Cientos de botellas con agua son dejadas diariamente en los santuarios dedicados a la Difunta Correa que se encuentran en pequeños altares, oratorios y nichos en todas las rutas del país, desde Jujuy a Tierra del Fuego. Agua para una mujer que murió sed en medio de un desierto de arena y piedra allá por 1841.
Se conservan diversas versiones de la leyenda, conforme la cual Deolinda Correa (o Dalinda Antonia Correa, según el nombre con el cual aparece mencionada en el relato más antiguo (Chertudi y Newbery, 1978), fue una mujer cuyo marido, Clemente Bustos, fue reclutado forzosamente hacia 1840, durante las guerras civiles entre unitarios y federales. A su paso por la aldea de Tama, provincia de La Rioja -donde vivía la familia- la soldadesca montonera que viajaba rumbo a San Juan obligó al marido de Deolinda, contra su voluntad, a unirse a las montoneras. Esto hizo que Deolinda, angustiada por su marido y a la vez huyendo de los acosos del comisario del pueblo, decidiera ir tras él.
Vestida de rojo y con su hijo de meses a cuestas, María Antonia Deolinda Correa, Donosita, como se cuenta que la llamaban, inició su marcha hacia la provincia de La Rioja deseosa de reunirse con su marido en San Juan y siguió las huellas de la tropa por los desiertos de la provincia de San Juan llevando consigo sólo algunas provisiones de pan, charque y dos chifles de agua. Cuando se le terminó el agua de los chifles, Deolinda estrechó a su pequeño hijo junto a su pecho y se cobijó debajo de la sombra de un algarrobo. Pero la sed y el cansancio pudieron más que su voluntad, y murió en las cercanías de Caucete.
Dicen que antes de morir invoca a Dios para que salve a su pequeño hijo.
Y el milagro se produjo. Allí murió a causa de la sed, el hambre y el agotamiento. Sin embargo, cuando los arrieros riojanos Tomás Nicolás Romero, Rosauro Ávila y Jesús Nicolás Orihuela, pasaron por el lugar al día siguiente y encontraron el cadáver de Deolinda, su hijito seguía vivo amamantándose de sus pechos, de los cuales aún fluía leche. Los arrieros, que conocían a Deolinda puesto que eran vecinos de Malazán, donde ella era muy querida por sus virtudes y buenas acciones, la enterraron en el paraje conocido hoy como Vallecito y se llevaron consigo al niño hacia La Rioja. En la primera jornada de camino, el niñito empezó a enfermarse y falleció. Los arrieros regresaron a Vallecito y lo enterraron junto a su madre.
Años más tarde, otros arrieros que estaban buscando infructuosamente unos animales perdidos, al ver la tumba imploraron su ayuda y la Difunta respondió al pedido. Así comienza un culto que lleva casi 160 años y que continúa creciendo.
Otras versiones difieren acerca de la suerte que habría corrido el hijo de la Difunta. Según una interpretación, habría sido criado por una familia del lugar y habría fallecido de viejo. Según otra, "no se supo de la suerte corrida por el pequeñuelo".
También existen diferencias acerca del marido de Deolinda: algunas versiones indican que lo mataron las montoneras, otras, que regresó después de ocho o diez años al que fuera su hogar.
Al conocerse la historia, muchos paisanos de la zona comenzaron a peregrinar a su tumba, construyéndose con el tiempo un oratorio que paulatinamente se convirtió en un santuario. La primera capilla de adobe en el lugar fue construida por un tal Zeballos, arriero que en viaje a Chile sufrió la dispersión de su ganado. Tras encomendarse a Correa, pudo reunir de nuevo a todos los animales.
"No interesa que los sucesos sean imaginarios o verídicos, ya que más que narrar hechos, el mito comunica significados. Lo fundamental es el sentido y para acceder a él es necesario considerar las relaciones de transformación", dice la antropóloga sanjuanina María Cristina Krause.
La historia de la Difunta Correa, verdadera o falsa, no sólo mereció las veintinueve estrofas que Benarós, al recrear su vida y su calvario, plasmó como una secuencia fotográfica en su Romancero criollo, sino, y más aún, hizo que se convirtiera en uno de los símbolos populares más importantes de la Argentina.
De Deolinda Correa se sabe todo y aunque jamás pudo comprobarse nada de lo que se dice que se sabe, su imagen tiene, como no podía ser de otra forma, la fuerza del viento y el misterio insondable de las noches. No es un mito, tampoco una leyenda.
Hay coincidencia casi absoluta entre los historiadores en que no hay suficientes elementos de prueba para demostrar la existencia de Deolinda Correa. Ni acta de nacimiento, ni partida de defunción, ni datos sobre su hijo. Pero tampoco la niegan. Y no la niegan porque todo lo que la rodea es real: la guerra civil, el desierto, la ruta hacia los llanos riojanos y la calle Dos Alamos, en donde se cree que Deolinda tenía su casa.
"No es que crea o no que haya existido Deolinda Correa -agrega Krause-, sino que acepto que es real porque para la gente lo es, y no puedo poner en duda lo que la gente manifiesta como una realidad."
En ocasión de la Cabalgata de la Fe a la Difunta Correa, realizada en San Juan entre el 31 de marzo y 2 de abril de 2006, la Cámara de Diputados de la Nación aprobó un proyecto de resolución de adhesión a esa marcha. La resolución, entre otras cosas, dice: "No se trata de una fábula o leyenda, pues reconoce rastro cierto aunque no constituya historia por incompleta información. Dos hermanas Correa, casadas con dos hermanos Bustos, sobrinos del gobernador Bustos, caudillo de Córdoba, experimentaron crueles padecimientos al hacerse presente el general Lamadrid al frente de una columna del ejército unitario y ocupar en dos oportunidades la provincia de San Juan. Una de ellas, esposa del joven doctor Francisco Ignacio Bustos, ministro del gobernador federal don José María Echegaray; la otra, Deolinda Correa".
Para Rubén Dri, ex sacerdote católico, filósofo, teólogo y profesor de Filosofía y Ciencias de la Educación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA), los mitos son creaciones colectivas destinadas a dar sentido a la vida y sus grandes problemas. "Para comprender el sentido de las narraciones mediante las cuales los mitos se expresan -dice-, es necesario tener las claves de los diversos géneros literarios que emplean. Los géneros literarios son maneras de expresar y transmitir mensajes. Por eso, para comprender los relatos mitológicos de los sectores populares habría que destacar los más pertinentes. En principio, la leyenda. A la leyenda se la suele confundir con el mito, y ése es un error porque la leyenda es una narración sin fundamentos históricos, es creada totalmente por la fantasía popular, como Anahí, la princesa guaraní que resiste la invasión y termina quemada convirtiéndose en la flor del ceibo. Emparentada con la leyenda está la saga. Parecen ser un mismo género literario, una narración sin fundamento histórico. Pero aquí está la diferencia. La saga tiene un fundamento histórico, aunque muy lejano. En general, las narraciones sobre el pasado histórico de acontecimientos sobre los cuales no se tienen documentos son sagas. Por eso, la de la Difunta Correa es una saga muy importante porque si bien no poseemos documentación que nos permita reconstruir su historia, no podemos dudar de un fundamento histórico. Como ella, hubo muchas difuntas Correa, es decir, muchas mujeres que acompañaron a sus esposos en las luchas civiles. Varias de ellas hicieron actos heroicos. La saga de la Difunta Correa tipifica en esa mujer el comportamiento heroico de las demás."
Leyenda, mito, creencia, culto, devoción son manifestaciones de religiosidad popular que el tiempo teje.
El profesor Dri, autor, entre otros libros, de La utopía de Jesús y coordinador de un grupo de investigadores de la UBA que concluyó con la edición de Símbolos y fetiches religiosos en la construcción de la identidad popular, dice que lo importante, en definitiva, es lo que interpreta la gente; la relación entre el sujeto y los símbolos. "El devoto, sea de la Difunta Correa, del Gauchito Gil o de la Virgen de Itatí, hace una interpretación espontánea, perteneciente a su sentido común. Es decir, ellos tienen una interpretación del significado de esos símbolos para sus vidas. Este significado puede o no coincidir con el que se les otorga desde la institución religiosa que ejerce sobre ellos su control."
Alrededor de un millón de personas visitan cada año el santuario de la Difunta Correa, en el cementerio de Vallecitos. Se trata, como dice Dri, "de la fe como constructora de un espacio de esperanza y curación".
Hoy en dia mucha gente deja en el santuario de la difunta botellas con agua, pensando que "la difunta toma esa agua".
El Santuario Principal
En Vallecito, en medio de un desierto de arena y piedra se encuentra su Santuario Principal a un costado de la Ruta Nacional Nº 20, km 62 en el Departamento de Caucete, que une la ciudad de San Juan y las provincias de La Rioja y Catamarca.
El Santuario posee, al pie de un cerrito, un total de 15 capillitas (habitaciones de 5 m por 3 m o más grandes) desbordando de ofrendas. Todas fueron donadas por diferentes promesantes, cuyos nombres figuran en placas sobre las puertas de entrada. Supuestamente, una de ellas, que contiene los restos de Deolinda Correa, tiene una gran escultura con la Difunta con el niño. En el resto de las Capillas existen igualmente reproducciones de esta imagen en cuadros, estatuillas o estampas, acompañados en todos los casos con distintas imágenes de Vírgenes, crucifijos y santos oficiales (San José, San Cristóbal, San Francisco y San Cayetano son los más representados).
En general en todas las Capillas hay innumerables objetos agolpados y mezclados: trenzas de cabellos, relojes y radios antiguas y modernas, cuadernos escolares, yesos, exvotos de metal que hacen referencias a órganos o partes del cuerpo humano (corazón, hígado, una pierna), collares, infinitas cartas, ropa del primer hijo, chupetes, anillos, muñequitos, bastones, autitos que representan diferentes marcas, camiones con leyendas y ómnibus con el nombre de la empresa etc. Objetos de valor afectivo o económico, desde muñequitos de peluche hasta automóviles y joyas.
Un párrafo especial lo constituyen las fotografías: millones de ellas, desde principio de siglo, en blanco y negro y en color, con las personas retratadas con ropas que evidencian el paso del tiempo y de las modas y en diversas circunstancias de la vida: casamientos, bautismos, cumpleaños, varias fotos de un niño en distintas etapas de su desarrollo, imágenes que hablan de un antes y un después: enfermos y recuperados; con muletas y caminando. Fotos de casas terminadas, negocios, equipos de fútbol y de otros deportes. Imágenes de distintos momento en la vida de una familia: cuando se casan, inician la casa, la casa terminada, el nacimiento de los hijos, la adquisición de un vehículo y otras.
Los momentos de más afluencia de visitantes se produce en Semana Santa (aproximadamente 50.000 personas), para el “Día de las Animas” (es cuando se ve la mayor cantidad de gente caminando desde lugares lejanos), la Fiesta de los Camioneros, y la Fiesta de los Gauchos. Estas últimas sin fecha fija, se realizan en épocas de buen tiempo (verano, hasta marzo), ya que se congrega mucha gente y las fiestas duran varios días al aire libre. Los camioneros se reúnen en la ciudad de San Juan y hacen una caravana que, al llegar a Caucete, empiezan a tocar bocina hasta arribar al Santuario. Contratan grupos conocidos de música y se elige el mejor camionero y también una reina.
Debido a la masiva afluencia de visitantes, entre creyentes y turistas, frente al Santuario se han levantado varios bares y restaurantes, un hotel y una veintena de negocios que ofrecen recuerdos de la Difunta como estatuillas en su clásica postura (recostada, cara al cielo con el niño en uno de sus pechos, en medio de un paisaje árido), estampas, medallitas cintas rojas con la frase "Difunta Correa protege mi..." y a continuación "mi hogar" o "mi familia", "mi trabajo", "mi salud" y las posibilidades incluyen todas las marcas de automóviles y motos posibles. Estas cintas, que suelen colgarse de los espejos, son bendecidas junto con el auto en cuestión por un sacerdote en la Capilla del Carmen construida recientemente en Vallecito. También una línea de ómnibus hace el recorrido de y hasta la ciudad de San Juan varias veces al día, y existen paradas de taxis y remises.
La devoción no se trata de un culto, no existe ninguna religión "difuntacorreísta" sino una difundida devoción popular practicada principalmente por gente adherente al catolicismo de la Difunta Correa es la de una santa popular (que en la práctica es venerada por los devotos como una Santa[cita requerida]), si bien no reconocida como tal por la institución católica. Los devotos consideran que hace milagros e intercede por los vivos. La supervivencia de su hijo, afirman sus devotos que sería el primer milagro de los que a partir de entonces se le atribuirían. A partir de la década de 1940, su santuario en Vallecito Caucete (provincia de San Juan), al principio apenas una cruz situada en lo alto de un cerrito, se convirtió en un pequeño pueblo en el que existen varias capillas (17 en 2005), repletas de ofrendas.
Las capillas han sido donadas por diversos devotos, cuyos nombres figuran en placas sobre las puertas de entrada. Una de ellas contendría los restos de Deolinda Correa. En esta capilla existe una gran escultura de la muerta con su hijo, recostada, cara al cielo con el niño en uno de sus pechos.
Los arrieros primero, y posteriormente los camioneros, son considerados los máximos difusores de la devoción hacia la Difunta Correa. Serían los responsables de haber levandado pequeños altares en rutas del país. Los altares presentan imágenes de la escultura de la muerta, en los cuales se dejan botellas de agua, con la supersticiosa creencia, por parte de los devotos, de que supuestamente podrán calmar la sed de la muerta. La devoción por Deolinda Correa se extendió al sur de Argentina (Provincias de Chubut y Santa Cruz) producto de la oleada de familias del norte atraídas por el auge de la industria petrolera.
Las visitas al Oratorio de la Difunta Correa se producen durante todo el año, pero son más frecuentes en Semana Santa, el día de las Ánimas (2 de noviembre), la Fiesta Nacional del Camionero, en Vacaciones de Invierno y para la Cabalgata de la Fe que se realiza todos los años entre abril y mayo. En las épocas de mayor afluencia puede llegarse hasta a trescientas mil personas; el promedio (año 2005) de los que peregrinan al santuario de la "Difunta Correa" en Vallecito es de 1.000.000 personas/año.
Ofrendas por Capillas
En algunas de estas capillas se observa una concentración de ofrendas referidas a algún tema o profesión. Por ejemplo:
1) Fuerzas de Seguridad: con sables, insignias militares, condecoraciones, gorras, fotos de gente con uniformes.
2) Deportes: camisetas de futbolistas y basquebolistas, remeras de ciclistas, cascos de automovilistas, trofeos, medallas y copas, pelotas, guantes de boxeo, banderines de clubes, equipos de montar, patines, etc.
3) Maquetas de casas y replicas de autos.
4) Con ofrendas de "Famosos": pantalón de Monzón, Casco de Di Palma, camisetas de fútbol en especial se destaca la de Vélez con la firma de todos los jugadores, la de Chilavert en primer lugar, los guantes de Nicolino Loche, espuelas de Guasos Chilenos, zapatillas de baile de Nélida Lobato, juego de palos de golf de Víctor R. Fernández, guantes del Potro Domínguez, etc.
5) Hay dos enormes habitaciones donde se encuentran colgados largas filas de trajes de novia, que se alquilan o se pueden prestar en caso que la persona que lo necesita no disponga de recursos suficientes.
6) Música: guitarras eléctricas, acordeones, un arpa, un contrabajo, discos de oro y fotos y afiches de numerosos "bailanteros".
7) Gauchos: muchísimas rastras, espuelas, monturas y otros aperos del caballo
Todas las capillas tienen sus paredes exteriores cubiertas de incalculable números de placas, del piso hasta el techo, y de diferentes épocas. En el interior de cada una existen además cuadernos donde la gente escribe su pedido y expresa su agradecimiento. Los motivos más comunes son la salud (especialmente de enfermedades muy graves) y el trabajo; en menor proporción: se solicitan casas o autos.
También hay alcancías para depositar dinero y una nota donde se sugiere que los objetos de valor sean entregados en la Administración para su custodia.
Las capillas se encuentran al pie de una loma, y una larga escalera de 70 espaciados escalones, la comunican con la cima donde existen dos capillas más. Esta escalera es empleada por los promesantes para realizar exvotos de sacrificio: subir de rodillas o caminando hacia atrás o descalzos o gateando. Lipotimias y escenas de dolor son comunes en estas circunstancias. También hay gente que viene de muy lejos caminando, a caballo o en bicicleta, en especial desde Caucete y la ciudad de San Juan.
Sobre el tinglado de chapa que cubre las escaleras se han colgado miles de chapa-patentes de automóviles; y sobre toda la loma, un número igualmente incalculable de maquetas de casas, fábricas, negocios, kioscos que por lo general son réplicas de construcciones que con ayuda de la Difunta la gente se pudo comprar. El nombre del negocio o de la familia beneficiada está escrito sobre la maqueta.
En la cima, una de las capillas tiene una escultura grande de la Difunta rodeada de cientos de fotos, papelitos, cartas, placas y flores. A un costado, existe un lugar ennegrecido por el humo destinado a velas encendidas que tiene una gran canaleta por donde se escurre la enorme cantidad de cera que se derrite diariamente. En los alrededores hay algunas botellas con agua (pocas porque aparentemente son levantadas y tiradas) y monolitos con cruces.
Homenajes
Fuente de inspiración para poetas y artistas plásticos. En 1974 el realizador chileno criado en San Juan, Hugo Reynaldo Mattar se inició en la dirección cinematográfica con un film que relata la historia de la Difunda. Deolinda esta interpretada por la actriz Lucy Campbell, acompañada por Héctor Pellegrini y un extenso elenco. Novela de Agustín Pérez Pardella "La Difunta Correa", poemas de León Benaros y
de Carlos Víctor Bogri entre otros muchos.
Persecuciones y prohibiciones
El 19 de marzo de 1976 el Episcopado Argentino hace la siguiente declaración:
"Como en todos los tiempos, también en nuestros días, existen desviaciones respecto del culto de los santos y de las almas del purgatorio. Algunas veces la religiosidad popular es desvirtuada por la superstición y un indebido afán de lucro, alentado por un engañoso turismo y sus derivados.
Hay casos concretos en que, sin que conste históricamente su existencia, y al margen de la autoridad eclesiástica, se rinde culto a determinadas personas. Tal es el caso de la llamada "Difunta Correa", cuyo culto ilegítimo se ha extendido desde Vallecito, en San Juan, a lo largo y ancho de la República, a través de templetes, ermitas y profusión de estampas e imágenes, con no pocas derivaciones supersticiosas."
Por lo tanto acordamos:
1. Que los católicos solo es lícito honrar con culto público a aquellos que la autoridad de la Iglesia ha inscrito en el elenco de los Santos y Beatos.
2. Que, por consiguiente, el culto a la llamada Difunta Correa no está dentro de estas condiciones y es ilegítimo y reprobable.
3. La Conferencia Episcopal Argentina pide a los verdaderos católicos que se abstengan de practicar dicho culto."
A raíz de esa declaración, ese mismo año, las autoridades de facto prohibieron su culto e hicieron intervenir la Fundación.
Extraido del cdrom "ALMAS MILAGROSAS, SANTOS POPULARES Y OTRAS DEVOCIONES" por María de Hoyos y Laura Migale, Edición NAyA
UBICACIÓN:
Sobre la ruta nacional 141 Vallecito, provincia de San Juan
Cómo llegar:
Colectivo: Varias líneas llegan al santuario. Desde San Juan, la Empresa Vallecito va de lunes a sábado, saliendo de la terminal a las 7:30 y 16:30, domingos 8:00, 10:00 y 15:00. Desde Mendoza, la empresa El Triunfo sale los jueves, sábados y domingos a las 7:00.
Fuente: http://rodolfoparbst.blogspot.com.ar/2015/04/difunta-correa-milagros-pedidos.html
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