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jueves, 7 de febrero de 2019

jueves, 19 de abril de 2018

Foto familiar de principios del 1900, tomada en la casa del actual callejón Barrionuevo (departamento de Las Heras), la calle toma el nombre de ellos pues han vivido en ella generación tras generación desde el siglo XIX. (foto gentileza: Pedro Pablo Magliola)

Oriundos de Achiras (Cordoba) a comienzos del s. XIX se afincaron en la zona del Plumerillo, frente a la actual base aerea . Desde su chacra (la de la foto) mi tatarabuela Felipa Barrionuevo (1860-1945) vio cuando fallecio Jorge Newbery en su accidente de aviacion. En la foto se pueden ver izquierda de pie a mi tatarabuela Felipa Barrionuevo (1860-1945), descendiente de comechingones que fuera remediera y partera de todos sus vecinos por decadas. Junto a ella su esposo Feliciano Geronimo Vargas (1857-1916), sastre y cocinero, fue  expedicionario al desierto con Rufino Ortega en la columna que partio del fuerte de San Carlos y llego al Nahuel Huapi, el regreso desde la patagonia fue embarcado en la corbeta Uruguay desde Patagones a Buenos Aires, tras unos años como policia en esa ciudad volvio a su Mendoza se caso recien en 1886 con su prometida (Felipa Barrionuevo) que lo esperaba, viviendo toda su vida en la casa y chacra de  El Plumerillo en el actual callejon Barrionuevo

viernes, 9 de febrero de 2018

Efemérides. 9 de Febrero de 1847, muere el General Don Manuel Corvalán, Luchador de la Independencia Argentina.


En 1847 muere en Buenos Aires el general don Manuel Corvalán. Había nacido en Mendoza el 28 de mayo de 1774. Fue teniente gobernador de San Juan y encargado del equipo y armamento del ejército de los Andes y edecán de Juan Manuel de Rosas. Fue líder del Partido Federal de la Provincia de Mendoza. Posteriormente fue edecán del gobernador de la Provincia de Buenos Aires y virtual gobernante de toda la Argentina, Juan Manuel de Rosas. Hijo de un militar, de joven se trasladó a Buenos Aires, donde estudió en el Real Colegio de San Carlos; pero se negó a ser abogado como querían sus padres, y se dedicó al comercio.
Al producirse las Invasiones Inglesas, se unió a las fuerzas locales durante la Reconquista de Buenos Aires, y luego participó en la Defensa en el Batallón de Arribeños, participando en el Combate de Corrales de Miserere el 2 de julio de 1807 bajo las órdenes del Gral. Liniers. Casí toda la compañía de Corvalán quedó fuera de combate, y él se retiró salvando la bandera de su batallón en ese día y en los sucesivos hasta el 7, en que remontó su compañía uniformándola con sus recursos propios y los de sus amigos.

En 1809 se unió a las fuerzas del coronel Cornelio Saavedra en defensa de la autoridad de Santiago de Liniers, y más tarde formó parte del grupo que presionaba a favor de apoyar la independencia de España. Fue ascendido a teniente coronel. En 1810, la Primera Junta lo envió a San Luis, Mendoza y San Juan, con la comunicación oficial de la Revolución de Mayo, la exigencia de su reconocimiento por los cabildos de esas ciudades, y la invitación a elegir un diputado por cada una, que se incorporaría a la llamada Junta Grande. Meses después fue nombrado comandante del fuerte de San Rafael, última avanzada hacia el sur en la provincia de Cuyo. En 1811 fue nombrado comandante de fronteras de Mendoza.

A fines del año siguiente se le encargó reunir reclutas para los ejércitos patriotas, como el regimiento de Granaderos a Caballo. Como anécdota curiosa, ese fue el origen de la carrera militar del futuro caudillo federal Facundo Quiroga, que pronto volvió a La Rioja. Luego fue nombrado jefe del regimiento de Pardos y Morenos. San Martín le encargó del equipo, armamento y demás preparativos del ejército. En esta labor tan inteligente como difícil en esas circustancias, Corválan invirtió patrióticamente su patrimonio, y puede decirse que cooperó en primera línea a que San Martín pasase los Andes con ejército listo para combatir.

Cuando el Director Supremo Alvear intentó reemplazar a San Martín, fue uno de los pocos que aceptó la autoridad del coronel Gregorio Perdriel. Esa actitud le valió ser reemplazado por el coronel Toribio de Luzuriaga en mayo de 1815, tras la caída de Alvear.
No obstante, San Martín lo unió a su campamento de El Plumerillo y lo puso a cargo de funciones administrativas como jefe de la maestranza. Cuando el Ejército inició la campaña a Chile, lo dejó como jefe de lo poco que quedaba del ejército mendocino y de las instalaciones del Plumerillo. Fue fiscal en la causa contra Juan José y Luis Carrera, pero fue luego reemplazado por Bernardo de Monteagudo, que consiguió su ejecución. Al llegar la noticia de la derrota de Cancha Rayada, hizo un gran esfuerzo para poner a la provincia en condiciones de defenderse de un posible ataque realista. Durante la crisis política de principios de los años 20 se unió a los federales. Cuando Facundo Quiroga retuvo al regimiento mendocino que había atacado La Rioja, negoció con él la devolución de una parte del mismo.
Apoyó la revolución del general Bruno Morón, que derrocó al gobernador Pedro José Campos y colocó en el poder a Tomás Godoy Cruz. Éste lo envió a Chile, a pedir ayuda de ese país para hacer frente al general José Miguel Carrera, que estaba por atacar Mendoza; al fin y al cabo, la intención de Carrera era invadir Chile. Fue ascendido a coronel en 1822.
Al año siguiente intentó mediar entre el gobernador riojano Nicolás Dávila y la legislatura; el defensor de ésta, Facundo Quiroga, aceptó la mediación, pero Dávila la rechazó. Esa actitud llevó a la batalla de El Puesto, que llevaría al gobierno riojano a Facundo Quiroga.
Apoyó la revolución que llevó al poder a su amigo, el general José Albino Gutiérrez, y colaboró en su gobierno. Cuando éste fue derrocado por una revolución dirigida por Juan Lavalle y Juan de Dios Correas, se marchó a Buenos Aires. En Buenos Aires se hizo amigo del líder federal Manuel Dorrego. Por influencia de éste y de su primo, el gobernador de Mendoza Juan Rege Corvalán, fue electo diputado al Congreso Nacional en 1826. Se incorporó al mismo poco después de la sanción de la constitución unitaria, y se unió al círculo federal que dirigía Dorrego.

Cuando cayó el gobierno de Bernardino Rivadavia y el Congreso fue disuelto, el nuevo gobernador Dorrego lo nombró su edecán. A mediados de 1828 fue enviado a Santa Fe, donde fue diputado por Mendoza al Congreso federal, que terminó siendo una especie de asamblea consultiva. Como los demás miembros del mismo, condenó enérgicamente el derrocamiento y muerte de Dorrego por el general Lavalle. Fue el jefe de estado mayor del ejército de Estanislao López, con el que éste atacó a Lavalle y lo derrotó en la batalla de Puente de Márquez. Quedó en Buenos Aires, junto al nuevo líder federal, Juan Manuel de Rosas. Cuando éste fue elegido gobernador, lo nombró su edecán.

Acompañó a Rosas en la campaña contra la Liga del Interior en 1831. De regreso fue nombrado diputado por Mendoza a la convención de Santa Fe, y en su nombre firmó el Pacto Federal el 4 de enero de 1831.

Participó en la Campaña al Desierto de 1833, ocupando la famosa isla de Choele Choel sobre el río Negro con su regimiento.

Fue nuevamente edecán en la segunda gobernación de Rosas, que en 1837 lo ascendió a general. Asistió por años al Restaurador, ayudándole en las representaciones oficiales, en el control de la formación militar, en el campamento de Santos Lugares y en sus funciones diarias de gobierno. En sus últimos años fue diputado provincial; pero, dado que seguía siendo edecán del gobernador, casi no asistió a las sesiones.

martes, 6 de junio de 2017

El Uruguayo que revolucionó la urbe mendocina El arquitecto Mauricio Cravotto se dedicó a organizar la ciudad y subsanar los problemas de planificación que, ocho décadas atrás, afectaban a la provincia.

Hace ochenta años, los funcionarios del Poder Ejecutivo de la provincia de Mendoza plantearon la necesidad de implementar un Plan de Regulación de la Ciudad y otros departamentos con el objetivo de proyectarse hacia el futuro.
Existía entonces una gran desorganización urbana, tanto en materia de planificación como edilicia, y  Mendoza no contaba con ningún edificio público que estuviese  a la altura de los que se encontraban en Buenos Aires y otras provincias. 
Fue un arquitecto uruguayo llamado Mauricio Cravotto quien, luego de presentarse en un concurso, propuso revolucionar el concepto urbanístico ciudadano. 
Arde la ciudad
Desde 1935, se planteó desde el Ejecutivo la intención de planificar la ciudad de Mendoza y sus departamentos. Pero pasarían más de cuatro años antes de que nuestra provincia sancionara la ley 1372, sobre el “Plan de Regulación de las ciudades villas de Mendoza”.  
Por aquel entonces, muy poco se había logrado para concretar edificios públicos; solamente habían quedado los cimientos de la proyectada casa de gobierno, en medio de la plaza Independencia, que mutiló este predio hasta 1942.
La casa de gobierno se encontraba en calle Rivadavia y otras oficinas públicas estaban distribuidos en distintos lugares de la ciudad.
Además existía un trazado improvisado de calles y jardines públicos, sin una regulación al respecto. La edificación invadía a pasos agigantados todos los espacios libres.
Esta ley pretendió proyectar hacia el futuro una nueva Mendoza. 
Un gran arquitecto del Uruguay
Mauricio Cravotto nació en Montevideo el 26 de setiembre de 1893. Sus padres fueron Antonio y Angelina Schiavón.
Desde muy joven se sintió atraído por la arquitectura y el urbanismo. Estudió en la Facultad de Matemáticas de esa ciudad y se graduó con medalla de oro en 1917. Un año después, fue distinguido con otro galardón dorado al obtener el primer premio organizado por la Sociedad de Arquitecto de ese país.  
Fue profesor en la Facultad y dirigió la cátedra de proyectos de arquitectura en especial de trazado de ciudades. Formó parte del Consejo directivo y también ocupó el puesto como Decano.
En 1929 proyectó el pabellón uruguayo para la Exposición Internacional de Sevilla de ese año y, posteriormente, fue el propulsor del Plan Regulador de Montevideo
Escribió varios libros relacionados al tema. Su casa, ubicada en calle Sarmiento de la ciudad de Montevideo, hoy es museo y sede de la fundación que lleva su apellido. Cravotto falleció el 14 de octubre de 1962.  
Su relación con la provincia de Mendoza nació a mediados de los 30’s cuando conoció a varios profesionales de esta región. 
Mendoza expectante

En la mañana de 10 de enero de 1941 se realizó en el despacho del intendente municipal, doctor Cruz Vera, el acto de apertura del concurso para la confección del plan regulador, reformador y de extensión de la ciudad de Mendoza. 
Varios fueron los proyectos presentados por los más grandes urbanistas de ese momento. Entre ellos, se encontraban títulos como “Farwest”, “Zanjón Amarillo”,  “Capital de Los Andes”, “Yuco”, “Plumerillo” y “Claveles Mendocinos”. 
Entre los participantes se encontraban Adolfo  Farengo, Fermín Bereterbide, Alberto Belgrano Blanco, los uruguayos Mauricio Cravotto y Juan Antonio Scasso, Alberto Coni Molina, Raúl J. Alvarez. También el descollante arquitecto suizo Le Corbusin y Pierre Jeanneret.
Los ganadores de aquel concurso fueron  Fermín Bereterbide, Alberto  Belgrano Blanco, Mauricio Cravotto y Juan Scasso, a quien se contrató de inmediato. 
Aunque Bereterbide, Belgrano Blanco y Scasso se proclamaron ganadores, fue el oriental Mauricio Cravotto quien proyectó  esta obra para Mendoza.
La aldea feliz
El proyecto consistía en  la habilitación de dos distribuciones principales (de Gobierno y Municipal) y otros núcleos de concentración. El Palacio de gobierno se localizaría en la zona de la Quinta Agronómica -actual emplazamiento- mientras tanto el Edificio  Municipal se ubicaría en los terrenos del ferrocarril, por entonces denominado Pacífico.
Con ventajas funcionales y simbólicas, la proyección ubicaba los dos espacios más singularmente atrayentes del casco urbano mendocino.
Por una parte, se había dispuesto de edificios y espacios adecuados para el Poder Ejecutivo, la Legislatura y la Justicia. Además se tenía en cuenta el monumento a la Bandera, en la explanada cívica. La Universidad de Cuyo se encontraría más hacia el sur de dicho emplazamiento.
Por otra parte, la calle Mitre sería una arteria principal y se comunicaría con la plaza Independencia. Además de las otras vías de accesos, en ella se instalarían hoteles, pequeños negocios para turistas y lugares de distracción. Además de construir recovas, desde la calle Patricias Mendocinas se entraría por una galería - este y oeste-  a la plaza San Martín y por calle Necochea se llegaría al centro del vino, el que se fijaría en calle San Juan entre Buenos Aires y Entre Ríos.
El conjunto de la catedral estaría situado en la parte de los terrenos que ocupaba la estación del Trasandino.
Luego del golpe de estado de 1943, este proyecto no se pudo concretar totalmente. Sin embargo, durante el gobierno Justicialista (1946-1955) una parte de esta propuesta se puso en marcha. Al fin, se contruyó la Casa de Gobierno y el Palacio de Justicia.
Fuente: http://www.losandes.com.ar/article/el-uruguayo-que-revoluciono-la-urbe-mendocina?pic=0

miércoles, 1 de marzo de 2017

Efemérides. 1 de Marzo de 1914. Muere Jorge Newbery

Fallece a los 38 años el aviador y deportista Jorge Alejandro Newbery. Crea el Aero Club Argentino, llegó a ser funcionario público de Buenos Aires a comienzos del siglo XX, desempeñando el cargo de Director General de Instalaciones Eléctricas, Mecánicas y Alumbrado.

El 1° de Marzo de 1914, estando en la estancia Los Tamarindos, en lo que hoy sería El Plumerillo en Mendoza, se disponía a estudiar como iba a ser el primer cruce de la Coordillera de Los Andes en avión, proeza que el mismo realizaría en el próximo mes de Abril.

Como había dejado su propio avión en la ciudad de Buenos Aires, Teodoro Fels, hombre cercano a Jorge Newbery le presta su monoplano Morane Saulnier, que al parecer tenía alguna maña o inconveniente con el ala y éste omitió avisarle a Newbery.

Hacia apenas pasadas las 18:30, luego de hacer algunas acrobacias, el pionero Argentino acompañado por Benjamin Jiménez Lastra se precipita a tierra y fallece al instante, sobreviviendo su compañero quedando con heridas graves.

Así nos deja un vasto legado a la Aeronáutica Militar Argentina y es en este día que se conmemora el Día del Transporte.


domingo, 15 de enero de 2017

Escudo del departamento de Las Heras. Mendoza

Forma: cuadrilongo cortinado filiera de sable.
Trae en campo único tapiz de azur  con un sol pleno de oro en jefe superando el blasón por arriba con veintidos rayos flamígeros de lo mismo de dicimil longitud.
En el cortinado sobre tapiz de plata dos monolitos de plata (gris) y sable enfrentados y un monumento en su base simétricos y en el medio un mástil de lo mismo. 
Ornamentos: sobre el jefe una divisa de plata plegada sobre sí misma en los extremos cargada con un lema toponímico de letras capitales de sable. En corona abierta dos ramos de laurel foliados de sinople por ocho  triples cruzados por lo bajo y unidos por una cinta terciada en faja de azur celeste y plata en moño simple.
SIMBOLOGÍA
El sol bañando con su luz el nuevo y pujante departamento. El monumento El Plumerillo  con un cañón de época  en su base simboliza el progreso y el campo donde se gestó la epopeya de los Andes.  Los laureles simbolizan las glorias alcanzadas a partir de esta ciudad y la cinta argentina su pertenencia a la nación.

domingo, 8 de enero de 2017

San Martín y el Ejército de los Andes La formación del ejército de los Andes exigió una política de reclutamiento de la población masculina de Mendoza, San Juan y San Luis.

San Martín en la ínsula cuyana 
La efímera conducción del Ejército del Norte y la inminente derrota de la revolución chilena convencieron a José de San Martín (y a otros hombres de la Logia, como Tomás Guido) que la acción militar sobre Lima debía prever una estrategia combinada que hiciera la guerra en Chile, y que avanzara por vía marítima al Perú. Dicha empresa requería de una organización armada compacta, con unidad de mandos, y profesionalizada, es decir, con recursos suficientes para sostener el adoctrinamiento militar y asegurar el suministro de salarios, equipos, y pertrechos de guerra. Tal ingeniería militar requería lugar y tiempo para su ejecución por lo que las ciudades cuyanas ofrecían un escenario propicio porque, a diferencia de otras “Provincias Libres del Plata”, habían estado ausentes del teatro y las fatigas de la guerra, y por su proximidad con Chile. Mas aún cuando se sabía que los chilenos mantenían “la idea de la independencia radicada en sus corazones”.
San Martín llegó a Mendoza, la capital de la Gobernación de Cuyo, poco antes de la restauración del pendón real en Santiago y en todas las villas del antiguo reino, y una vez conocida la derrota de Rancagua, encaró los efectos de la emigración de miles de patriotas chilenos que esquivaron la represión dirigida por el último de los oficiales enviado por el virrey Abascal desde Lima para sofocar el bastión patriótico. Ese litigio habría de enfrentarlo a situaciones conflictivas en tanto se trataba de una emigración dividida entre los liderazgos de José Miguel Carrera y Bernardo O’Higgins, por lo que al tiempo que dispuso asistencia y protección a los “desgraciados que habían perdido su Patria”, tomó decisiones infranqueables para descomponer el capital político y militar de Carrera en beneficio de O’Higgins, con quien compartía el compromiso jurado en Londres por la independencia de América.
Una vez despejado el desafío carrerino, San Martín volcó esfuerzos para gobernar la jurisdicción, y ponerla al servicio de la organización del ejército. En una de las tantas cartas que le cursó Tomás Guido, quien sería su confidente casi hasta su muerte, le había escrito: “haremos soldados de cualquier bicho”. Ésa sería la tónica que arbitraría la vigorosa militarización que distinguió su gestión. En efecto, en 1814, la única tropa de línea en Mendoza consistía en la reducida compañía de blandengues, radicada en el fuerte de San Carlos y San Rafael, cuyo número osciló entre 42 y 29 hombres; a ella se sumaban milicias urbanas y rurales, “esa gente que no era de guerra” -tal fue la expresión que usó el gobernador-, divididas en cuerpos de blancos y pardos que reunían 280 hombres de infantería y 600 de caballería. 
De insurgentes a independientes
Ese esquema sería modificado sustancialmente en los años siguientes; sobre todo después de reafirmar su liderazgo político, en el otoño de 1815, ante el frustrado intento de Carlos de Alvear, su rival en la logia, de desplazarlo de la conducción del ejército, y de traccionar decididamente a favor de la destitución del Director Supremo, y condicionar su obediencia al gobierno central y de la Junta de Guerra, a la reunión de un congreso general que declarara la independencia de España. Esa condición resultaba capital para la empresa militar en tanto el cambio de status suponía abandonar la categoría de “insurgentes”, y gestionar la protección de potencias neutrales al sistema de la Santa Alianza erigido en Europa continental que preveía el apoyo inglés. 
Asimismo, la opción por la independencia para San Martín resultaba asociada con sistemas políticos centralizados y/o monárquicos constitucionales (no republicanos), al ser entendidos como los más adecuados para domesticar las disensiones internas del régimen revolucionario (así lo manifestó incluso al mismo Artigas en 1815), y concluir la guerra a favor de la causa de América.  
Un ejército patriota y multiétnico
La afirmación del poder sanmartiniano imprimió un nuevo rumbo a la militarización en Cuyo, y la designación de Juan Martín de Pueyrredón como Director Supremo contribuyó al suministro de recursos para formar el ejército y el sistema de milicias que acompasó su edificación. La formación militar que cruzó los Andes en el verano de 1817, integró 5.187 hombres de los cuales 3.610 eran oriundos de Cuyo que, en abrumadora mayoría, fueron reclutados en el curso de 1815 (2.080 hombres) para robustecer el sistema de defensa local. 
Los noveles reclutas fueron encuadrados con oficiales y tropas ya experimentadas cuyas combinaciones refundaron, o dieron origen a nuevos batallones y regimientos sobre la base de un selectivo y proporcional sistema de reclutamiento llevado a cabo entre 1815 y 1816. 
El sistema de milicias edificado, con asiento en ciudades y poblaciones rurales, estuvo atento a la anunciada (aunque frustrada) invasión realista de la que se tenían noticias por el intermitente corrillo de rumores y espionajes cruzados que conseguían penetrar las nieves andinas, y del cual San Martín haría uso a falta del “telégrafo” que había permitido “la unidad de operaciones” de los revolucionarios franceses para preservar sus fronteras.  Asimismo, el ejército incluyó regimientos de Buenos Aires (el de granaderos y el de negros y libertos), y una porción de soldados y oficiales chilenos sujetos a la conducción sanmartiniana, y sostenidas por el gobierno general. 
En 1816, en el desértico paraje El Plumerillo, se emplazó el campamento militar para facilitar la reunión del personal militar, y de los cuerpos en formación. El entrenamiento militar estuvo a cargo de los jefes y oficiales experimentados, y exigió no sólo de armas, uniformes y equipos, sino también de abastecimiento periódico (carne, aguardiente, galletas y tabaco), de servicios religiosos a cargo de capellanes, y de dinero líquido para saldar en tiempo y forma los salarios de la oficialidad y de la tropa en todas sus categorías. 
Tal empresa dependió de un engranaje institucional y fiscal que incluyó transferencias de la “Caja Nacional”, gravámenes ordinarios y extraordinarios, y recursos locales que sólo en materia de los animales que cruzaron los Andes, reunió 1.500 caballos, y 9.000 mulas. A su vez, las formas de pago del servicio militar, como evocó el general Espejo, lubricaban la cadena de obediencia entre jefes, oficiales, sargentos y soldados, y contribuían a frenar la deserción, y el arco de rebeldías que podían llegar a incluir el motín, la insubordinación o el robo de equipos, pólvora o alimentos. 
En los oficiales y jefes reposaban otras obligaciones como la instrucción periódica, la lectura de las órdenes del día, y el cumplimiento de las normas prescriptas en el reglamento del ejército. La justicia militar casi replicó la reglamentación borbónica y colocó en su cúspide al prestigioso jurista, oriundo de la emigración chilena, el Dr. Bernardo Vera y Pintado, como Auditor de Guerra. 
De igual modo, otros aspectos cruciales de la organización del ejército también reposaron en personajes procedentes de la galaxia de patriotas comprometidos con la independencia de América: el Dr. Diego Paroissien estuvo a cargo del hospital fijo y de campaña, Álvarez Condarco dirigió la fabricación de pólvora; a su vez, personajes menos ilustres ocuparon un lugar de relieve en el montaje de la maquinaria militar, como el ex fraile carrerino Luis Beltrán quien se hizo cargo de la fragua para fabricar cañones, las tejedoras de San Luis, los molineros de Mendoza puestos al servicio de la confección de los uniformes de soldados, y las monjas del Monasterio de María cuyas manos bordaron la bandera que la distinguiría del ejército del Rey, y de la jurada por Belgrano a orillas del Paraná. 
Fuente: http://www.losandes.com.ar/article/san-martin-y-el-ejercito-de-los-andes
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