Una de las tantas versiones de esta antigua expresión que se hizo muy popular fue protagonizada precisamente por el campeón mundial de los medianos Carlos Monzón. Más Allá del juicio de la historia tanto en el ring del cual todos lo hemos idolatrado como en su vida privada que todos conocemos, y que ya la historia y la sociedad lo juzgó y condenó, este pugilista en la década del setenta, fue hasta Francia a mostrar los puños, pero se encontró con que además tenía que dar un discurso. Cuenta la anécdota que Carlos Monzón, que siempre había sabido defenderse muy bien, ahora estaba “contra las cuerdas” del lenguaje, frente a un auditorio distinguido en ese país tan extraño. Le dieron un premio y él quiso agradecer en francés… Había entrenado tranquilo el famoso “merci beaucoup” (mersí bocú), pero a la hora del micrófono repitió muy nervioso: “pipí cucú”, “pipí cucú” a todos. Luego de un silencio incómodo, estalló la risa entre todos los presentes. Había nacido esta nueva palabra, que luego su amigo Alberto Olmedo popularizaría dándole un nuevo significado: exquisito, espléndido, hermoso, sin nada de más ni de menos y que ahora todos hemos incorporado en nuestro léxico habitual Como nota de color esta anécdota fue contada en la miniserie “Monzón, las dos caras de la gloria”
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