sábado, 25 de enero de 2014

El Hindenburg (25 de Enero de 1937)


Esta foto fue tomada el 25 de enero de 1937 en Nueva Jersey y se muestra el dirigible alemán "Hindenburg". El Hindenburg fue utilizado para transportar personas, correo y carga alguna entre Alemania y los Estados Unidos o América del Sur.
Fue en el día de hoy, 6 de mayo, en el año 1937 que el Hindenburg quemado y se estrelló en Manchester Township, New Jersey. Treinta y cinco de los noventa y siete personas a bordo murieron en la tragedia.

Foto: Old Picture of the day

jueves, 9 de enero de 2014

Orélie Antoine de Tounens.El Rey de la Patagonia ( el reinado más insólito del planeta.)

Orélie Antoine de Tounens, sexto hijo de una familia francesa de buena posición, aunque sin título de nobleza, se recibió de abogado y llevaba varios años actuando en los tribunales galos cuando decidió ser rey. En 1858, con 38 años, viajó a Chile. Aprendió el idioma español, escribió un libro sobre animales domésticos, se hizo llamar Príncipe de Tounens, tejió relaciones en Valparaíso y tomó contacto con los jefes de las tribus mapuches y araucanas.
Su discurso era similar en todos los territorios indígenas. Él les ofrecía la protección del rey francés Napoleón III y aseguraba que ambas partes compartían el mismo objetivo: vencer al gobierno chileno. Estos encuentros eran amenizados con fiestas en las que corría el alcohol como agua de manantial, provisto por el candidato a rey. En cambio, al gobierno chileno le explicaba que su misión era pacificar a la indiada y para ello solicitaba ayuda logística, incluso dinero.
La gira diplomática del charlatán francés daba sus frutos. De todos modos, nada de eso serviría si no establecía un acuerdo sólido con el gran cacique de los territorios chilenos, el indómito Quilapán.
La cumbre se realizó en la primavera de 1860. Como siempre, se iniciaron los festejos y el vino entusiasmó a la indiada, sobre todo al hijo de Quilapán, el bravo Kolüpan. Su número de destreza consistía en galopar con su caballo preferido hasta un peñasco. El pingo frenaba de golpe y quedaba con las manos (o patas delanteras, si se prefiere) alzadas en el precipicio. Vaya uno a saber si esa tarde hallaron los frenos o si el diestro Kolüpan condujo en estado de ebriedad; lo cierto es que el caballo no sólo dejó las manitos en el aire, sino también sus otras dos patas, y la dupla centaura se dirigió con extrema rapidez al fondo del precipicio.
La celebración se transformó en un encuentro de pésame, con mucho consumo de alcohol y desfile de los integrantes de la tribu que le ofrecían al inconsolable Quilapán regalos de toda naturaleza. El francés le cedió su caballo, un ejemplar joven, de buen porte y bien cuidado, que se diferenciaba en mucho de los que pastaban en el corral de la tribu. Con este obsequio, Orélie se ganó la gratitud del cacique e inició su cuenta regresiva hacia la corona patagónica.
La monarquía constitucional arrancó el 1 de noviembre de 1860 cuando Orélie redactó el Preámbulo y la Constitución del territorio, llamado Araucania. Según las firmas del documento, pudo establecerse que los constituyentes encargados de la redacción de la Carta Magna fueron dos: el príncipe Orélie de Tounens y un secretario invisible llamado Desfontaines, cuyo nombre era –¡oh, casualidad!– similar al del barrio donde vivía el extraño príncipe en Francia cuando no era noble.
Su gabinete estuvo integrado por Quilapán (ministro de Guerra), Quelaoeque (ministro del Interior), Calfoucaubí (de Justicia), Marioula (de Agricultura) y monsieur Mountret (de Relaciones Exteriores). Por su dominio de las lenguas española y francesa, Mountret asumió en la Cancillería y se convirtió en el único miembro del gabinete que no era nativo americano. Se estimaba que el reino contaba con unos dos millones de habitantes.
En realidad, cuando nació la Araucania, no había considerado que la Argentina tuviera amplia soberanía en el sur. La solución fue anexar, mediante un decreto fechado el 17 de noviembre, el territorio patagónico argentino.
Constitución en mano, el flamante rey partió de gira por sus tierras, cuatro veces más extensas que Francia, y fue proclamado por colonias mapuches en cuatro oportunidades, lo que significó cuatro fiestas más, donde no se tiró la casa por la ventana porque no había ni casa ni ventanas, pero se bebió como si fuera el fin del mundo.
El próximo paso del monarca fue escribirles cartas a compatriotas franceses, entre ellos a un juez de paz, para comunicarles la creación del reino de Nueva Francia, reino que, como vemos, cambiaba de nombre según los interlocutores. Contrató en Chile al músico alemán Wilheim Frick para que compusiera el “Himno Real a Antonio Orelie”. Mandó confeccionar la bandera del reino, azul, blanca y verde, y la hizo jurar por sus vasallos en cada tribu.
Entusiasmado con la sumisión de los nativos, el monarca organizó ataques a poblados chilenos, pero no se llevaron a cabo porque su lenguaraz mapuche avisó a las autoridades. Se comisionó al coronel Cornelio Saavedra para que capturara al flamante rey. Se trataba del nieto del presidente de la Primera Junta.
Saavedra detuvo a Orélie-Antoine y lo llevó a Valparaíso para juzgarlo. Lo encarcelaron siete meses y los peritos médicos establecieron que había perdido el juicio. Fue encerrado en un manicomio nueve meses hasta que el cónsul francés lo metió en un barco que lo llevó de regreso a Francia. Su Majestad patagónica insistió con el proyecto e inició una campaña para juntar dinero y regresar al reino. Consiguió un financista en 1869 y volvió a embarcarse, esta vez con destino a Buenos Aires.
Tras una corta estadía en la ciudad rumbeó al sur, desembarcó en la bahía de San Antonio (Río Negro) e inició una caminata por su reino, hacia el oeste. Se topó con una tribu poco amistosa que no parece haber reconocido que estaba frente a su monarca. Casi lo degüellan.
En cuanto puso un pie en Chile, convenció al poderoso Quilapán de que era tiempo de emprender la gran guerra. Le aclaró que en breve llegarían armas desde Francia. Los mapuches no le creyeron y Orélie-Antoine I no tuvo más remedio que emprender la retirada. En 1871 abordó en Buenos Aires y partió de regresó a su país natal.
En Francia no se quedó quieto. Planificó toda la estrategia comercial. Nombró un cónsul en Inglaterra. Redactó el diccionario francés-mapuche para facilitar el intercambio mercantil. Acuñó monedas de cobre que hoy son tesoros para los coleccionistas. El reino de “La Nouvelle France” llegó a tener un periódico que se imprimía en Marsella, donde estaban sus auspiciantes. Con enorme entusiasmo y fuerza de voluntad, Orélie volvió a cruzar el océano en 1874 y desembarcó cerca de sus dominios, en la capital de la República Argentina. Por las dudas, se dejó una barba extensa y cambió su nombre: pasó a llamarse Jean Prat. Poco después se instaló en Bahía Blanca.
Pero fue descubierto, encarcelado y deportado. El New York Times, al relatar la historia del llamativo personaje, explicaba que el negocio que se escondía detrás de toda la fachada monárquica era la comercialización del guano, que la Argentina no estaba en una situación de calma interna que le permitiera ocupar su tiempo en lidiar con reyes patagónicos y que Orélie se había equivocado de país, ya que si hubiera ido a los ilusos Estados Unidos, lo habrían hecho participar de comidas, agasajos y muchos otros actos en su honor.
El cuarto viaje del rey de Araucania y Patagonia tuvo lugar en 1876. Se instaló en la isla Choele Choel (Río Negro), aunque no por mucho tiempo. El monarca estaba enfermo y partió de regreso en su último viaje transatlántico. Durante su convalecencia, el presidente del tribunal francés que lo juzgaba, un ex periodista de apellido Planchet, le robó la Constitución para apoderarse del título y viajó a la Patagonia con intenciones de hacerse respetar por los nativos.
La falta de respeto de la indiada fue tan evidente que debió regresar a Francia, donde Orélie, por su honor y el de sus súbditos, lo retó a duelo. Pero a un duelo singular, con lanza y boleadoras. Planchet renunció al combate por la corona. El monarca de los araucanos no quiso dejar su reinado en manos de inescrupulosos y repartió títulos de nobleza entre sus allegados. A uno lo nombró Barón de Belgrano, a otros les confirió la Orden de la Estrella del Sur.
Murió en Bordeaux el 17 de septiembre de 1878. El escultor de su tumba, al no saber cómo era la corona que debía esculpir, decidió imitar la que usa el rey de corazones de la baraja francesa. En sus últimos días, Orélie había dicho: “Sí, he sido un completo chiflado. Pero, ¿quién iba a pensar que Francia podría negarse a anexar tan espléndidas colonias?”.
Antes de morir, delegó su reinado. El conde patagónico Gustave Aquiles Leviarde –su primo segundo–heredó el trono, con el nombre de Aquiles I. Se ocupó de nombrar funcionarios y embajadores, pero nunca viajó a Sudamérica. Cuando sintió que se acercaba su fin, envió al Primer Ministro, el conde de Bellegarde, a Pittsburgh (Estados Unidos) con el fin de negociarla venta del título con el poderoso industrial del acero Andrew Carnegie, el Bill Gates de hace cien años. En un principio el multimillonario se interesó. Las reuniones se extendieron por seis semanas. Incluso viajó un teniente de ingenieros del ejército austríaco, a quien Aquiles nombró Jefe de Topografía, para que dibujara un mapa del reinado en venta. Pero los emisarios no lograron convencerlo y Carnegie se perdió la posibilidad de hacer el negocio que luego entusiasmaría a Ted Turner, Luciano Benetton y Joseph Lewis.
Aquiles I murió el 18 de marzo de 1902, en su pequeño departamento parisino, en la Plaza de las Naciones, víctima de una neumonía. Su canciller, que trabajaba de encargado de un bar, explicó a los medios periodísticos que el rey Aquiles había nombrado un sucesor, pero él no podía anunciarlo hasta que se cumplieran las reglas de etiqueta: primero había que informarles sobre la sucesión a los monarcas europeos y a los presidentes americanos. Sabia regla de etiqueta, aunque era evidente que el hombre tenía más familiaridad con las etiquetas de las botellas que expendía.
A Aquiles I lo sucedió el médico Antonio Hipólito Cross –Antonio II–, quien murió al año siguiente. Sus descendientes intentaron vender el título a algún millonario, pero no aparecieron interesados. La corona se la calzó su hija Laura Teresa I y más tarde el hijo de Laura, Jacques Antonio Bernard –Antonio III–, hasta que en 1951 abdicó en favor de Felipe Pablo Alejandro Enrique Boiry. Felipe I acaba de morir el primer domingo de 2014, dejando acéfalo el reinado más insólito del planeta.

lunes, 6 de enero de 2014

Curiosidad Histórica. Origen de Los Reyes Magos.


Hoy día 6 de Enero, se celebra el día de Reyes, pero ¿de dónde viene esta tradición?
El primer documento en el que aparecen consignados es el evangelio de San Mateo (escrito ca. 64-110 d.C.). En él, en ningún momento se asevera que se trate de tres monarcas: "Nacido [Jesús], pues Jesús enBelén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?.Porque hemos visto su estrella al Oriente y venimos a adorarle. […]" Mateo 2:1-2. Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, les interrogó cuidadosamente sobre el tiempo de la aparición de la estrella; y, enviándolos a Belén, les dijo: "Id e informaos exactamente sobre ese niño, y, cuando le halléis, comunicádmelo, para que vaya yo también a adorarle. Después de haber oído al rey, se fueron, y la estrella que habían visto en Oriente les precedía, hasta que vino a pararse encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella sintieron grandísimo gozo, y llegando a la casa, vieron al niño con María, su madre, y de hinojos le adoraron, y, abriendo sus cofres, le ofrecieron como dones oro, incienso y mirra". Mateo 16:1.

Según afirma el medievalista florentino Franco Cardini (2002), este pasaje de la Biblia debe entenderse como una metáfora de la aproximación de las naciones paganas al cristianismo. Del mismo modo, considera que el hecho de arrodillarse ante Dios evoca a las relaciones de vasallaje que imperaron en la Europa de la Edad Media, y que tienen su génesis en una costumbre de origen persa adoptada posteriormente por los romanos.

El principal misterio que gravita en torno a los Reyes, su verdadera identidad, resulta un rompecabezas sin solución aparente. En palabras del propio Cardini, podría tratarse de sacerdotes o astrólogos persas del culto mazdeísta. Esta opinión es compartida por otros historiadores, quienes también se refieren a un grupo de sabios árabes.

Lo mismo ocurre con el número exacto de magos que visitaron a Cristo (cuatro, 10, 12 o incluso más, si nos atenemos a algunos textos antiguos). Siguiendo con las teorías de este autor, se empieza a hablar de tres personas a finales del siglo V, una cifra que podría interpretarse como una alusión velada a la Santísima Trinidad, los tres únicos continentes conocidos por aquel entonces, las tres razas o las tres edades del hombre. De ahí que Baltasar, joven y de piel negra, proceda supuestamente de África; que Gaspar, el de mediana edad y cabello pelirrojo, sea oriundo de Asia, y que Melchor, anciano y con una larga barba blanca, provenga de Europa.

La configuración de esta imagen estereotipada es relativamente temprana. Sin ir más lejos,Isidoro de Sevilla (560-636) ya se refirió a Baltasar como un «mago de color fuscus». En cualquier caso, sería en el siglo XV cuando la tradición pictórica centroeuropea comenzaría a representarle con rasgos africanos. En relación al mismo, aún pervive una leyenda catalana que asegura que los condes de Baux descienden directamente de este, dada la similitud fonética entre el término en italiano (Balzo) y el nombre del enigmático personaje.

Ahora bien, el culto en Europa a los Reyes Magos había comenzado tres siglos atrás, coincidiendo con el traslado de sus supuestos restos a la catedral de Colonia. Esta efeméride tuvo lugar en 1164 y corrió a cargo de Rinaldo de Dassel, canciller de Federico Barbarroja. Precisamente, sería este último quien popularizaría a estos tres personajes en el Viejo Continente. Pese a que actualmente sólo gozan de una gran aceptación en España, Melchor, Gaspar y Baltasar llegaron a ser muy venerados en Siena y en la Florencia de losMedici, quienes siempre mostraron un gran apego por ellas

Y es precisamente en Italia donde nace el mito del cometa que guía a los magos hasta la morada de Jesús. Pese a que San Mateo sólo se refiere a una estrella, el pintor Giotto de Bondone la magnifica en los frescos de la capilla de losScrovegni de Padua (1304-1306), inspirado presuntamente por el Halley.

En cualquier caso, huelga decir que los Reyes Magos no son los únicos que comparten con Santa Claus el rol de transportar obsequios desde un lugar remoto. En efecto, belgas y holandeses celebran el 5 de diciembre la llegada de San Nicolás (de Bari), el obispo que inspiró la figura dePapa Nöel y cuyo alter ego contemporáneo luce la indumentaria propia de este rango. Los suecos, por su parte, esperan impacientes los regalos de Santa Lucíacada 13 de diciembre. También han optado por un personaje femenino austríacos y alemanes, quienes aguardan cada Nochebuena a Christkind. También el 24 de diciembre, Rusia y el mundo eslavo celebran la visita de Ded Moraza (un anciano muy similar a Santa Claus, pero que no luce el consabido traje rojo), mientras que los niños y niñas colombianos disfrutan de los presentes que les deja el niño Jesús. En Cataluña, la víspera de la Navidad tiene como protagonista al tió, y, en Euskadi, al Olentzero. Finalmente, los italianos reciben sus obsequios el 5 de enero, gracias a La Befana, una entrañable bruja.

En cualquier caso, todas estas tradiciones prácticamente se solapan en el calendario con el festival romano de Sigillaria, que tenía lugar a partir del 25 de diciembre. En él, los niños recibían todo tipo de muñecos, juegos, dinero y material de escritura. Ante esta evidencia, y pese a que el día de Reyes coincide con el nacimiento de Jesús según la Iglesia ortodoxa, resulta difícil seguirse aferrando a la casualidad a la hora de explicar el origen de estas arraigadas festividades.
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