sábado, 24 de enero de 2015

Avenida San Martín ya empedrada y con la vías del Tranvía a Caballo. (ca.1905) Mendoza




Cuerpo de archivistas militares en la intersección de la Av. Alvear, hoy Av. del Libertador, y la Av. Sarmiento. -Buenos Aires (ca.1910)

Se puede ver la fuente que existía en esa época antes de la instalación del Monumento de los Españoles -


Desfile Militar frente al Palacio de Gobierno (año 1911) Buenos Aires




Efemérides. El 21 de mayo de 1813, por disposición de la Asamblea Constituyente, en la Plaza se quemó la silla de torturas que tenía la cárcel.






Daniel Balmaceda

Vacaciones económicas.


Peso por peso: el costo de la campaña de los Andes

¿Cuál fue el precio de liberar Argentina, Chile y Perú? Alrededor de 43 millones de dólares actuales, según la documentación de la época. Cómo se consiguieron los fondos y el penoso destino de la deuda contraída.

imagen Todos conocemos la gran hazaña que realizó el Ejército de los Andes a partir del 9 enero de 1817 -y no el 18 como tradicionalmente se conoce- en donde el General José de San Martín dejó escritas las más brillantes páginas de la historia nacional.  Escritores e historiadores nos contaron la parte épica de aquellos días de gloria. Muchos lectores, tal vez se han preguntado: ¿Cuánto costó la campaña del Ejército de los Andes? En el Archivo General de la Nación existe una gran cantidad de documentos que se refieren a la cantidad de pesos que el gobierno de Buenos Aires tuvo que pagar para el éxito de la campaña. También, el entonces director de las Provincias Unidas del Sud, tuvo que enfrentarse a estirar, por varios años, la cancelación de esta deuda a sus miles de acreedores. 

El precio de la historia
La campaña del Ejército de los Andes llevó, desde agosto de 1816, un despliegue extraordinario tanto en lo logístico como en lo organizativo. Varios fueron los conductores de carretas que trajeron precioso material para equipar a las tropas; entre otros, podemos nombrar a Serpa, José Albino Gutiérrez y el tradicional Pedro Sosa. Desde Buenos Aires, se enviaron chaquetas, camisas, pantalones gorras -denominadas de cuartel- zapatos. También fueron despachadas varias piezas de artillerías de diferentes calibres, con sus respectivas cureñas de madera y útiles para los artilleros, además de mochilas, fusiles, granadas y otros pertrechos. A todo esto, debemos adjuntarles unos 800 esclavos que el gobierno compró a sus dueños en Cuyo y también en Buenos Aires.   Entre los documentos se puede observar que el costo del vestuario para cada soldado, oficiales y jefe era quizás muy elevado con relación a otros artículos, ya que el paño era importado y la mano de obra para las prendas escaseaba. En aquel tiempo se utilizaba para estas operaciones el peso fuerte. 17 pesos fuertes equivalía a una onza de oro. Para tener una relación aproximada sobre el costo de aquel tiempo con el actual, se ha tomado como referencia al dólar estadounidense por onza. Un uniforme completo costaba 15 pesos, un equivalente a 1.200 dólares actuales y la gorra unos 35 dólares; los sables estaban a un precio de 590 dólares por unidad; una pistola en 296 dólares, aunque podía variar el precio según la calidad de la misma. Un fusil tenía un valor de $ 14 (1.100 dólares). Una pieza de artillería de montaña costaba unos 439 pesos (32.486 moneda estadounidense) y un barril de pólvora costaba unos 125 dólares. El dinero invertido en el total de la campaña desde sus comienzos hasta el año 1822  fue de 576.519 pesos fuertes, lo que rondaría actualmente en 43 millones de dólares. En esta cifra se incluyen la compra de esclavos, no así la de los sueldos que estaban a cargo de las Provincias de Cuyo. Este importante dinero gastado por el gobierno patriotas en el Ejército de los Andes hizo que media Sudamérica quedara liberada de la monarquía española.

San Martín garante del Estado
A fines de 1816, el gobierno de las Provincias Unidas del Sud ofreció a todos los dueños de esclavos pagarles por cada negro que se incorporaba a las filas del ejército. En Mendoza muchos fueron los hacendados y comerciantes que dieron sus esclavos para la libertad. Podemos nombrar a Isidro Maza, quien dio a Juan, Isidro, Antonio y Pedro; Segura aportó 2; también lo hicieron Clemente Benegas, Corvalán, Mercedes Conil, Francisco de la Reta y Domingo Justo Silva, entre otros. El gobierno porteño prometió pagarles inmediatamente, pero como no podía enfrentar estos gastos, a algunos de los dueños mencionados se les abonó con el equivalente a tierras, gracias a la intervención de San Martín quien, cuando llegó en 1818, se reunió en la Sala Capitular del Cabildo para solucionar personalmente, en representación del director Pueyrredón, la suculenta deuda. A estos ciudadanos, les fueron indemnizados con tierras en Barriales -hoy actual departamento de San Martín- y en las zona norte del “campo de instrucción” -actual departamento de Las Heras-. Pero hubo un gran descontento por parte de varios vecinos que pedían el dinero en efectivo que el Estado les había prometido. Las arcas del gobierno nacional estaban casi vacías y no tenía mejor idea que tomar prestamos de varios terratenientes y comerciantes británico residentes en Buenos Aires, a cambio de emitir “letras” de tesorerías. En síntesis, los famosos “bonos”, que desde ese tiempo ya existían.

Los que se quedaron afuera
Algunos de los acreedores procedieron a hacerle un juicio al gobierno de turno. En 1819, la situación financiera del país comenzó a tornarse muy difícil y la deuda pasó de mano en los sucesivos gobiernos. Luego surgieron las guerras entre unitarios y federales, lo que produjo que el compromiso de deuda pasase hacia un futuro impreciso. Con el tiempo, los propietarios fallecieron, sus hijos y nietos reclamaron lo que el Estado les adeudaba y se realizaron innumerables juicios al gobierno nacional. Recién en 1870 se les reconoció esta deuda, negociándose con una pensión equivalente a un cuarto de lo pactado originalmente. Muchos de aquellos dueños, al no tener descendencia, quedaron sin cobrar

Fuente: http://www.losandes.com.ar/article/peso-por-peso-el-costo-de-la-campana-de-los-andes

Calle San Martín y Garibaldi. Km 0. Ciudad Capital de Mendoza (año 1982)




Avenida de Mayo (año 1911) Buenos Aires




sábado, 17 de enero de 2015

Datos de las Cirugías del pasado

La mayoría de la gente detesta ir al médico, y odia la posibilidad de la cirugía aún más. La gente suele preguntarse “¿Qué pasa si me duele?” o “¿Qué pasa si me despierto mientras estoy en plena cirugía?” Estos son los temores comunes que tenemos cuando estamos más vulnerables, a pesar del hecho de que los médicos y cirujanos hoy en día son profesionales altamente capacitados. Sin embargo, esto no era así en la época victoriana. Aunque la gente de esta época recibía algunas introducciones sobre avances quirúrgicos modernos como los anestésicos y el concepto de los gérmenes, la cirugía era una práctica sombría e implacable. Desafortunadamente, muchos pacientes murieron a causa de estos supuestos “avances”.
Muchos pacientes de cirugía se desangraban hasta morir, otros morían de shock. La mayoría de las heridas se infectaban, y posteriormente, los pacientes morirían de fiebre.

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Debido a la falta de anestesia, los cirujanos tenían que trabajar rápido. Los procedimientos de amputación a veces duraban 30 segundos.

Una sala de operaciones limpia, tenía una tasa de mortalidad de 1 en 10. Un quirófano sucio tenía una tasa de mortalidad de 1 en 4. La correlación no fue descubierta hasta mucho después.

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Los barberos realizaban a menudo tareas quirúrgicas básicas, sobretodo durante la guerra.
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Las sanguijuelas se utilizaban como práctica común para eliminar la sangre antes de la cirugía.

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El anestésico quirúrgico más antiguo se llamó éter. Hacía que el paciente se durmiera, pero también inducía los vómitos y era bastante inflamable. Esto fue difícil, ya que los quirófanos estaban iluminados con velas.

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Las extremidades amputadas eran colocadas en serrín para absorber la sangre.

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Sólo los pobres asistían a los hospitales. Los ricos pagaban a un médico para que los atendiera en sus casas.

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Cualquier miembro con una fractura que atravesara la piel, tenía que ser amputado

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Las camas en los hospitales estaban a menudo demasiado juntas, causando la propagación innecesaria de la enfermedad.

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Muchos cirujanos se enorgullecían de vestir sus batas, todavía cubiertas con sangre.

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Cualquier cirugía interna no se podía hacer, porque todavía no había medicamentos para tratar la infección, que fueran lo suficientemente eficaces.

(c) Wellcome Library; Supplied by The Public Catalogue Foundation

La cirugía ni siquiera se consideraba medicina. Los médicos eran vistos como de clase alta, mientras que los cirujanos estaban a la par con los carniceros.

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Si el paciente tenía una herida que sangraba profusamente, era cauterizada con un hierro caliente o aceite hirviendo.

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Hermosa vista parcial del Hospital Provincial de Mendoza (año 1920) Parque General San Martín




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