2013/1/27/vamos-playa-693341.asp