lunes, 6 de enero de 2025

A comienzos de 1930, el Trasandino chileno se vestía de una modernidad muy atractiva pues tres hermosas locomotoras eléctricas articuladas de 85 toneladas, que incluían un sistema de cremallera, eran entregadas por la compañía suiza SLM y Brown Boveri.


Estas locomotoras se encargaron de hacer el trabajo duro, más eficiente y de mayor seguridad, en especial al interior del túnel internacional, desde Río Blanco, donde estaba su base de operaciones, hasta Las Cuevas, dejando a las Kitson Meyer para complementar el servicio. Con esta nueva tecnología, se solucionaban los inconvenientes de la saturación de humos en los cobertizos y túneles llevando trenes más limpios, rápidos y silenciosos hasta la frontera, c 1950.

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