sábado, 23 de noviembre de 2024

23 de Noviembre de 1927. Erik Rotheim, patentó una lata aerosol con válvula.


En 1899 los inventores Helbling y Pertsch patentan los aerosoles presurizados utilizando un propelente añadido como el cloruro de etilo. La idea de Helbling y Pertsch facilitó a los médicos de la época aplicar la anestesia local utilizando ampollas que podían calentar con la mano para incrementar la presión y luego rompían un extremo para que el líquido saliera a presión produciendo una sensación de frío en la piel al evaporarse. La gran innovación aplicable en términos comerciales se la debemos al noruego Erik Rotheim, que en 1927 patentó una lata aerosol con válvula. La invención funcionaba, pero había problemas con la boquilla, la cual tendía a obstruirse.  Erik decidió vender su patente a una compañía americana por el monto de 17.000 dólares. La invención de Erik tuvo que esperar hasta la segunda guerra mundial donde tuvo el mayor auge, específicamente en el Pacífico, donde más soldados fallecían por enfermedades transmitidas por insectos que por el mismo enemigo. La responsabilidad de combatir a este “pequeño enemigo” estuvo a cargo de Lyle Goodhue y William Sullivan, quienes trabajaban para el departamento de agricultura de los Estados Unidos. Goodhue y Sullivan desarrollaron una moderna lata de aerosol que tenía la virtud de poder recargar el gas licuado (flurocarbono) y el principio activo, la llamaban la “bomba contra insectos”. Su cualidad de ser portátil y recargable abrió un completo horizonte comercial después de la guerra; en 1948 tres compañías recibieron licencias  para fabricar este tipo de aerosol, entre las cuales se encuentran Claire Manufacturing y Chase Products Company, las mismas que hoy en día siguen fabricando productos en aerosol. Desde el punto de vista comercial el propelente que impulsó el uso masivo de los aerosoles, no fue el gas en su interior; paradójicamente fue ¡la válvula que evitaba su salida!


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