por Eduardo Javier Mundani Osuna
Era el momento de la verdad. Meses y meses de planeamiento detallado. Horas y horas de trabajo sacrificado. Todo estaba puesto sobre la mesa. No había marcha atrás. En la tarde del 24 de enero de 1817, luego de cerciorarse que toda la maquinaria de guerra ya se hubiera adentrado en la Cordillera de los Andes, lo hace él, el artífice de aquella Epopeya. San Martín dice en carta a Tomás Godoy Cruz, fechada ese día 24: “Mi amigo muy querido: el 18 empezó a salir el ejército y hoy concluye el todo de verificarlo. Para el 6 estaremos en el valle del Aconcagua Dios mediante y para el 15 ya Chile es de vida o muerte. Esta tarde salgo a alcanzar las primeras divisiones del Ejército.Todo ha salido bien y hasta ahora no ha ocurrido novedad de consideración. Dios nos de acierto mi amigo para salir bien de tamaña empresa”. Por la mañana de ese mismo día habían partido desde El Plumerillo 100 artilleros, al mando del teniente coronel Pedro Regalado de la Plaza, y el capitán Fray Luis Beltrán, conduciendo el resto de la artillería y los elementos que integraban la maestranza, y desde Mendoza, el general Soler, jefe del Estado Mayor del Ejército. Se concretaba así el inicio de la máxima expedición libertadora que el continente sudamericano había visto, y vería jamás. Hoy hace 204 años, el Argentino Más Grande de la Historia, iniciaba en persona el glorioso Cruce. El Inmortal Cóndor de los Andes desplegaba sus alas, en busca de la Libertad Americana.
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