Esta maestra ejemplar fue la primera candidata del país al cargo de Presidente de la Nación. Perseguida por su posición política, penó la cárcel; allí escribió “Cárcel de mujeres”. Fue cronista de Los Andes y dictó clases en Filosofía y Letras. Era una alborotadora y una ‘pelandusca’, según la moral de una época que sólo toleraba mujeres aptas para la vida doméstica y el adorno; fue una oradora de fuste y una intelectual brillante y de gran entereza, según aquellos compañeros de militancia, colegas y amigos que reconocieron su valor y no le dieron la espalda. Angélica Mendoza (1889 - 1960), la “Negra” para los más cercanos, fue sin lugar a dudas una mujer excepcional. Maestra pionera en la lucha sindical que concientizó a la sociedad mendocina de la necesaria dignificación del Magisterio a comienzos del siglo pasado, entró a la política desde la docencia y llegó a erigirse como líder del gremialismo. Su figura también está estrechamente ligada a los comienzos del Partido Comunista argentino, al que se incorporó como compañera sentimental de Rodolfo Ghioldi, uno de sus dirigentes fundadores, después de conocerlo en el marco de la lucha gremial. Entregada de lleno a la militancia, ocupó cargos jerárquicos y desarrolló una línea de pensamiento que la fue distanciando de la postura moderada a la que tendía Ghioldi y el sector oficial del Partido, que la ‘excomulgó’ tildándola sin temor al ridículo de ‘aventurera de vida turbia’. Entonces, junto a otros compañeros de ideas afines creó el Partido Comunista Obrero, grupo conocido como ‘chispista’ por editar el periódico La Chispa. El nombre de esta publicación tiene origen en la traducción al castellano del ‘Izkra’, boletín editado por Lenin en Suiza durante su exilio, y la misma, dirigida por Angélica, fue reseñada por los dirigentes del PCA como un pasquín tan inmundo como torpe. Lo cierto es que en 1928, en lo que podría considerarse el momento más activo de esta agrupación que tuvo una vida efímera a causa de los sucesos políticos posteriores, Angélica Mendoza fue candidata a la Presidencia de la República, siendo la primera mujer en la historia de nuestro país en postularse para dicho cargo. Pero en los oscuros años de la década infame, como la mayoría de militantes, sufrió la persecución y como consecuencia de la situación extrema el PCA pasó a la clandestinidad y el PCO fue disuelto. Angélica Mendoza fue detenida y pasó una temporada junto a las prostitutas bajo la tutela de las monjas del Asilo del Buen Pastor, que funcionaba en la capital como cárcel de mujeres, lo que motivó la escritura de una crónica novelada en la que testimonia esta experiencia. Allí denuncia los procedimientos empleados para desalentar, en silenciosa complicidad con la institución católica, la lucha de las mujeres militantes - que además de promover una ideología que amenazaba lo establecido, al irrumpir en el espacio público atentaban contra el rol femenino tradicional, ligado a la reproducción y al ámbito doméstico -, y desenmascara hasta qué punto en el orden social vigente no había lugar para las mujeres que se asumían corpóreas y no intransigían la invisibilidad a la que estaban destinados sus cuerpos. Angélica Mendoza describe su reclusión pero sobre todo, pone el acento en lo que a su juicio mantiene a las mujeres encarceladas: por un lado, el círculo de hierro del comercio sexual al que se reduce la vida de las prostitutas, lo que las sustrae a cualquier otra preocupación y las anula para todo lo que no sea su mecánica rutina que incluye el arresto sistemático; por el otro, la imposición de la virginidad que enajena al resto de las mujeres respecto de su propio cuerpo y por lo tanto de su propia vida.
Alborotadora ‘savante’
Esta crónica fue publicada en 1933 bajo el título “Cárcel de mujeres” por la editorial Claridad, y corrió la suerte de las obras que, marcadas por las circunstancias históricas, pasan casi inadvertidas para sus contemporáneos y con el tiempo quedan condenadas al olvido. A esto contribuyó el hecho de que poco después de la publicación y tras haber ingresado a la Universidad para seguir la carrera de Filosofía, Angélica Mendoza comenzó a alejarse de la política partidaria. Esta decisión ha sido aprovechada en ocasiones para desmerecer su labor como militante, pero cobra sentido si tomamos en cuenta que la relación de las mujeres y la izquierda, sobre todo en los comienzos, fue conflictiva, pues el tema de la subordinación de género era una cuestión de segundo orden para los comunistas, que en un principio llegaron a considerar los reclamos del feminismo como expresiones propias de la ociosa clase burguesa. En los años siguientes Angélica continuó colaborando en Claridad, formó parte del comité directivo de la revista marxista independiente “Actualidad” y a través de Victoria Ocampo se aproximó a Sur, grupo que en sus comienzos generó una red de alianzas que matizó diferencias ideológicas e hizo posible la confluencia de posiciones políticas diversas. Luego, tras recibir una beca de la Universidad de Columbia por ser ‘la más sobresaliente mujer latinoamericana’, pasó una temporada en EE.UU. durante la administración Roosevelt. Allí dio clases en prestigiosas instituciones y trabajó para Nelson Rockefeller y para las Naciones Unidas.
También fue becaria del Instituto Panamericano de Historia y Geografía en México, hasta que en 1955 decidió volver a Mendoza donde enseñó Filosofía, Sociología y Antropología Filosófica en la Universidad de Cuyo y junto a Arturo Roig, por entonces secretario general de dicha Universidad, creó y dirigió el Instituto de Sociología hasta su muerte, el 5 de febrero de 1960. Todo lo cual es parte de un vasto legado cuya huella, a fuerza de omisiones, corre el riesgo de borrarse con el tiempo...
Fuente:
http://www.losandes.com.ar/article/aventurera-vida-turbia-706268
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