Las periodistas fueran llamadas temerarias, "solteronas", "marimachos" y rameras.
Gerda Taro, pionera periodista de guerra. (Foto corbis.com)
Hasta no hace tanto tiempo, la felicidad de una mujer debía pasar por mantener la casa limpia, la comida caliente, los hijos sanos y el marido bien atendido. Puesto que la casa simbolizaba una realidad moral, social y política, el hogar debía ser el puerto adonde el fatigado esposo podía llegar a refugiarse y descansar de la hostilidad del mundo.
Así, el interior implicaba seguridad y familia mientras que el exterior significaba extrañeza y peligro. Un mundo lleno de aventuras, perplejidades y sorpresas que las mujeres sólo podían entrever a través de los entreabiertos visillos, en las rigurosas salidas de visita o la regular concurrencia a la iglesia.
Pero de la lectura de los obligados manuales de urbanidad y de recetas, reeditados una y otra vez con variantes y adaptaciones, las mujeres comenzaron lentamente a “colaborar” en los primeros diarios con artículos asociados al mundo “femenino”, temas que en los que la “generosa” mirada patriarcal las consideraba expertas: cocina, costura, tejido, belleza, consejos para facilitar las tareas domésticas y el cuidado de los hijos, encuentros sociales importantísimos como bautismos, cumpleaños y bodas, entre otros.
Mientras los hombres debatieron en los diarios, su exclusivo club masculino, durante décadas acerca de la conveniencia o no de educar a las mujeres en qué grado, cómo y dónde fuera de la Iglesia y el convento, y cómo esa ilustración podría llevarlas a la temida emancipación intelectual y económica, algunas damas generaron una prensa alternativa, elaborada por ellas y dirigida a otras mujeres.
Estas pioneras gestaron publicaciones periódicas e incluyeron la palabra de un sector que, aunque formalmente excluido del orden público, desarrollaría variados modos de participación social y política.
Las primeras en hacer de la escritura periodística el vehículo de sus ideas rebatieron las reglas de sumisión dominantes en el imaginario social de la época. Creativas y críticas, en sus publicaciones manifestaron posiciones políticas, señalaron la desigualdad de las mujeres en todos los ámbitos, denunciaron la “costumbre” de mantener a la mujer en la ignorancia, se pronunciaron por la educación laica y por el derecho de las mujeres a ser formadas en todas las ciencias y no simplemente instruidas para el cumplimiento de sus roles domésticos, e interpelaron a otras mujeres a intervenir en la coyuntura política con un rol específico: no engendrar hijos que luego nutrieran ejércitos fratricidas.
La primera publicación periodística elaborada por una mujer en Argentina fue La Aljaba (1830) creación de Petrona Rosende de Sierra; luego de la caída de Rosas apareció La Camelia (1852) dirigida por Rosa Guerra; en 1854 Juana Paula Manso emprendió la publicación del Álbum de Señoritas; Juana Manuela Gorriti inició la publicación de La Alborada del Plata (1877); La Voz de la Mujer (1896-1897) fue la publicación de las mujeres anarquistas, el Búcaro Americano, periódico de las familias de Clorinda Matto de Turner (1896-1908) y el periódico mendocinoPalanca (1923) creado por Florencia Fossatti y Angélica Mendoza fueron las páginas en las que las pioneras confrontaron a su entorno sociopolítico.
Los alegatos contra toda forma de esclavitud y la sostenida defensa de la educación pública, laica y mixta, la defensa de la emancipación de la mujer, su relación con la religión y con los roles tradicionales; la educación científica en la era del progreso; el patriotismo y el americanismo; entre otras temáticas, fueron compartidas, con diferentes entonaciones, por estas publicaciones pioneras. Las periodistas anarquistas lanzaron poderosas críticas sobre las instituciones y en particular contra el matrimonio y la vida doméstica como ejes del control de los varones sobre el cuerpo femenino; al lema anarquista: “Ni Dios, Ni patrón”, ellas agregaron: “Ni marido”.
Estas mujeres periodistas del siglo XIX manifestaron sus ideas respecto de una sociedad que no asumía el valor de las contribuciones femeninas. Fueron consideradas locas, temerarias, imprudentes; se las adjetivó, en clara descalificación sexista, de “solteronas”, “marimachos” o, en el otro, extremo de “atrevidas”, es decir, de rameras.
Desde entonces, sin pedir la aprobación de una autoridad masculina que legitime los artículos, notas o entrevistas las mujeres comenzaron un largo y complejo camino en la prensa gráfica en el que ofrecieron múltiples batallas dentro y fuera de las redacciones. Las arbitrariedades, censuras, despidos, acosos y desplantes que sufrieron las periodistas en todos los medios, víctimas del “capricho” de los directores o gerentes, tampoco las amedrentaron ni las detuvieron en su vocación por comunicar.
Así, de "cocinar" cables a corresponsales de guerra, hoy son muchas las mujeres que ocupan, por cantidad y calidad de trabajo, importantes puestos como editoras, jefas de noticias y directoras de medios.
El camino de las mujeres en los medios ha sido arduo y sinuoso, y los resultados son contundentes. Pero todavía falta el párrafo, el tramo, la foto final. Y los epígrafes.
Patricia Rodón