miércoles, 24 de marzo de 2021

Misia Felicitas!

Felicitas Guerrero Cueto de Álzaga Pérez Llorente, dama porteña que por su belleza y su trágica historia fue musa de escritores y artistas. Nació hija de un próspero comerciante nacido en Málaga, España, y su mujer criolla. Desde muy joven fue alabada por su belleza, que quitaba el aliento a todo el joven país. Su encanto enamoró a Martín Gregorio de Álzaga, rico estanciero. Sin embargo, él tenía 50 años, por lo que Felicitas imploró a su padre que no le de su mano en matrimonio, pero este consideró que por la fortuna y posición del novio el casamiento tenía que llevarse a cabo. Tuvieron dos hijos, ambos muertos por causa de la epidemia de fiebre amarilla. Solo seis años después del casamiento, muere Álzaga, dejando a Felicitas Guerrero viuda, pero muy joven y con una inmensa fortuna de él heredada. Comienza entonces a brillar en las noches porteñas, y a ser deseada por todos los hombres en los salones literarios. Uno especialmente fue flechado por sus virtudes, Enrique Ocampo, con quien cada vez se veía más seguido e íntimamente. Todo cambió cuando una tarde de tormenta, al estar nuestra protagonista yendo al campo, fue asistida por un joven, dueño de las tierras por donde estaba en ese momento. Se llamaba Samuel Sáenz Valiente, y su caballerosidad y personalidad pudieron con Felicitas, quien se enamoró profundamente. Así al tiempo todo Buenos Aires estaba enterado que se avecinaba la boda Sáenz Valiente - Guerrero. Sólo a una persona le cayó mal la noticia, el despechado Enrique Ocampo, quien luego de tomar unas copas se acercó a la casa de la joven viuda, y ya los dos en el jardín le preguntó frontalmente ¿Te casás con Samuel o conmigo?, a lo que le siguió una violenta y corta discusión, y finalmente las últimas palabras que Felicitas escucharía: ¡O te casás conmigo o te casás con nadie! La viuda de Álzaga quiso correr y escapar, pero una bala disparada cobardemente por la espalda y una lenta agonía terminaron con su vida la mañana siguiente. La recuerda la Iglesia Santa Felicitas construída por sus padres en Buenos Aires, así como múltiples libros, una película y el imaginario colectivo que nunca la olvidó ni lo hará. (1846-1872)

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