Hasta el año 321 el calendario tenía al mes como su mínima subdivisión. Por los barrios de Roma andaban necesitando una división más acotada para organizarse con las compras y las carnicerías, las del Coliseo. El emperador Constantino I, siempre atento a las necesidades del pueblo crea la 'septimāna' (siete jornadas). Constantino era un piola bárbaro y se apropió de una idea que ya tenía más de 3 mil años. Los pueblos originarios mesopotámicos la habían creado sobre la base de las fases lunares pero los soldados romanos que volvían de sus campañas en Egipto le vinieron con el cuento. A Constantino se lo devoró el apuro, si hubiera charlado con algún judío se hubiera enterado que ya tenían organizada una semana de 7 días en el primer capítulo del libro del Génesis. Allí se relatan los 6 días de la creación y que el séptimo día Dios descansó. Pero el primer día de esa semana era el domingo y el de descanso el 'shab-bat'. Los nombres los asignaron utilizando lo que tenían más a mano, bueno no tanto, digamos a simple vista, bueno tampoco. Los tomaron de los planetas y satélites conocidos en esa época. Así tenemos Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus, Saturno y el último día sería el dedicado a dios, el 'dies Dominicus'. Ustedes se preguntarán por qué lo ilógico del orden de los planetas, es que faltaban mas de mil años para la llegada de Copérnico y Galileo. El astrónomo que tenían más a mano era Ptolomeo cuya teoría aceptada pero errónea del geocentrismo complicaba el cálculo correcto de las órbitas, distancias y tamaños de los planetas. Por ello cualquier intento de ordenarlos estaba condenado al papelón. Como si no bastaran estos problemas de antaño, 2 revoluciones se empeñaron en embarrarnos el calendario. El 'Calendrier républicain français' es el resultado de querer romper con todo lo establecido, y así les salió. Si se hubieran concentrado en romper solo con la monarquía les hubiera ido mejor. Hicieron un zafarrancho descomunal, separaron el año en 36 semanas de 10 días. Antes que supieran que hacer con los 5 días que les sobraban lo tuvieron que guardar bajo llave. Como no combinaba con el calendario solar ni el lunar no servía para las cosechas. Las semanas de 10 días desordenaban las liturgias y los trabajadores tenían el descanso más espaciado, o sea, todos perdían. Si los franceses habían mostrado cierta desprolijidad, los soviéticos se fueron a la banquina de la lógica. En 1929, para suprimir toda connotación religiosa en la vida cotidiana, crearon la semana de 5 días, sin sábado y domingo. Pero a los 2 años recularon y le agregaron un sexto día fijo para el descanso. Al coordinar el año con los meses, cada uno tenía 5 semanas de 6 días y los de 31 agregaban un día extra de trabajo. El desfasaje que les dejaba febrero hizo que nadie supiera en que día vivía y volvieron al calendario occidental en 1940.
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sábado, 13 de febrero de 2021
'Una semanita complicada'
Hasta el año 321 el calendario tenía al mes como su mínima subdivisión. Por los barrios de Roma andaban necesitando una división más acotada para organizarse con las compras y las carnicerías, las del Coliseo. El emperador Constantino I, siempre atento a las necesidades del pueblo crea la 'septimāna' (siete jornadas). Constantino era un piola bárbaro y se apropió de una idea que ya tenía más de 3 mil años. Los pueblos originarios mesopotámicos la habían creado sobre la base de las fases lunares pero los soldados romanos que volvían de sus campañas en Egipto le vinieron con el cuento. A Constantino se lo devoró el apuro, si hubiera charlado con algún judío se hubiera enterado que ya tenían organizada una semana de 7 días en el primer capítulo del libro del Génesis. Allí se relatan los 6 días de la creación y que el séptimo día Dios descansó. Pero el primer día de esa semana era el domingo y el de descanso el 'shab-bat'. Los nombres los asignaron utilizando lo que tenían más a mano, bueno no tanto, digamos a simple vista, bueno tampoco. Los tomaron de los planetas y satélites conocidos en esa época. Así tenemos Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus, Saturno y el último día sería el dedicado a dios, el 'dies Dominicus'. Ustedes se preguntarán por qué lo ilógico del orden de los planetas, es que faltaban mas de mil años para la llegada de Copérnico y Galileo. El astrónomo que tenían más a mano era Ptolomeo cuya teoría aceptada pero errónea del geocentrismo complicaba el cálculo correcto de las órbitas, distancias y tamaños de los planetas. Por ello cualquier intento de ordenarlos estaba condenado al papelón. Como si no bastaran estos problemas de antaño, 2 revoluciones se empeñaron en embarrarnos el calendario. El 'Calendrier républicain français' es el resultado de querer romper con todo lo establecido, y así les salió. Si se hubieran concentrado en romper solo con la monarquía les hubiera ido mejor. Hicieron un zafarrancho descomunal, separaron el año en 36 semanas de 10 días. Antes que supieran que hacer con los 5 días que les sobraban lo tuvieron que guardar bajo llave. Como no combinaba con el calendario solar ni el lunar no servía para las cosechas. Las semanas de 10 días desordenaban las liturgias y los trabajadores tenían el descanso más espaciado, o sea, todos perdían. Si los franceses habían mostrado cierta desprolijidad, los soviéticos se fueron a la banquina de la lógica. En 1929, para suprimir toda connotación religiosa en la vida cotidiana, crearon la semana de 5 días, sin sábado y domingo. Pero a los 2 años recularon y le agregaron un sexto día fijo para el descanso. Al coordinar el año con los meses, cada uno tenía 5 semanas de 6 días y los de 31 agregaban un día extra de trabajo. El desfasaje que les dejaba febrero hizo que nadie supiera en que día vivía y volvieron al calendario occidental en 1940.
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