Se trata de La Feria de Productores y Artesanos de Villa de Las Rosas: unos 7 años atrás se instalaban los primeros tres o cuatro puestos; hoy es el paseo de compras más simpático, convocante y colorido del valle. Un sábado cualquiera alrededor de medio día. Imposible estacionar alrededor de la plaza de Villa de Las Rosas (?!) Sí, es el efecto feria, ¿conocen en la zona otro fenómeno capaz de convocar a tanta gente fuera de temporada? Nosotros no.
Nos vamos acercando (a pie, el auto quedó a unas cuadras) y ya se percibe un clima especial: nos cruzamos con conocidos de distintos pueblos del valle, mientras pasa un grupo de viajeros hablando en alemán. Muchos chicos correteando, termos y mates por doquier. Siguen llegando... algunos en bici y alguien en un auto eléctrico de fabricación casera. Canastos vacíos que se van llenando...Besos, abrazos, música, olorcito a comida, más besos y más abrazos. Unos sieteaños atrás un pequeño grupo de productores de la zona, acompañados por gente del INTA, empezó a pergeñar esta iniciativa de la feria y se instalaron los primeros puestos en la plaza del pueblo (con el apoyo del Municipio de Villa de Las Rosas, que autorizó el uso del espacio público).
Entre aquellos pioneros está Antonio “el Gallego” Martínez, con sus quesos de cabra Homenaje. Antonio es quizá el personaje más carismático de la feria y su puesto uno de los más concurridos.
Acaso se deba a la pasión con que vive y transmite su experiencia. Mientras da a probar sus deliciosos quesos, acompañado por su esposa Vilma, “el Gallego” no deja de hablar de sus cabras, de su tambo a pie de sierra y, sobre todo, de cuánto le debe a esta iniciativa. Y aunque su gratitud es inconmesurable, podemos traducirla a números y sintetizarla así: cuando arrancó ordeñaba unos 38 litros por semana, hoy está llegando a los 900 y casi el 100% de su producción se vende aquí.
Otra enamorada de la feria es Miri, una holandesa instalada hace tiempo en la zona rural de Villa de Las Rosas. También fue de las primeras y llegó con la intención de vender una partida de melones orgánicos.
Quedó tan encantada que a partir de esa primera experiencia, y en vista de que se terminaban los melones, se puso a pensar en qué producir para poder volver cada sábado a instalar su puesto: a los melones le siguieron zapallos, que luego se convirtieron en mermelada.
Después vinieron otras mermeladas y más tarde, retomando la tradición holandesa, Miri incursionó en la producción de lácteos (yogur, distintas variedades de quesos y ahora también dulce de leche). Los llamó La Aguadita. Son riquísimos y muy demandados; de manera que mientras los siga produciendo le aseguran a Miri su permanencia en la feria... Ninguna otra cosa parece importarle más.
Y está David con sus jabones, están los Amorelli con sus vinos, Pedro y Silvia con su cerveza...Las delicias de Natalia y Sebastián...Y así podríamos seguir con cada puesto, basta parar la oreja un ratito para encontrarse con una linda historia detrás.
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