miércoles, 22 de junio de 2022

El origen de la famosa frase “El que se fue a Sevilla, perdió su silla” está en el siglo XV, en Galicia.


Y más particularmente, en la familia de los obispos compostelanos Fonseca, viendo en la imagen de arriba a Alonso III de Fonseca, uno de los fundadores de la universidad. Una época en el que, además del poder espiritual, también el terrenal estaba, en una parte importante, dirigido por el clero. Y si lo piensan, ¡qué religioso podía tener más poder que el Arzobispo de Santiago de Compostela, uno de los centros de la cristiandad universal. Pero no era oro todo lo que relucía. A finales del siglo XV, ocupaba la sede compostelana Don Alonso de Fonseca y Acebedo, más conocido por D. Alonso II de Fonseca. En aquel momento, Galicia vivía una situación muy agitada. Las revueltas Irmandiñas sacudían la estructura social gallega, con los hidalgos, campesinos y clérigos pequeños y medianos luchando contra las clases dirigentes (la alta nobleza, mucha de origen castellano, y los obispos), al estilo de la Jacquerie francesa o de los Payeses de la Remensa catalanes. Llegaron hasta a echar abajo la mayoría de los castillos de Galicia, teniendo hasta que reconstruir varios al perder. Particularmente en Santiago, el conde de Altamira, un rico señor gallego, planeaba también su sombra sobre Compostela. Por una serie de sucesos familiares y políticos, hasta fue encarcelado dos años el propio Arzobispo Fonseca. Los problemas se le acumulaban. A la vista de tanta tribulación, le pidió a su tío, Don Alonso I de Fonseca, obispo de Sevilla, que viniera a ayudarle, y se intercambiaron las diócesis durante 5 años, pues su tío, más veterano que su sobrino compostelano, podía resolver mejor los muchos problemas del sobrino. Así fue, y en ese tiempo, el tío pacificó Santiago. Sin embargo, el sobrino, a la vista de que la sede hispalense era más tranquila que la compostelana, quiso quedarse en Sevilla. Tuvo que venir el propio valido del entonces rey de Castilla, Enrique IV (hermano de la Reina Católica), Don Beltrán de la Cueva, a resolverlo, devolviendo a cada uno su respectiva catedral. Y así fue como Don Alonso II volvería a Santiago, siendo en realidad la frase “El que se fue de Sevilla, perdió su silla”, pues fue el de Santiago el que no quería devolver a su tío el sevillano la silla (piensen que, igual que el catedrático lo es por sentar cátedra, también el obispo tiene la catedral por sentar su cátedra, o sea, su silla, su tarima). Don Alonso II (el sobrino) se mantendría muchos años en Santiago, y le transmitiría su sede a su hijo (algo común en la época), Don Alonso de Fonseca y Ulloa, Alonso III, uno de los fundadores de la Universidad de Santiago de Compostela, con su famoso Palacio de Fonseca, sede actual del rectorado de la universidad, vecino inmediato de la Catedral de  Santiago. Este bonito edificio forma la fachada sur de la Praza do Obradoiro, y además del rectorado, es una de las Bibliotecas centrales de la USC. Allí residía antiguamente, hasta los años 20, también la facultad de medicina (de donde se fueron los estudiantes, creando la famosa canción de tuna “Triste y sola, sola se queda Fonseca”). Esto recordaba yo hace pocos días, saliendo de la biblioteca, mientras paseaba por el bello claustro del palacio, o pazo como le llamamos en Galicia, de Fonseca, viendo la estatua de Alonso III de Fonseca sentado en su silla, mientras le contaba la historia a unos amigos, pensando cómo un caso por el estilo hace 5 siglos, puede quedar tan arraigado en la cultura popular. (historiasporlahistoria99.blogspot.com)

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