La primera vez que Walt Disney pensó en construir un parque de diversiones fue en 1945 al finalizar la guerra. El gobierno de los EE.UU. lo había obligado a producir películas bélicas para que la población se familiarizara con el uso de armas, para que tomara conciencia de su devastación y para pegarle una patada en el nacionalismo. Walt perdió mucho dinero esos años y dudaba en retomar el negocio del cine, pero en vez de cambiar decidió diversificar.
En 1948 Walt asistió a un evento llamado Chicago Railroad Fair. Allí había algunas atracciones que no le llamaron particularmente la atención, pero si una feria que lo dejó perplejo. Estaba dividida en zonas temáticas como el viejo oeste, la India y el Mardi Gras. Otro detalle que le pareció interesante era un tren que recorría todo el predio.
Al regresar a California, Walt hizo una prueba, contrató al ingeniero mecánico Roger Broggie para que le construyera una versión a escala de la locomotora de vapor Central Pacific 173. Si quedaba perfecta consideraría un parque a escala infantil. El resultado impresionó a Walt que se lanzó de lleno al proyecto de un parque temático que en un principio se llamaría Mickey Mouse Park. Luego de considerar el terreno lindero a los estudios de Burbank en California optó por un naranjal perteneciente a un tal Ron Domínguez ubicado en Anaheim, al sur de Los Ángeles.
Abro paréntesis, existen decenas de mitos sobre la conexión de la ‘Ciudad de los niños’ inaugurada en 1951 por el presidente Juan Domingo Perón en proximidades de la ciudad argentina de Gonnet y el inaugurado por Walt en 1955. Hay una relación reconocida en 2017 por la propia The Walt Disney Company cuando invitaron a una comitiva argentina para mostrar al mundo una de las influencias de Disneyland. Pero hasta ahí llegamos.
La relación formal de Disney con la Argentina comenzó en 1941, los estudios enfrentaban una huelga de ilustradores. Walt se lanzó a buscar otros países donde crear sus producciones y qué mejor que el lugar de nacimiento de su artista admirado Florencio Molina Campos. El viaje no lo pagó Walt, lo gatilló el presidente de los EE.UU. Franklin Roosevelt que con la Segunda Guerra Mundial en marcha inició la ‘política del buen vecino’ enviando celebridades estadounidenses a hacer buenas migas con países que aún no habían decidido sus lealtades. Acá le Salió mal.
Walt no volvió a la Argentina, no se reunió con Perón y nunca visitó la ‘Ciudad de los niños’… pero. Al parecer, cuando en 1952 la construcción del Disneyland de Anaheim estaba en veremos, le fueron con el cuento de este parque temático argentino. Nunca aclararon si le llevaron fotos o se lo describieron pero quedó maravillado con la similitud de concepto con la feria de Chicago, germen de su proyecto. Construcciones inspiradas en los cuentos de Hans Christian Andersen y los hermanos Grimm, además de edificios similares al Palacio Ducal de Venecia y al Taj Mahal. Y lo mejor de todo, a escala de un niño de 10 años. Walt reconfiguró el proyecto e hizo exactamente lo mismo.
Luego de inaugurarlo en 1955, Walt se dio cuenta que se había mandado una macana. No por cambiar el diseño del parque, todo era un éxito, más bien por el negocio que se perdió. Había equivocado el lugar, las estadísticas del parque indicaban que solo el 25% de los visitantes eran de la costa oeste. El otro error fue el haber comprado solo los terrenos necesarios para la construcción del parque. En solo un año se vio rodeado de industrias, negocios piraña y asentamientos.
En 1959 ya estaba buscando un lugar para un mega parque en la costa este. Medio en broma dijo: ‘-esta vez de ser necesario compraría un condado completo para que el parque este rodeado de bosques’. En absoluto secreto, el propio Walt recorrió Florida hasta que se decidió por una extensa zona de pantanos llamado Lake Buena Vista en el condado de Orange al sudoeste de la ciudad de Orlando.
Era una zona pantanosa pero con una inmejorable red de carreteras. Como debía adquirir centenares de pequeñas propiedades, para evitar la especulación inmobiliaria, creó decenas de empresas ficticias que en solo una semana adquirieron 20 mil hectáreas equivalentes a la superficie de la ciudad de Buenos Aires. Los vendedores estaban felices de desprenderse de esos terrenos inhabitables, no podían creer que habían encontrado a un pánfilo de semejante tamaño. Para cuando se dieron cuenta del negocio que se habían perdido ya era tarde, a llorar a la gruta.
El proyecto de Walt no tenía fisuras, también compró los derechos mineros, de investigación natural y la exclusividad para el trazado de rutas. Al hacerse público el proyecto, miles de inversores y especuladores se lanzaron a buscar terrenos linderos, Disney vendió el 5% de las tierras perimetrales adquiridas, solo con eso recuperó la inversión total, un verdadero campeón.
Walt murió en 1966 pero su sueño siguió en manos de su hermano Roy. Para no tener sorpresas de algún vaivén político, lograron que los condados de Orange y Osceola le cedieran el control total de la zona bajo el nombre de ‘Reedy Creek Improvement District’ una administración apolítica independiente en manos de ‘The Walt Disney Company’. Pequeñas Piezas de la Historia, por Gabriel Horacio Blasco Dantuono
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