Nota de la Revista caras y caretas en el año 1902.
Suele esparcirse
de cuando en cuando
alguna rara noticia
sobre descubrimientos
extraordinarios
en la mansión de los
muertos. La conversación
de 1as
viejas ofrece también
un comitente
precioso de historias
en que figuran
espeluznantes pobres
diablos que
no tuvieron tiempo
de protestar en vida
contra las apariencias
de muerte
y contra el entierro
efectuado por
los deudos. Ya es
una novia cataléptica
que á los diez
años de sus funerales
resulta contraída
en e! ataúd,
como si hubiera
querido huir hacia
el amante desconsolado,
ya un caballero
siniestro,
cuyos huesos, removidos largo
tiempo después,
revelan la horrible
tragedia del enterrado
vivo. En general, puede tenerse por consejas
inofensivas estas maravillosas narraciones; pero todavía,
en los pueblos escalonados en la soledad de las
campañas, por ignorancia, por falta de médicos, por
muchísimas razones, es posible la observación de casos
más ó menos parecidos.
Un fenómeno menos aterrorizador
y también rarísimo
en nuestro clima
húmedo por la variedad
de agentes atmosféricos
que
se encargan de
combatirlo, es el
de la momificación.
El Azul entero ha
examinado la antepasada semana
un sugestivo espécimen
de lo que decimos,
causando la
natural admiración
del vecindario
Se trata del cadáver de un niño de
12 años, enterrado
hace 35, que no
ofrece más alteraciones
en su cuerpo
que las producidas
por la desecación
de las carnes, conservándose
intactas
las formas .
Aquí, en la Recoleta,
ocurrió algo
parecido en 1894:
el señor Mariano
V. Escalada , al
disponer la extracción de algunos restos en el sepulcro
de su familia, pudo ver durante cinco minutos, lleno
de asombro, el cuerpo de la señora Liberata Valdez de
Barcena, vestida de novia, con todas las apariencias de
la vida! Mediaban varías décadas desde el entierro, y
la visión duró un instante, que el viento aprovecha
para convertir en polvo la alucinante figura.