En 1833 Gran Bretaña se apodera de las islas Malvinas con la entrada de la corbeta Clío en Puerto Soledad, expulsando a la administración argentina. La ocupación británica de las islas Malvinas fue una operación militar del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda que el 3 de enero de 1833 tomó el control de esas islas. A pesar de estar en relaciones de paz con la Confederación Argentina, el Reino Unido, con dos buques de guerra desalojaron a la guarnición argentina de Puerto Soledad de 26 soldados, quienes se marcharon dos días después. Desde entonces, las islas han estado bajo dominio británico, excepto durante el breve período de la Guerra de Malvinas en 1982.
El Gobierno de la República Argentina considera que el 3 de enero de 1833, «las islas fueron ocupadas por fuerzas británicas que desalojaron a la población (de origen argentino) y a las autoridades argentinas allí establecidas legítimamente, reemplazándolas por súbditos de la potencia ocupante». Las autoridades argentinas reclamaron inmediatamente la agresión injustificada llevada a cabo en tiempo de paz y amistad entre las dos naciones, continuando hasta la actualidad de forma diplomática.
El Gobierno del Reino Unido califica la acción como «reafirmación» de su dominio, que fue establecido el 23 de enero de 1765, un año después de la llegada de la Bougainville procedente de Francia, por el comodoro británico John Byron quien arribó a la pequeña isla Trinidad, denominada por los británicos Saunders Island, y realizó una ceremonia de toma de posesión. La Capitanía de Malvinas estaba subordinada administrativamente a Buenos Aires. 32 gobernadores garantizaron el ejercicio de soberanía de España sobre la totalidad del archipiélago.
En 1775 el capitán Juan Pascual Callejas retiró la placa británica de Puerto Egmont, enviándola a Buenos Aires. Cinco años después, siguiendo instrucciones del virrey Juan José de Vértiz y Salcedo, destruyó por completo las instalaciones. La placa conservada en Buenos Aires sería capturada por los británicos durante la primera invasión inglesa al Río de la Plata en 1806 y llevada a Londres. España finalmente abandonó su guarnición en Puerto Soledad en 1811, tras la Revolución de Mayo, puesto que la Banda Oriental no se adhirió a la junta de Buenos Aires y permaneció bajo control español. Las autoridades de Montevideo decidieron retirar el establecimiento en las Malvinas por su baja utilidad y los elevados costos de conservación. Allí se dejó una placa proclamando la soberanía española sobre el archipiélago. Algunos gauchos y pescadores se quedaron voluntariamente en las islas. Lo que sería el nuevo Estado argentino estaba en formación y los primeros gobiernos rioplatenses desde 1810 utilizaron el concepto de uti possidetis iure que definía que las antiguas posesiones coloniales pasaban a ser parte del territorio de las naciones independizadas. La continuación del dominio de las islas, por la tradición de los títulos jurídicos de España en favor de las Provincias Unidas, habilitan a éstas a disponer esas medidas de administración y gobierno. Las diferentes provincias delegaron a la de Buenos Aires en las representaciones internacionales, y al mismo tiempo las Malvinas continuaban bajo administración de su gobernador, pese al abandono español.
Preocupado por la explotación ilegal de ballenas y focas en los mares del sur, a principios de 1820 el gobierno de la provincia de Buenos Aires decidió enviar a un oficial para que hiciera formal toma de posesión del archipiélago y obligara a acatar sus disposiciones administrativas concernientes a la actividad pesquera. El coronel David Jewett, nombrado «comisionado por el Supremo Gobierno de las Provincias Unidas para tomar posesión de las islas en nombre del país a que éstas pertenecen por ley natural», cumplió la orden el 6 de noviembre de ese año y siete meses después fue reemplazado por Guillermo Mason.40 Tres años más tarde, Buenos Aires nombraba gobernador de las islas al guarani Pablo Areguatí.
Durante finales del siglo XVIII y comienzos del XIX las islas fueron el centro de un comercio lucrativo, pero a la vez ilegal, de caza de ballenas y focas llevado a cabo por marineros de Nueva Inglaterra, Gran Bretaña y Francia. Los cazadores de ballenas acampaban en las islas adyacentes, particularmente en la Isla de Goicoechea, donde carneaban gansos y otros aves para tenes provisiones, y a veces mataban ganado en la isla Soledad, reparaban sus barcos y trataban las carcasas de focas, lobos marinos, ballenas y pingüinos para obtener aceite.
El 2 de febrero de 1825, el Reino Unido firmó un tratado de amistad y comercio mediante el cual reconoció la independencia de las Provincias Unidas y, naturalmente, la existencia de un ámbito territorial propio de ella, incluyendo las Malvinas, que habían tomado posesión en 1820, y ejercido otros actos de soberanía incluyendo el nombramiento y la instalación de autoridades. En 1823, el Gobierno de Buenos Aires otorgó una concesión a Luis Vernet para el aprovechamiento del ganado vacuno y el de los lobos marinos de la Isla Soledad. El 10 de junio de 1829 se estableció oficialmente en la Isla Soledad y fue nombrado Primer Comandante Político Militar en las Islas Malvinas. Bajo el pabellón argentino, se comprometió a hacer cumplir la legislación argentina, cuidar sus costas y los reglamentos de pesca vigentes.La designación de Vernet la realizó el entonces gobernador de Buenos Aires, Martín Rodríguez, con el asesoramiento del jurista Salvador María del Carril. Rodríguez designó a Vernet no solo comandante de las Malvinas, sino también de las islas adyacenctes al Cabo de Hornos en el océano Atlántico, «teniendo en cuenta las condiciones que reúne», incluyendo la isla Grande de Tierra del Fuego. Esto asentó el mayor antecedente legal en relación con los reclamos argentinos sobre las islas. El decreto fue publicado en varios medios de prensa del extranjero, entre ellos Reino Unido y Estados Unidos. Al año siguiente Vernet hizo circular entre los barcos pesqueros ocupados en la Patagonia, una notificación en inglés y español con copia del referido decreto. El gobierno de Rodríguez se convirtió en el primer gobierno en nombrar una autoridad directa para las Malvinas desde la Independencia de Argentina.Los británicos vieron la creación de la comandancia como una «intervención en su propia soberanía» y protestaron formalmente en contra de ella. También buscaron contactarse con Vernet para ofrecerle que su colonia esté bajo soberanía brtiánica.. El 30 de abril de 1830, el capitán británico John Onslow, hijo de un almirante de la corona británica, fue puesto al frente de la corbeta HMS Clío, asignada a la estación naval de Sudamérica del Reino Unido, con base en Río de Janeiro. Partío el 19 de julio desde Inglaterra, llegando al Brasil el 15 de diciembre del mismo año. En agosto de 1832, eligiendo un momento propicio, el primer ministro británico, lord Palmerston, por sugerencia del Almirantazgo británico y el Foreign Office, ordenó enviar al contraalmirante Thomas Baker, jefe de la estación naval sudamericana, la orden de tomar el control sobre el archipiélago. Baker envió a Onslow a tomar las islas.Al mismo tiempo se despertó el interés británico por ubicar la placa dejada en el antiguo Puerto Egmont en 1774 y recuperar el establecimiento El 20 de diciembre de 1832 Onslow arribó a Puerto de la Cruzada con la HMS Clio, tomando posesión formal a nombre de Su Majestad británica. La tripulación se abocó a reparar las ruinas del fuerte, abandonado 59 años antes, y a dejar un aviso de posesión. Unos días más tarde, el 2 de enero, la nave ancló frente a Puerto Soledad, asistida por el Tyne. Dado que el barco pertenecía a una nación amiga, José María Pinedo ordenó a uno de sus oficiales efectuar la visita oficial de cortesía a la nave inglesa, para ello envió al teniente primero Manson y a un médico a la Clio a quienes Onslow acompañó personalmente a la Sarandí. El médico fue enviado para inquirir el objetivo de la visita ya que se trataba de un buque de guerra y no un visitante ocasional. Onslow transmitió por la tarde al comandante argentino sus instrucciones: tomar el control de las islas en nombre su rey. Le dio un ultimatum de veinticuatro horas para arriar la bandera argentina del mástil de la plaza mayor de Puerto Soledad, y proceder a la evacuación de todos los soldados y sus familias junto con sus pertenencias, desocupando todas las instalaciones, y que se liberara el archipiélago de elementos vinculados a gobierno de las Provincias Unidas. Pinedo recibió con sorpresa la intimidación y protestó a lo que Onslow simplemente respondió que le enviaría sus instrucciones por escrito. El artículo 9º del Código de Honor Naval de las Provincias Unidas obligaba a Pinedo a defender el pabellón de un ataque extranjero hasta las últimas consecuencias. El historiador argentino Laurio Hedelvio Destéfani indica que Pinedo, de hecho, hizo los preparativos para resistir y celebró un consejo de guerra con sus oficiales, ordenando cargar sus cañones a bala y metralla. Sin embargo sus posibilidades de éxito eran exiguas: el buque argentino era muy inferior al británico en potencia de fuego y resistencia al daño. Su barco, el ARA Sarandí estaba montado 8 cañones (de 8 x 8 libras) en comparación con los dieciocho cañones (16 × carronadas de 32 libras, 2 x 6 libras cañones de proa) del bergantín HMS Clio.
John Clark, cirujano de la Sarandí, declaro que «habiendo [Pinedo] llamado la gente a los cañones ninguno de los marineros extranjeros acudió, oyéndose allí una voz de que si peleaban con los ingleses y eran vencidos los colgarían a todos».
El primer oficial de la Sarandí, el teniente Elliot, era estadounidense y estaba dispuesto a dar batalla. El práctico de a bordo se negó a combatir; los ingleses, por el contrario, afirmaron estar dispuestos. Los jóvenes grumetes, de entre 15 y 20 años de edad, aseguraron que combatirían. El resto de los hombres aceptaron acatar las órdenes de Pinedo. Éste distribuyó armas entre los 18 soldados de la desmembrada guarnición portuaria y los puso bajo órdenes de Gomila, a quien liberó dándole instrucciones para armar y preparar a los hombres. Pinedo también preparó el barco y habló a la tripulación sobre su voluntad de luchar, pero finalmente decidió no ofrecer resistencia. En su defensa, Pinedo adujo ante las autoridades porteñas que sus soldados se negaron a combatir por ser británicos y haber servido a la Royal Navy y que les exigió que defendieran el pabellón argentino mientras llegaba ayuda de Buenos Aires. Pinedo protestó verbalmente y se negó a bajar la bandera argentina. Al poco tiempo ordenó a sus hombres que embarquen a la Sarandí y ofreció a los pobladores, que querían abandonar Puerto Soledad, trasladarlos a Buenos Aires. La mayoría comenzó a preparar su equipaje. Onslow y las fuerzas británicas desembarcaron en la mañana del 3 de enero de 1833 a la hora pactada, primero izaron su bandera en un mástil sobre una casa llevado por ellos mismos y luego arriaron la argentina, plegándola pulcramente y entregándosela a Pinedo, quien veía la ceremonia desde la Sarandí. Dos días después Pinedo ordenó levar anclas y poner rumbo a Buenos Aires a toda velocidad, abandonando las islas a bordo de la Sarandí llevando consigo a un grupo 11 colonos que quisieron marcharse por voluntad propia, algunos de sus soldados y convictos de la colonia penal de San Carlos.En las islas permanecieron 22 habitantes de la colonia de Vernet, entre ellos 13 argentinos, en su mayoría gauchos e indígenas. La goleta foquera británica Rapid partió el 5 de enero llevando a los amotinados de la Sarandí a Buenos Aires.
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