“… El tema era casi negado en los documentos oficiales de la época y cuando se lo mencionaba la información era contradictoria. Por ejemplo, en el Censo Municipal de 1903 aparecen 35 prostitutas en la ciudad, 13 en la Primera sección 14 en la Segunda, 8 en la Tercera y “ninguna en la Cuarta”, zona de tradicional asentamiento hasta la actualidad.
Los gobiernos no las trataron siempre con el mismo rigor. Antes de las preocupaciones de los higienistas de fines del siglo pasado, no habían recibido mayor castigo que ser enviadas a la frontera. Pero la inmigración trajo sus consecuencias a tan viejo oficio. En Europa se creía que en Buenos Aires era un tenebroso puerto en el que se secuestraba a las recién llegadas para obligarlas a ejercer la prostitución, prevención estrechamente vinculada con la desaprobación a la migración femenina. Se pensaba que las mujeres que viajaban solas como estrategia de supervivencia para escapar a la miseria, estaban amenazadas de peligros sexuales.
El tema de la trata de blancas fue una preocupación constante en Europa y Buenos Aires e incluso se realizaron congresos internacionales en los primeros años de este siglo en los que se analizó el caso de Argentina. El Partido Socialista realizó una prédica constante sobre el tema hasta que en 1913, Alfredo Palacios impulsó el dictado de una ley contra el “rufianismo”.
El estado provincial no permaneció ajeno y por ello montó un severo dispositivo de control social sobre la prostitución con la pretensión de reglamentarla, aislar, castigar y moralizar a las mujeres pobres. Se establecieron controles policiales, judiciales y municipales, que resultaron violatorios de los derechos individuales.
La legalización de la prostitución se relacionó con el temor a la propagación de enfermedades como la gonorrea y la sífilis a todas las clases sociales. Como hasta la aparición de la penicilina en el siglo XX, no se lograba controlar su contagio, la solución estaba en identificar y separar a las prostitutas del resto de la población. Esto era considerado como una medida de salud pública destinada a proteger a todas las familias argentinas, ya que, si bien eran las mujeres pobres las que se involucraban con la comercialización del sexo, los hombres de todas las clases sociales las buscaban. Pero las controladas y condenadas eran ellas.
Hasta el higienista Emilio Coni… demostró que no era con el rigor que se acababa con los males… creía que la prostitución… era un mal necesario un escape a las pasiones… pero creía que la persecución lo único que hacía era que floreciera en forma clandestina en bares y cafés…
… Del único registro de Prostitutas existente en la Municipalidad de la Capital… Entre 1911 y 1919 se registraron 690 mujeres, con fotos de frente y perfil, que debieron consignar datos sobre su nombre y apellido, edad, nacionalidad, domicilio, ocupación anterior, nombre de padre y madre y si sabían leer y escribir… las más joven tenían 18 años y las más grande 48 y ambas eran francesas. Pero el promedio general era de 24 años. Los años en que se realizaron más inscripciones fueron anteriores a la Primera Guerra Mundial. Y cuando se registraron más argentinas fue en 1913… Con relación a su nacionalidad, un 45% eran francesas (Paris, Marsella, Burdeos), un 73% argentinas (mayoritariamente de Buenos Aires, Mendoza y San Juan), un 6% italianas, un 4% españolas, un 2,6% uruguayas y en mucho menor proporción eran rusas, cubanas, belgas, alemanas, chilenas, griegas, norteamericanas, austriacas, egipcias y paraguayas... Los domicilios declarados… un 22% vivía en Beltrán al 400 y un 16% en Montecaseros al 2.000. Otras casas muy frecuentes estaban distribuidas a lo largo de la calle Ituzaingo y Urquiza… Los prostíbulos de calle Alberdi y Urquiza eran las preferidas para las argentinas, que seguramente no querían competir con mujeres de tanto prestigio para el oficio como las francesas… en Beltrán al 400, Montecaseros al 2.000 y en Ituzaingo al 1.700 vivían todas francesas y algunas otras europeas, en algunos casos con pocas argentinas. En Corrientes al 500 estaban mezcladas sus nacionalidades.
Con esta reglamentación la Cuarta Sección se transformó como una especie de “zona roja” donde, entre otros muchos tipos de marginalidad social, convivían las prostitutas...”.
Fuente "La Gran aldea Mendocina”, Ana María Mateu y Patricia Dussel