Pequeñas Piezas de la Historia, por Gabriel Horacio Blasco Dantuono
La iglesia católica del siglo XV tiene más prontuario que sermones. En ella abundaban ambiciosos, pecadores y asesinos, ahora que lo pienso, bastante parecido a otros siglos. Por ello cuando surgía un monje enemigo del lujo, de ambiciones de poder y la sodomía, en Roma se les ponía la toga de punta. Algo extraño ya que esas actitudes eran las que condenaba Jesús.
Girolamo Savonarola era un monje domínico que detestaba la corrupción de la iglesia como la venta de perdones y el afán de riquezas de sus superiores. Era particularmente seguidor de Bernardino de Siena, partidario de los sermones al aire libre ya que aborrecía los lujos de las iglesias. Este Bernardino arengaba a sus fieles a desprenderse de los bienes materiales, no de donarlos, sino destruirlos. Girolamo quiso emular y magnificar estos actos de renuncia material, como buen ejemplo empezó el mismo. Su primer pedido fue que se quemaran los libros incluidos en el "Index librorum prohibitorum". Anualmente sus pedidos de candela se fueron incrementando. El acto mas grande de desprendimiento colectivo y posterior quema, ocurrió el 7 de febrero de 1497. La arenga de Girolamo se centraba en ropas elegantes, adornos suntuosos, libros pecaminosos y obras de arte. Citó a todos a una misa al aire libre en la Piazza della Signoria de Florencia. La quema fue un éxito, se juntaron miles de objetos valiosos como espejos, maquillajes, vestidos y joyas. También hubo objetos invalorables como libros únicos, partituras originales y hasta cuadros realizados por Sandro Botticelli. ¿Quién en su sano juicio llevaría cuadros de Botticelli? Bueno, fue el propio Botticelli. A este gran acto de desprendimiento se lo recuerda como la "Hoguera de las vanidades". Girolamo inmortalizó este momento escribiendo un libro de puño y letra. Hasta ahí el papa Alejandro VI se lo había bancado, pero cuando el monje florentino atacó a los Médici se cansó y empezó a hostigarlo. Lo primero que hizo fue incluir el texto de Girolamo en el "Index librorum prohibitorum". Este redobló la apuesta y lo trató de pecador, ahí el papa se la juró. Lo mandó a detener y a quemar en la hoguera, para que su muerte fuera un fuerte mensaje lo hizo arder en la misma plaza donde realizaba sus hogueras.
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