La locomotora 8488 con una fuerte pitada estremecía a la concurrencia que despedía el convoy, sin entender por qué debía terminar ese esencial servicio público.
Lo que siguió fue el cierre de ramales, cientos de estaciones y pueblos que se transformaban en fantasmas y miles de obreros quedaban virtualmente en la calle.
Este triste hecho fue parte de las políticas del gobierno de Carlos Saúl Menen.