Pequeñas Piezas de la Historia, por Gabriel Horacio Blasco Dantuono
Antes de acuñarse el término helicóptero, al despegue vertical se lo llamaba vuelo libre y no se diferenciaba mucho del ascenso en globo. Posteriormente se lo conoció como aerodino, giroplano y autogiro, todos ingredientes del mismo guiso. En el siglo IV 'aC', los niños chinos, antes de agarrar una espada a los 12 años, jugaban con taketombos. Conocidos también como libélula de bambú, se trataba de una hélice igual a la de los helicópteros actuales fijada a una vara central tipo eje. Este se colocaba entre las palmas de las manos, se las frotaba en un sentido y al soltarla se elevaba varios metros. Pese a tener lo más difícil resuelto, se tardaron 18 siglos en retomar seriamente el diseño de un aparato de vuelo vertical. En 1490 Leonardo Da Vinci investigó los principios teóricos de la sustentación y el vuelo vertical. Pero su modelo estaba condenado a fracasar. Dependía de la fuerza muscular para girar y eso era insuficiente para elevar el artefacto y su tripulante. A mediados de 1907, el francés Louis Breguet, logra ser el primero en elevar verticalmente una nave motorizada y tripulada. Temiendo que se escapara a la estratósfera amarraron el giroplano al suelo. No hacía falta, apenas se elevó unos centímetros y Breguet decidió dedicarse a los aviones. Unos meses después, en Lisieux, noroeste de Francia, el ingeniero Paul Cornu realizaba el primer vuelo libre en helicóptero. Así la frase suena a hito, proeza y hazaña, pero deberíamos sacarle un par de botones al sobretodo. No es que no tuviera importancia, pero solo fue un escalón. El grotesco aparato estaba repleto de caños, poleas y tensores que rodeaban a Cornu. Su Frankenstein apenas se elevó 20 centímetros por 30 segundos y casi ningún elemento de su invento sirvió para el desarrollo posterior. Ahora si tenemos en cuenta que era un bicicletero, es más que meritorio. En pocos años hubo una cadena de adelantos que funcionaron como postas. Estos escalones tecnológicos permitieron que otros no tuvieran que empezar de cero. Una especie de generoso 'parate en mis hombros y arrancá de ahí'. Entre esos pioneros se encontraban Raúl Pateras de Pescara, Jan Bahyl, Enrico Forlanini, Oszkár Asbóth, Etienne Oehmichen, Emile Berliner, Ogneslav Kostovic, Federico Cantero y Angel Luciano Contreras. Las postas se acabaron cuando se sumó al juego el soviético Igor Sikorsky que dio al helicóptero su forma definitiva durante la Segunda Guerra Mundial.
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