viernes, 6 de julio de 2018

Darwin en Argentina


Si hablamos de viajeros, alguien que hizo honor a ese espíritu fue el inglés Charles Darwin, naturalista, científico brillante, padre de la teoría de la evolución. En tiempos donde el mundo era una invitación a explorar y descubrir, este entonces joven de 22 años llegó a Argentina y trazó una ruta que hoy por hoy puede ser reconstruida y que en muchos casos conserva la historia de su visita.


Darwin estuvo en el país entre diciembre de 1831 y octubre de 1836. Daba la vuelta al mundo a bordo del Beagle, que comandaba el capitán Robert Fitz Roy, experto cartógrafo y meteorólogo, y al llegar a tierra argentina se encontró con paisajes e informaciones tan importantes que marcaron a fuego sus futuras observaciones para la ciencia. Muchos de los lugares que conoció fueron descritos por él en su libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo, que publicó en 1939. A comienzos de agosto de 1932, el barco dejó a Darwin en la desembocadura del río Negro, cerca de Carmen de Patagones. Cada vez que podía, el científico recolectaba plantas, rocas, y buscaba fósiles. Sobre esta zona, escribió:

“para un amante de la geología, este sitio es del máximo interés. Las divisiones de los estratos siguen por millas en forma exactamente paralela a la superficie del mar… Para un geólogo, es como el Dorado… Había valvas fósiles por todas partes”.

El campamento estaba en las cercanías de Fortín Mercedes, lugar que hoy todavía se conserva y se puede visitar (ahí también estuvieron los restos de Ceferino Namuncurá hasta 2009).

Darwin estuvo con Juan Manuel de Rosas, recorrió el terreno, anduvo a caballo, cazó, interactuó con los pueblos originarios de esa zona.El enfrentamiento entre los pueblos originarios y el “hombre blanco” fue entonces lo que más le llamó la atención.
Luego de dejar temporalmente la Patagonia, Darwin fue a Buenos Aires y desde allí comenzó excursiones que lo llevaron una vez más al sur, a la región de Bahía Blanca y alrededores, donde hizo descubrimientos cruciales para su investigación.

En la zona de Punta Alta , donde hoy hay un museo que lleva su nombre, y en la región de Las Rocas (en Pehuen Co) encontró fósiles gigantes, que hoy todavía pueden visitarse. Fue aquí donde empezó a pensar en la teoría de la evolución. Uno de los fósiles que más lo impresionó fue el del megaterio, que era poco conocido en la época. Era septiembre de 1932 y todo lo encontrado le permitió pensar en la mutabilidad de las especies. En ese viaje, que fue a caballo, acompañado de los gauchos, también se fascinó por la información geológica que encontró, y por los dos tipos de ñandúes que pudo reconocer. A Rosario, Darwin llegó en barco, por el río Paraná. Y al ver la ciudad escribió:

“Rosario es una gran ciudad, edificada en una meseta horizontal levantada sobre el Paraná unos 18 metros. El río aquí es muy ancho y tiene numerosas islas, bajas y frondosas, como también la opuesta ribera. La vista del río parecería la de un gran lago, a no ser por las islitas en forma de delgadas cintas, únicos objetos que dan idea del agua corriente”.

También pasó por Santa Fe y el cambio de clima lo sorprendió:

“Por la mañana llegamos a Santa Fe. Allí me sorprendió observar el gran cambio de clima, producido por la diferencia de sólo 3 grados de latitud, entre este lugar y Buenos Aires. Así lo evidenciaban el vestido y la complexión de los hombres, el mayor desarrollo del ombú, el gran número de nuevos cactus y otras plantas, y especialmente de las aves”.
Una vez más en las costas Patagónicas, Darwin se encontró con especies que lo obnubilaron. En diciembre de 1933, llegó a Puerto Deseado. Aquí encontró fósiles, también, por ejemplo, el de una especie de “llama gigante”. Todo eso lo llevó a preguntarse por la extinción y sus causas.

Aquí también quedó su nombre. Los Miradores de Darwin pueden visitarse hoy en un viaje que incluye gomones y caminata y que lleva en total unas siete horas de un viaje fiel a su estilo. Una manera de seguir sus pasos, una forma de ver esta tierra que lo inspiró a escribir:

“…No creo haber visto jamás,
un lugar más alejado del resto del mundo, que
esta grieta de rocas en medio de la inmensa
llanura…” 
La ruta al sur lo llevó a las Islas Malvinas y luego al Canal de Beagle . En Malvinas tomó apuntes de especies, en Tierra del Fuego interactuó con nativos. En esos días exploraron el cerro Fitz Roy, que recibió el nombre en honor al capitán de su barco. El camino luego lo llevó a territorio chileno. En marzo de 1835, Darwin volvió a pisar tierra argentina cruzando el Paso Internacional Portillo, a lomo de burro. Entonces recorrió algunos lugares de la provincia de Mendoza. Esta vez, su objetivo principal fue recolectar información geológica.

En Paramillos, se topó con el bosque de árboles petrificados, y dejó registro de sus observaciones: “Se requiere un poco de practica geológica para interpretar la maravillosa historia que esta escena una vez encerró; aunque confieso que estuve primero tan asombrado que pude escasamente creer la más clara evidencia. Vi el lugar donde un grupo de finos árboles una vez ondularon sus ramas sobre las costas del Atlántico, cuando el océano (ahora retirado 700 millas) vino al pie de los Andes….”

Agua de la Zorra, en “Paramillos de Uspallata”, es hoy un lugar de interés científico a nivel internacional. La observación de Darwin fue el primer trabajo geológico de la provincia de Mendoza

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