Yo, Juana Ibaiguren de Duarte, humilde servidora del Señor, me dirijo a Su Santidad, con profunda unción cristiana, rogando su piadosa intervención. Soy madre de La que con vida fue doña María Eva Duarte de Perón, fallecida el 26 de julio de 1952. Desde el día 13 de noviembre de 1955, soporto con entereza y resignación cristiana la dolorosa incertidumbre de desconocer el destino dado a los restos mortales de mi extinta hija. Dios puso a prueba mi fe y con profunda bondad me dio las fuerzas necesarias para sobrellevar más de 10 años de dolor, de fatigosas súplicas, de constantes gestiones ante todas las instancias humanas, en procura de asegurar la inviolabilidad y paz cristiana del sepulcro. Pero he llegado a una edad de la vida en que las fuerzas flaquean ante tanta injusticia de los hombres, que posponen principios éticos fundamentales a sus ambiciones y luchas políticas, que no comprendo ni jamás podré comprender. Ruego a Su Santidad que, con su suprema investidura, interceda ante quien corresponda para que cese esta incertidumbre.
Desprovista de toda finalidad política, con la única mira de asegurar el culto reverencial de los muertos queridos, en paz y tranquilidad, invoco la protección de Dios para que ilumine a su supremo pastor, el camino adecuado para el logro de mi justa petición.
Dios guarde a Su Santidad.
(En la foto la madre y hermana de Evita)
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