Pequeñas Piezas de la Historia, por Gabriel Horacio Blasco Dantuono
En la obra de Les Luthiers sobre la revolución rusa, el coro canta a viva voz ‘-¿Hay algo más triste, más desdichado, que ser perseguido?, ¡Sí, ser alcanzado!’. Más de 40 mil aristócratas rusos fueron pasados por la máquina de cortar nobles. Juan Eugenio de Chikoff estaba en Francia cuando estalló la revolución y ni se molestó en averiguar el destino de su familia, se tomó un buque hacia Argentina. Instalado en Buenos Aires, comenzó a lucrar con su educación. Enseñaba idiomas, música, patinaje, baile y etiqueta. Se casó con María Baechtel y tuvieron dos hijos, Juan y Eugenia, sí, la famosa y querida Eugenia de Chikoff. Luego de tres años, María se fue con sus hijos a Francia. Allí Eugenia recibió una educación de excelencia, aprendió a hablar francés, alemán, ruso, castellano, inglés y latín. Siendo muy joven viajó a Inglaterra donde se doctoró en filosofía. Con un espíritu libre y aventurero, se trasladó a China, allí estudió su cultura y abrazó con unción las artes marciales, en tiempo récord se convirtió en profesora de karate, judo y esgrima. Con solo 21 años, pero con la experiencia de varias vidas, decidió regresar a su amada Argentina, y eso que solo había vivido 3 años en ella. Su padre la incluyó en un proyecto muy lucrativo, enseñar etiqueta y ceremonial. También quería que su hija reclamara el título de condesa, ella se negó aduciendo que era argentina y aquí era una mujer como cualquier otra. Eugenia era el pilar de la institución del padre, enseñaba desde urbanidad hasta equitación. Fueron contratados por Juan Domingo Perón para reeducar a Evita. El trabajo fue impecable, luego de la gira europea, el modisto Christian Dior dijo ‘Vestí a todas las casas reales europeas, pero la única reina que vestí, fue Eva'. Eugenia siguió perfeccionándose, viajó a Francia donde se recibió con honores del ‘Le Cordon Bleu’, le escuela de gastronomía y hotelería más importante del mundo. La escuela Chikoff siguió formando al cuerpo diplomático argentino hasta la muerte de su padre en 1988. Eugenia, de casi 70 años, no se retiró, todo lo contrario, relanzó su tarea con apariciones televisivas que la hicieron conocida en todos los rincones del país. La salud la acompañó hasta una muy avanzada edad. Según ella, fue porque luego de vivir un tiempo en los glaciares de Alaska, abrazó la vida naturista, nunca más comió carnes rojas, no se dejaba administrar ningún medicamento y no se sometió a ninguna cirugía. Abandonó este mundo a los 94 años sin deudas con la vida.
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