Pequeñas Piezas de la Historia, por Gabriel Horacio Blasco Dantuono. A lo largo de su carrera literaria, el escritor Miguel de Unamuno se balanceaba entre distintos géneros como novela, ensayo, teatro y poesía. Su rol como rector de la Universidad de Salamanca lo acercó a la política educativa y a la política en general. Allí también se balanceó. A principios del siglo XX se enfrentó a la monarquía de Alfonso XIII al que acusó de fabricar pobres. La monarquía lo condena a 16 años de prisión, pero no llega a cumplirse por el golpe de estado de Miguel Primo de Rivera. Unamuno no estaba agradecido, también detestaba al régimen militar que ni tuvo las agallas de deponer al rey. La Conjunción Republicano Socialista lo tienta con una candidatura, Unamuno se ve atraído no porque coincidieran con su visión política, más bien por sus valores. Mientras todos los intelectuales estaban encolumnados con la Segunda República Española, Unamuno se aparta del rebaño. No sé qué esperaba del gobierno de Manuel Azaña, pero se ve que no ocurrió porque se volvió un acérrimo opositor. En un giro que rompería el cuello a cualquiera, en 1936 colabora con el golpe de Francisco Franco, hasta puso plata de su bolsillo. El discurso moralizante y cristiano prendió fácil en el escritor. El péndulo del pensamiento político de Unamunno había llegado tan a la derecha que solo quedaba volver hacia la izquierda. Pocos meses después del golpe, decenas de cartas comenzaron a abarrotar su buzón. Esposas y madres de sus amigos y colegas le suplicaban que intercediera para su liberación y algunas para que las ayudara a saber su paradero. Su arrepentimiento era tan profundo que se prometió enfrentarlos de inmediato. La oportunidad llegó el 12 de octubre de 1936, día festivo por excelencia en España. El general franquista José Millán Astray y la esposa de Francisco Franco concurrirían a un acto en la Universidad de Salamanca, gran oportunidad para cantar las cuarenta. Unamuno jugaba de local pero Astray lo madrugó, colorado y con la carótida a punto de explotar gritó '-¡el País Vasco y Cataluña son anti España, cánceres en el cuerpo de la nación!', a grito pelado prosiguió '-¡viva la muerte, España, una, grande y libre!'. En un ambiente que el aire se cortaba con una cuchara, Unamuno respiró profundo y lanzó '-el obispo es catalán y yo soy vasco, llevamos toda la vida enseñando la lengua española que ustedes no sabeis'. Millán Astray lo interrumpió con un poco conciliador '-¡muera la inteligencia, viva la muerte, mueran los falsos intelectuales'. Quedaba claro que andaban con ganas de matar a alguien, pero Unamuno no reculó y lanzó '-vencer no es convencer, ni conquistar es convertir '. Mientras el obispo se escondía bajo el atrio, la mujer de franco le tironeaba del traje, pero no hubo caso, el escritor lanzado prosiguió '-venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir, y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho'. Unamuno fue destituido de la rectoría y confinado a prisión domiciliaria, su vida se apagó en solo 3 meses, no llegó a ver que tenía razón, vencieron, pero no convencieron.
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