Por la reparación de la avenida Boulogne Sur Mer lado norte, los colectivos del Grupo 7 efectúan el desvío subiendo por el Barrio Cano, luego tomando hacia el norte por Gran Capitán, calle que costea lo que es la defensa aluvional que viene de la serranía y pasa por la UNC, que a su vez desemboca en el zanjón de los Ciruelos.
Zanjón que no solo recibe el caudal de esas aguas en épocas de lluvias estivales, también en el mismo punto de conjunción que descarga un gran caudal de lo que baja del Challao, por otro cauce más pequeño.
Estas defensas aluvionales, se construyeron a mediados de los años ’60, para proteger a los pobladores de dichas zonas de las imprevistas envestidas de las furiosas correntadas que bajan por ellas.
Cada vez que paso por ahí observo que en esos causes, hay cientos de objetos que no deberían estar ahí, en el corto trayecto de no más de 900 metros, hay heladeras, lavarropas, sillones, colchones, monitores de computadoras, gomas de automóviles, basura, miles de botellas plásticas, perros muertos, plantas y algún que otro objeto, que por la ventanilla del colectivo no se puede identificar.
Mendoza tiene historias en aluviones que causaron grandes estragos en la población, donde las costos materiales superaron cifras millonarias y cientos de veces se lloraron víctimas fatales.
Por ejemplo recuerdo el caso del aluvión de 1970, donde dentro de los muertos se encontraba un pequeño niño en avenida Vicente Zapara atrapado entre dos vehículos.
Todos somos parte de esta comunidad, vivimos en Mendoza “la tierra del sol y del buen vino”, sabemos del esfuerzo de nuestros padres y abuelos en transformar el desierto en un verdadero vergel, no destruyamos nuestro lugar en el mundo.
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