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miércoles, 21 de febrero de 2018
martes, 20 de febrero de 2018
Efemérides. 20 de Febrero de 1813, se libra la Batalla de Salta.
En 1813 en Salta (Argentina) las tropas del general Manuel Belgrano derrotan a los invasores realistas españoles en la Batalla de Salta. La batalla de Salta fue un enfrentamiento armado librado el 20 de febrero de 1813 en Campo Castañares, hoy zona norte de la ciudad de Salta, norte de la República Argentina, en el curso de la Guerra de Independencia de la Argentina. El Ejército del Norte, al mando del general Manuel Belgrano y de Eustoquio Díaz Vélez como mayor general o segundo jefe, derrotó por segunda vez a las tropas realistas del brigadier Juan Pío Tristán, a las que había batido ya en septiembre anterior en la batalla de Tucumán. La rendición incondicional de los realistas garantizó el control del gobierno rioplatense sobre buena parte de los territorios del antiguo Virreinato del Río de la Plata, aseguró la región y permitió a los patriotas recuperar, provisoriamente, el control del Alto Perú.
Manuel Belgrano había aprovechado la victoria patriota de la Batalla de Tucumán, librada los días 24 y 25 de septiembre de 1812, para reforzar el ejército a su mando. En cuatro meses logró mejorar la disciplina de las tropas, proporcionarles instrucción y reclutar suficientes efectivos como para duplicar su número. El parque y artillería abandonados por Tristán en la anterior batalla le había permitido organizarse con mucha mayor soltura. A comienzos de enero, buscando marchar tranquilamente para no fatigar a las tropas, emprendió la vanguardia la marcha hacia Salta. El 13 de febrero, a orillas del río Pasaje, el ejército prestó juramento de lealtad a la Asamblea Constituyente que había comenzado a sesionar en Buenos Aires pocos días antes, y a la bandera albiceleste diseñada por Belgrano. La bandera fue conducida por el mayor general Eustoquio Díaz Vélez, a quien llevaba en medio el coronel Martín Rodríguez y el general Belgrano escoltados por una compañía de granaderos que marchaban al son de música. La ocasión cuya solemnidad fue empleada hábilmente por Belgrano, como lo había hecho en la bendición de la bandera en Jujuy antes del Éxodo Jujeño dio lugar al rebautismo del río con el nombre de Juramento.
Tristán, entretanto, había aprovechado la ocasión para fortificar el Portezuelo, el único acceso a la ciudad a través de la serranía desde el sudeste; la ventaja táctica que esto le suponía hubiera hecho el intento imposible, de no ser por el superior conocimiento de la zona que los lugareños conscriptos aportaran. Tras que el General Manuel Belgrano pernoctara en la Finca de Castañares, el capitán Apolinario Saravia, natural de Salta, se ofreció a guiar el ejército patriota a través de una senda de altura que desembocaba en la Quebrada de Chachapoyas, que les permitiría empalmar con el camino del norte, que llevaba a Jujuy, a la altura del campo de la Cruz, donde no existían fortificaciones semejantes. Aprovechando la lluvia que disimulaba sus acciones, el ejército emprendió la marcha a través del áspero terreno, avanzando lentamente a causa de la dificultad de transportar los pertrechos y la artillería. El 18 se apostaron en el campo de los Saravia, ubicado en esa zona, mientras el capitán, disfrazado de indígena arriero llevaba una recua de mulas cargadas de leña hasta la ciudad, con la intención de informarse de las posiciones tomadas por la tropa de Tristán.
El general José María Paz en sus Memorias póstumas describió el orden de batalla:
"Nuestra infantería estaba formada en seis columnas de las que cinco estaban en línea y una en reserva, en la forma siguiente: 1° principiando por la derecha, el Batallón de Cazadores a las ordenes del comandante Dorrego, 2° y 3° eran formadas del Regimiento N° 6 que era el mas crecido, una á las órdenes del comandante Forest, y la otra, aunque no puedo asegurarlo á las del comandante Warnes, 4° del Batallón de Castas á las órdenes del comandante Superi, 5° de las compañías del N° 2 venidas últimamente de Buenos Aires, al mando del comandante D. Benito Alvarez, 6° y última compuesta del Regimiento N° 1 al mando del comandante D. Gregorio Perdriel. La artillería que consistía en doce piezas, si no me engaño, estaba distribuida en los claros, menos dos que habían quedado en la reserva."
El día 19, gracias a la inteligencia de Saravia, el ejército marchó por la mañana con la intención de acometer las tropas enemigas al amanecer del día siguiente. Tristán recibió noticia del avance, y dispuso sus tropas nuevamente para resistirlo; alineó una columna de fusileros sobre la ladera del cerro San Bernardo, reforzó su flanco izquierdo, y organizó las 10 piezas de artillería con que contaba. En la mañana del 20 Belgrano ordenó la marcha del ejército en formación, disponiendo la infantería al centro, una columna de caballería al mando de José Bernaldes Polledo en cada flanco y una nutrida reserva al mando de Manuel Dorrego.
La herida de bala que al inicio de la batalla recibiera Eustoquio Díaz Vélez, segundo jefe de las fuerzas y jefe del ala derecha, mientras recorría la vanguardia de la formación, no fue obstáculo para que volviera al campo. El primer choque fue favorable a los defensores, ya que la caballería del flanco izquierdo encontraba dificultad para alcanzar a los tiradores enemigos por lo empinado del terreno.
Poco antes de mediodía, Belgrano ordenó el ataque de la reserva comandada por Dorrego sobre esas posiciones, mientras la artillería lanzaba fuego granado sobre el flanco contrario. Al frente de la caballería, condujo él mismo una avanzada sobre el cerco que rodeaba la ciudad. La táctica fue exitosa; columnas de infantes al mando de Carlos Forest, Francisco Pico y José Superí rompieron la línea enemiga y avanzaron sobre las calles salteñas, cerrando la retirada al centro y ala opuesta de los realistas. El retroceso de los realistas se vio dificultado por el mismo corral que habían erigido como fortificación; finalmente, se congregaron en la Plaza Mayor de la ciudad, donde Tristán decidió finalmente rendirse, mandando tocar las campanas de la Iglesia de La Merced. El enviado realista a parlamentar fue el coronel La Hera quien negoció con Belgrano que al día siguiente los soldados abandonarían la ciudad en marcha, con honores de guerra, y depondrían las armas; Belgrano garantizaba su integridad y libertad a cambio del juramento de no empuñar nuevamente las armas contra los patriotas, un gesto inusual que ganó para su causa a no pocos de los combatientes enemigos. Los prisioneros tomados antes de la rendición serían liberados a cambio de los hombres que José Manuel de Goyeneche retenía en el Alto Perú.
"Dígale usted a su general que se despedaza mi corazón al ver derramada tanta sangre americana: Que estoy pronto a otorgar una honrosa capitulación, que haga cesar inmediatamente el fuego en todos los puntos que ocupan sus tropas, como yo voy a mandar que se haga en todos los que ocupan las mias."
Como consecuencia del triunfo patriota en la batalla de Salta, todo el ejército realista fue muerto o puesto en cautividad, los 3.398 combatientes.45 Los españoles tuvieron 481 muertos, 114 heridos (capturados) y 203 prisioneros sanos, incluidos 17 oficiales; otros 2 generales, 7 jefes, 117 oficiales y 2.023 hombres que se rindieron al día siguiente, entregando 2.188 fusiles, 1.096 bayonetas, 156 espadas, 17 carabinas, 10 cañones y 6 pistolas,4 también todo el parque de guerra y tres banderas reales.6 Durante la batalla habían sido capturados 5 de los cañones y 500 de los fusiles. Otras fuentes elevan el número de capitulados a 2.786 hombres. El ejército de las Provincias Unidas tuvo 101 soldados y 2 oficiales muertos más 419 soldados y 14 oficiales heridos.
La generosidad de Belgrano, que abrazó a Tristán y lo dispensó de entregar sus símbolos de mando los unía una estrecha amistad personal; habían sido condiscípulos en Salamanca, convivido en Madrid y amado allí a la misma mujer, atraería sorpresa en Buenos Aires, pero la resonante victoria silenció las críticas y le granjeó un premio de 40.000 pesos dispuesto por la Asamblea. Belgrano declinaría recibirlo, disponiendo que el dinero se destinara a crear escuelas en Tucumán, Salta, Jujuy y Tarija; el libramiento de los fondos sería una deuda histórica durante 185 años, hasta que en 1998 finalmente se equipó en Tarija la última destinataria de los mismos.
La batalla de Salta fue la lid en que por primera vez flameó la enseña patria en una acción de guerra y resultó una nueva e importante victoria para los revolucionarios. Como consecuencia de este triunfo los ejércitos realistas fueron detenidos en su avance hacia el sur y estas tierras nunca más pudieron ser recuperadas para el extinto Virreinato.
Esta decisiva batalla fue:
"la primera y única rendición de un cuerpo de ejército enemigo en batalla campal, que registra la Guerra de la Independencia."
Belgrano nombró a Díaz Vélez gobernador militar de la provincia de Salta y éste colocó a la bandera argentina por primera vez en el balcón del Cabildo y los trofeos apoderados de los realistas los ubicó en la Sala Capitular.
Los triunfos de Tucumán y Salta permitieron la recuperación del Alto Perú por los rioplatenses. Díaz Vélez, como jefe de la avanzada del ejército vencedor en la segunda campaña al Alto Perú, entró triunfante en la ciudad de Potosí, el 7 de mayo de 1813.
Fotos de Michael Jackson First Met QUEEN en Los Angeles, julio de 1980
Michael Jackson y Freddie Mercury admiraban el trabajo de los demás. Al comienzo del video de VHS de Greatest Flix de Queen (1981), afirma que el grupo favorito de Freddie Mercury era Jacksons. Michael Jackson fue el cantante principal de este grupo, mientras que sus hermanos proporcionaron coros y acompañamiento instrumental. Jackson, por otro lado, fue a ver un concierto de Queen en Los Ángeles a principios de julio de 1980.
"Estuvo en el show de QUEEN esa noche y vino a ver a la banda después", recordó Peter Freestone (asistente personal de Freddie). "Pasó tiempo con John Deacon y hablaron sobre ' Another One Bites the Dust', que Michael dice que debe ser solo. También pasó tiempo con Freddie. Tenía 22 años y era como un adolescente emocionado.
(Todas las fotografías de Neal Preston © Queen Productions Ltd, a través de The Guardian )
lunes, 19 de febrero de 2018
Elpidio González, el Vicepresidente que rechazó recibir una pensión vitalicia, y terminó siendo vendedor ambulante.
Elpidio González (Rosario, Santa Fe, 1 de agosto de 1875 - Buenos Aires, 18 de octubre de 1951) fue un político argentino perteneciente a la Unión Cívica Radical, elegido vicepresidente de la Nación Argentina (1922-1928). En 1922 fue elegido vicepresidente de la Nación acompañando a Marcelo T. de Alvear (1922-1928), luego de derrotar a la alianza de partidos conservadores llamada Concertación Nacional. Durante este mandato mantuvo un fuerte enfrentamiento con el presidente, como fruto del conflicto entre yrigoyenistas o personalistas y alvearistas o antipersonalistas. En 1928 durante la segunda presidencia de Hipólito Yrigoyen (1928-1930) fue Ministro del Interior hasta el golpe militar del 6 de septiembre de 1930, que lo encarceló durante dos años. Elpidio González, luego de su paso por la Vicepresidencia de la Nación, participó en la vida política esporádicamente. Su vocación política lo había sumido en la pobreza, teniendo que ganarse la vida como vendedor ambulante de anilinas en las calles de Buenos Aires. El 6 de octubre de 1938 rechazó la concesión de una pensión vitalicia por parte del gobierno de Roberto Marcelino Ortiz con una conceptuosa carta. En 1946 participó activamente en la campaña electoral de la Unión Democrática que llevaba la fórmula presidencial José Tamborini-Enrique Mosca. La prensa de orientación peronista se burló de su reaparición pública llamándolo "Alpedio González".
Una vez finalizado el mandato de Alvear, Elpidio se retiró de la política y un tiempo después un diputado nacional en ejercicio lo vio transitando las recovas del barrio porteño de Once con una pequeña valija, vendiendo anilinas, betún y pomadas. Este legislador, consternado ante semejante cuadro, presentó en el Congreso un proyecto para otorgarle una jubilación especial a un hombre que había entregado mucho a su país. Lo realmente asombroso fue la reacción de González, que rechazó el beneficio con el argumento de que mientras tuviera dos manos para trabajar no necesitaba limosnas. Elpidio González fue operado de una dolencia en 1951 y quedó internado en un hospital por seis meses, hasta que murió el 18 de octubre de ese mismo año, debido a que no tenía una residencia donde alojarse. En su testamento, daba instrucciones sobre su sepultura: “Quiero ser enterrado con toda modestia, como corresponde a mi carácter de católico; como hijo del seráfico padre San Francisco, a cuya tercera orden pertenezco, suplico con amor de Dios la limosna del hábito franciscano como mortaja y la plegaria de todos mis hermanos en perdón de mis pecados y en sufragio de mi alma”.
Efemérides. 19 de Febrero de 1962. Muere Georgios Papanicolaou.
Georgios N. Papanikolaou o George Papanicolaou ,nace el 13 de mayo de 1883 ,muere el 19 de febrero de 1962 fue un médico griego, célebre por haber desarrollado una prueba para la detección temprana de cáncer en el cuello uterino, hoy llamada "prueba de Papanicolaou". En 1913 emigró a los Estados Unidos para trabajar en el departamento de patología del Hospital Presbiteriano de Nueva York y en el departamento de anatomía de la Universidad Cornell. Fue el inventor de la prueba de Papanicolaou, que se utiliza en todo el mundo para la detección precoz del cáncer de cuello de útero. Recibió el Premio Lasker
Adrienne Bolland, la aviadora que venció al coloso En 1921 llegó a Mendoza esta aviadora francesa con la intención de cruzar la cordillera de los Andes en su aeroplano.
Cuando apenas empezaba el año 1921 llegó a Mendoza una muchachita francesa, de 25 años, llamada Adrienne Bolland. Ella tenía un único e inusual objetivo: cruzar los Andes en aeroplano, una aventura impensable para las mujeres de su época.
Su estadía causó gran alboroto en “la ciudad de barro”; como llamaba Alejandro Santamaría Conil a nuestra provincia. De hecho, algunos opinaban que la aviadora francesa no sobreviviría a la travesía. Pese a los malos augurios, a los comentarios y las dudas Adrienne se entregó a su suerte y quedó inmortalizada en la historia al cruzar el macizo andino con éxito.
El domingo 20 de marzo de ese año, Bolland fue entrevistada por un cronista de diario Los Andes, que la esperó en el Grand Hotel para charlar con ella sobre la temeraria empresa que iba a realizar. Aquel lujoso hotel, ubicado en aquellos años en la calle Gutiérrez 148, era uno de los más importantes que tenía la provincia.
Un día después la nota fue publicada junto a un retrato de Adrienne; que fue tomado días antes en Buenos Aires y publicado por la recientemente desaparecida revista “El Gráfico” en su número 91 -del sábado 19 de marzo-. Este dato es curioso e interesante pues una práctica como la aviación estaba en aquellos años muy vinculada al deporte, de allí la noticia en “El Gráfico”.
Reproducimos aquí el texto con que el periodista de nuestro diario plasmó para la historia una de las pocas entrevistas que le hicieran a Bolland, antes de que emprendiera su hazaña:
“Tal como lo anunciáramos, ayer por la tarde llegó a Mendoza la aviadora francesa Adrienne Bolland, quién, según se ha dicho, intentará en breve la travesía aérea de la cordillera.
Un público muy numeroso esperó en la estación ferroviaria la entrada del convoy, demostrando una explicable curiosidad por conocer a la arriesgada sportman que sin duda, habrá de ratificar ampliamente, entre nosotros, la merecida fama y el justo renombre cimentado en Buenos Aires.
Enseguida de llegar entrevistamos en el hotel, donde se aloja, Mlle. Bolland.
Gentil, amable, realzando su sonrisa con la viveza de sus ojos verdes, que dan mucha vida y expresión a su semblante juvenil, la aviadora francesa comenzó por agradecer el saludo que le presentamos en nombre de Los Andes.
Y después, ya entablada la conversación sobre el tema relativo a su próxima tentativa, nos dijo:
- Desde el tren he visto las primeras estribaciones andinas. La cordillera me ha parecido realmente soberbia, colosal... Solo ansío cuanto antes iniciar mis vuelos para verlas desde lo alto...
- ¿Cuándo comenzarán sus ensayos preliminares?
- En cuanto esté listo el hangar que comenzará a ser armado hoy.
Una vez hecho ese trabajo, mi mecánico, René Dugenier (Duperrier), iniciará la preparación del motor del Caudron 80 H.P., tarea que ha demorar cuatro o cinco días más y entonces, entraré de lleno a la labor. Haré, como es natural, algunos ensayos previos, imprescindibles y una vez que se haya presentado la oportunidad propicia, intentaré la difícil travesía...
- ¿Sus impresiones?
- Favorables, desde luego. Tengo confianza en mi Caudron y los vuelos de estudio servirán para orientarme, proporcionándome al mismo tiempo, una serie de observaciones muy útiles y necesarias, sin duda. Los hechos dirán después...
Y Adrienne Bolland, subrayando esta última frase con su habitual y franca sonrisa, propia de quienes como ella, están habituadas a desafiar el peligro y a salvar los obstáculos con la serenidad característica de los que dominan el espacio”.
La intrépida aventura de una mujer
Mademoiselle Bolland llegó a Mendoza. Estuvo varios días con los preparativos, hasta que en la madrugada del 31 de marzo, muy temprano, Adrienne arribó al aeródromo de Los Tamarindos con el objetivo de cumplir un sueño. En el hangar, su mecánico, un joven de 27 años llamado René Duperrier preparaba el avión para emprender aquel viaje junto a su asistente Crochard.
Llevaba como vestimenta un mameluco, campera, gorro y botas de cuero, previsto para soportar las bajas temperaturas.
A las 7 de la mañana, el avión Caudron de 80 HP estaba listo. La aviadora se acomodó en la nave y partió rumbo a la cordillera. Al llegar a Uspallata, las condiciones meteorológicas comenzaron a ser desfavorables; fuertes vientos, hacían que el avión perdiera altura.
En una sabia decisión, la aviadora regresó a Mendoza y su máquina aterrizó en el campo de Los Tamarindos.
Luego del fallido viaje, la Bolland, decidió realizar la travesía al otro día, el 1 de abril.
Muy temprano, Bolland, llegó al campo de aviación dispuesta a cruzar los Andes. Su aeroplano, un Caudron “petit” G3, fue sacado del hangar hasta la improvisada pista.
Todo estaba listo, Adrienne, llevaba entre sus manos un bolso con un puñal, tres cebollas para combatir la puna y un pan candeal como alimento.
Se subió a la cabina, estrechó fuerte la mano de su mecánico, en agradecimiento de su importante labor y con una simpática sonrisa, se dirigió al público diciendo: “Hasta la vista señores”. Eran las 6.30 de la mañana; entonces se dio la señal y la máquina se deslizó hacia el sudeste. En una rápida carrera, comenzó a tomar altura y la nave se remontó hasta alcanzar unos 3.000 metros de altura en dirección a las nevadas cumbres de la cordillera, siguiendo la línea del ferrocarril y el telégrafo.
En Uspallata, después de casi una hora de haber despegado desde los Tamarindos, la nave sobrevoló la estación ferroviaria y se perdió en la inmensidad de la cordillera. Al llegar a Las Cuevas, el avión alcanzó los 4.850 metros de altura, batiendo el récord mundial realizado por una mujer. Adrienne comenzó a preocuparse por la estructura de la nave, ya que su altitud máxima era de 4.000.
Después de salir de Mendoza, los anteojos que llevaba le apretaban mucho. Antes del vuelo se había vendado las manos con papel y se había colocado unos gruesos guantes de cuero para resguardarse del frío. Esto no le permitía tener gran movilidad. Cuando estaba sobrevolando Punta de Vacas llevó la mano al rostro para tratar de acomodar el anteojo que le molestaba.
Al forcejear con el guante, el anteojo se rompió y cayó al vacío debiendo efectuar el vuelo con la cara descubierta y sin protección.
Comenzó a sentir el viento frío que cortaba su rostro y afectaba sus ojos, pero su meta era llegar a Santiago. Cuando llegó al Río Blanco, un fuerte viento hizo sacudir el avión, aunque pudo sortear este inconveniente.
Luego pasó por el pueblo de Los Andes, a las 10 de la mañana.
Un dolor intenso sintió en los ojos, que estaban desprotegidos, pero supo resistir. Sólo faltaban 10 minutos de viaje para llegar a Santiago.
El aeroplano comenzó a descender y de repente se empezaron a ver las pequeñas casas. Localizó la pista y con unos suaves giros la joven francesa aterrizó ante una multitud que la ovacionaba. Al salir de la máquina, su rostro estaba amoratado por el intenso frío que había soportado. Valió el sacrificio y su sueño se hizo realidad: ser la primera mujer aviadora en vencer la cordillera de los Andes.
Cincuenta años después, regresaría a Mendoza para rememorar aquella hazaña.
Dato curioso
Cuenta la escritora francesa Coline Béry en su libro “Adrienne Bolland ou les ailes de la liberté” (“Adrienne Bolland o las alas de la libertad”), que antes de partir a Chile la aviadora se puso debajo de su mameluco de algodón marrón, varias páginas de papel del diario Los Andes, que pidió que le guardaran durante una semana. Luego se calzó un pulóver de cuello alto y, por encima, un kimono de seda traído de China.
Después de concretar su hazaña, y gracias a la utilización de un aceite para avión llamado Autoline que pertenecía a la Compañía General de Aceites de Buenos Aires, Bolland fue entrevistada por varias revistas de la época.
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