Por Eduardo Javier Mundani Osuna.
Era diciembre de 1823, cuando vuelven a encontrarse, después de varios años de ausencias. Ella, una malcriada pequeña de 8 años. Él, un General victorioso, buscando un poco de paz. Dos virtuales desconocidos, unidos por el inquebrantable lazo de sangre que los une. Dos meses después, José decide irse, buscando la paz que en su tierra no encuentra. Paz y tranquilidad es lo único que pide y exige el Libertador de Tres Naciones. ¡Que poco quiere! Tomados de la mano, ellos dos solitos, casi sin conocerse mutuamente, parten al exilio voluntario europeo, del cual él nunca regresará. Vivieron solos mucho tiempo, en distintos lugares de Europa. Sólo fueron tres durante un tiempo, cuando el tío Justo Rufino, hermano de papá, vivió con ellos algunos años. Recibió una educación esmerada, todo lo mejor que le pudo brindar su padre. Ésto hizo que Mercedes se convirtiera en una joven dama educada, delicada y fina, de grandes conocimientos, algo no muy común para una mujer de la época. En 1832, Mercedes y José enfermaron de cólera. Y junto a ellos estuvo un médico y diplomático argentino, Mariano, que supo atenderlos con dedicación y esmero. Tanto es así, que entre Mercedes y Mariano nació el amor, y se casaron a finales de ese año 32. Mercedes tenía 16 años, un año y pico más de los años que tuvo su mamá cuando se casó con José. Tuvieron dos hijas, María Mercedes y Josefa "Pepa" Dominga. Esas niñas fueron la alegría de los años finales del venerable anciano de canas muy blancas. En 1844, ya previendo su final, Don José hace un nuevo testamento, el definitivo. Y en él dice en su artículo 6to.: "...Aunque, es verdad que todos mi anhelos no han tenido otro objeto que el bien de mi hija amada, debo confesar que la honrada conducta de ésta, y el constante cariño y esmero que siempre me ha manifestado, han recompensado con usura, todos mis esmeros haciendo mi vejez feliz. Yo le ruego continúe con el mismo cuidado y contracción la educación de sus hijas (a las que abrazo con todo mi corazón) si es que a su vez quiere tener la misma feliz suerte que yo he tenido..." Mercedes, sin lugar a dudas, fue la mujer en la vida del General. Aquella niña malcriada, supo convertirse en la hija abnegada que merecía la solemne soledad del guerrero. Ella fue la luz de los ojos de su padre. Ella vivió devota de su papá, sirviéndole como solo el amor filial verdadero puede hacerlo. Ese 17 de agosto, cuando Don José se moría, le pidió a su yerno Mariano, que la sacara del cuarto, quería evitarle el sufrimiento a su amada "infanta mendocina" -cómo él la llamaba- de verlo morir. Y una vez muerto, ella fue una fiel custodia de la memoria de su padre. Se había casado en 1832 con Mariano Severo Balcarce Buchardo, hijo del General de la Independencia, Antonio González Balcarce. Mercedes morirá en 1875, de 59 años de edad. Mercedes, Mariano, y María Mercedes, descansan en la Catedral de San Francisco, en la Ciudad de Mendoza. Josefa Dominga continúa descansando en Francia. Y hoy, creo yo, 24 de Agosto, debería ser el "Día del Padre Argentino", fecha en que se recuerda, gracias a su amada Merceditas, el inicio de la paternidad del General San Martín, el Padre de todos los argentinos. Las imágenes son representaciones artísticas de mi amigo Ramiro Ghigliazza
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