Tras el ingreso al Parque, por los portones, se ubican estos dos grupos escultóricos -caballo salvaje y domador-, uno a cada lado de la avenida, conformando una rotonda.
Es una reproducción de la obra original colocada en la Plaza de la Concordia de París, en el ingreso a los Campos Elíseos. El original fue realizado entre 1740 y 1745 por Guillermo Coustou para adornar la entrada de las caballerizas del castillo de Marly y que fueron colocados en los jardines. El castillo fue destruido durante la revolución francesa y las obras se trasladaron en 1794 a su emplazamiento actual.
Cada grupo está conformado por dos figuras: un caballo y un domador. Aunque es el mismo tema, se diferencian las posiciones y formas, tanto del caballo como del domador. Han sido colocadas de modo que las figuras y caballos se encuentran de frente a la avenida que corre en medio. Los conjuntos escultóricos, de 1,90 m de altura cada uno, se alzan sobre un basamento de 4 m. de altura, aproximadamente y siguen el espíritu de dinamismo imperante en el gusto de la época.
Los caballos se espantan y agitan con frenesí ante el domador. Por su lado, los domadores hacen gala de su fuerza y energía por dominar la naturaleza salvaje de los animales. Debido a que se espantan y encabritan, solamente se apoyan en sus patas traseras, por lo que el artista ha colocado debajo formaciones rocosas para dar más apoyo a la figura.
Caracteriza a este conjunto el equilibrio de proporciones, tanto de las figuras humanas como de los caballos y la relación entre ambas. Las formas han sido tratadas con verismo en cuanto a anatomía, pero tanto las figuras humanas como los caballos han sido idealizados de acuerdo a conceptos de belleza clásica.
Además de la denominación de Caballos de Marly, recibieron el nombre de Los Domadores, representados por un francés y un americano. El emplazado al sur lleva un carcaj con flechas en banderola, señalando el carácter indígena americano.
Esta obra, como conjunto, constituye un valioso motivo de expresión barroca, en que tensión, movimiento y corporeidad otorgan una expresión dramática, resaltando de esta forma el tema.
En la actualidad la crítica reprueba unánimemente la copia (por más fiel que sea) de una obra que fue concebida como ejemplar único, y que es expresión directa de su época. Sin embargo, todavía hacia la primera década del siglo y tanto en Europa como en América, se le adjudicaba a la copia, por reflejo, el valor auténtico que tenía la original