martes, 1 de agosto de 2023

La sola mención de la palabra inmigrante alude a la formación de la Argentina y a la identida de sus habitantes.


Ya en 1812 aparece el primer decreto de fomento de la inmigración, firmado por Chiclana, Pueyrredón y Rivadavia, integrantes del Primer Triunvirato, que establecía: "El gobierno ofrece su inmediata protección a los individuos de todas las naciones y a sus familias que deseen fijar su domicilio en el territorio, asegurándoles a pleno goce de los derechos del hombre en sociedad, con tal de que no perturben la tranquilidad pública y respeten las leyes del país". La Constitución de 1853 subrayó en su Preámbulo la necesidad de que todos los hombres del mundo que habitaran el suelo argentino debían tener los mismos derechos. Como consecuencia, el ingreso de extranjeros duplicó la población local entre 1867 y 1895. Para tener una idea de esas corrientes, según algunas estimaciones, hacia 1850, de unos 120.000 habitantes que poblaban Buenos Aires, la mitad eran extranjeros. Con el objeto de fomentar la colonización, se propició la integración del migrante al proceso productivo o se facilitó el acceso de los colonos a la tierra pública. De tal que es posible trazar un mapa de diversas colectividades asentadas en puntos geográficos específicos. Se radica-ron y formaron colonias y pueblos, instituciones y clubes de barrio y hasta hospitales: el Italiano, el Español, el Británico, el Alemán, el Francés. Son casi tantos como los colectivos que poblaron nuestro suelo. También se dio la dispersión y la inmigración "golondrina" hacia donde estación climática indicaba tiempo de cosecha. Se desarrollaron enclaves geográficos icónicos. En Entre Ríos, los judíos en Basavilbaso y los alemanes del Volga en Diamante. En Santa Fe, los suizos franceses, belgas y alemanes en Esperanza. En Misiones se instalaron alemanes, polacos, ucranianos, austríacos y escandinavos.

En la provincia de Buenos Aires, los bearneses en Pigüé y los holandeses en Tres Arroyos. En el oeste argentino, sirios y libaneses. En Córdoba, los alemanes en La Cumbrecita y Villa General Belgrano. Más al sur, en Chubut, los galeses de Gaiman, por citar algunos casos con improntas en el presente. Tanto Sarmiento como Alberdi se inclinaban por la inmigración del norte de Europa, pero la realidad era otra: la mayoría provenía de España e Italia y los criollos no aprobaban esa política de puertas abiertas a todos, veían con desagrado el comportamiento aluvional.




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