domingo, 8 de enero de 2017

San Martín y el Ejército de los Andes La formación del ejército de los Andes exigió una política de reclutamiento de la población masculina de Mendoza, San Juan y San Luis.

San Martín en la ínsula cuyana 
La efímera conducción del Ejército del Norte y la inminente derrota de la revolución chilena convencieron a José de San Martín (y a otros hombres de la Logia, como Tomás Guido) que la acción militar sobre Lima debía prever una estrategia combinada que hiciera la guerra en Chile, y que avanzara por vía marítima al Perú. Dicha empresa requería de una organización armada compacta, con unidad de mandos, y profesionalizada, es decir, con recursos suficientes para sostener el adoctrinamiento militar y asegurar el suministro de salarios, equipos, y pertrechos de guerra. Tal ingeniería militar requería lugar y tiempo para su ejecución por lo que las ciudades cuyanas ofrecían un escenario propicio porque, a diferencia de otras “Provincias Libres del Plata”, habían estado ausentes del teatro y las fatigas de la guerra, y por su proximidad con Chile. Mas aún cuando se sabía que los chilenos mantenían “la idea de la independencia radicada en sus corazones”.
San Martín llegó a Mendoza, la capital de la Gobernación de Cuyo, poco antes de la restauración del pendón real en Santiago y en todas las villas del antiguo reino, y una vez conocida la derrota de Rancagua, encaró los efectos de la emigración de miles de patriotas chilenos que esquivaron la represión dirigida por el último de los oficiales enviado por el virrey Abascal desde Lima para sofocar el bastión patriótico. Ese litigio habría de enfrentarlo a situaciones conflictivas en tanto se trataba de una emigración dividida entre los liderazgos de José Miguel Carrera y Bernardo O’Higgins, por lo que al tiempo que dispuso asistencia y protección a los “desgraciados que habían perdido su Patria”, tomó decisiones infranqueables para descomponer el capital político y militar de Carrera en beneficio de O’Higgins, con quien compartía el compromiso jurado en Londres por la independencia de América.
Una vez despejado el desafío carrerino, San Martín volcó esfuerzos para gobernar la jurisdicción, y ponerla al servicio de la organización del ejército. En una de las tantas cartas que le cursó Tomás Guido, quien sería su confidente casi hasta su muerte, le había escrito: “haremos soldados de cualquier bicho”. Ésa sería la tónica que arbitraría la vigorosa militarización que distinguió su gestión. En efecto, en 1814, la única tropa de línea en Mendoza consistía en la reducida compañía de blandengues, radicada en el fuerte de San Carlos y San Rafael, cuyo número osciló entre 42 y 29 hombres; a ella se sumaban milicias urbanas y rurales, “esa gente que no era de guerra” -tal fue la expresión que usó el gobernador-, divididas en cuerpos de blancos y pardos que reunían 280 hombres de infantería y 600 de caballería. 
De insurgentes a independientes
Ese esquema sería modificado sustancialmente en los años siguientes; sobre todo después de reafirmar su liderazgo político, en el otoño de 1815, ante el frustrado intento de Carlos de Alvear, su rival en la logia, de desplazarlo de la conducción del ejército, y de traccionar decididamente a favor de la destitución del Director Supremo, y condicionar su obediencia al gobierno central y de la Junta de Guerra, a la reunión de un congreso general que declarara la independencia de España. Esa condición resultaba capital para la empresa militar en tanto el cambio de status suponía abandonar la categoría de “insurgentes”, y gestionar la protección de potencias neutrales al sistema de la Santa Alianza erigido en Europa continental que preveía el apoyo inglés. 
Asimismo, la opción por la independencia para San Martín resultaba asociada con sistemas políticos centralizados y/o monárquicos constitucionales (no republicanos), al ser entendidos como los más adecuados para domesticar las disensiones internas del régimen revolucionario (así lo manifestó incluso al mismo Artigas en 1815), y concluir la guerra a favor de la causa de América.  
Un ejército patriota y multiétnico
La afirmación del poder sanmartiniano imprimió un nuevo rumbo a la militarización en Cuyo, y la designación de Juan Martín de Pueyrredón como Director Supremo contribuyó al suministro de recursos para formar el ejército y el sistema de milicias que acompasó su edificación. La formación militar que cruzó los Andes en el verano de 1817, integró 5.187 hombres de los cuales 3.610 eran oriundos de Cuyo que, en abrumadora mayoría, fueron reclutados en el curso de 1815 (2.080 hombres) para robustecer el sistema de defensa local. 
Los noveles reclutas fueron encuadrados con oficiales y tropas ya experimentadas cuyas combinaciones refundaron, o dieron origen a nuevos batallones y regimientos sobre la base de un selectivo y proporcional sistema de reclutamiento llevado a cabo entre 1815 y 1816. 
El sistema de milicias edificado, con asiento en ciudades y poblaciones rurales, estuvo atento a la anunciada (aunque frustrada) invasión realista de la que se tenían noticias por el intermitente corrillo de rumores y espionajes cruzados que conseguían penetrar las nieves andinas, y del cual San Martín haría uso a falta del “telégrafo” que había permitido “la unidad de operaciones” de los revolucionarios franceses para preservar sus fronteras.  Asimismo, el ejército incluyó regimientos de Buenos Aires (el de granaderos y el de negros y libertos), y una porción de soldados y oficiales chilenos sujetos a la conducción sanmartiniana, y sostenidas por el gobierno general. 
En 1816, en el desértico paraje El Plumerillo, se emplazó el campamento militar para facilitar la reunión del personal militar, y de los cuerpos en formación. El entrenamiento militar estuvo a cargo de los jefes y oficiales experimentados, y exigió no sólo de armas, uniformes y equipos, sino también de abastecimiento periódico (carne, aguardiente, galletas y tabaco), de servicios religiosos a cargo de capellanes, y de dinero líquido para saldar en tiempo y forma los salarios de la oficialidad y de la tropa en todas sus categorías. 
Tal empresa dependió de un engranaje institucional y fiscal que incluyó transferencias de la “Caja Nacional”, gravámenes ordinarios y extraordinarios, y recursos locales que sólo en materia de los animales que cruzaron los Andes, reunió 1.500 caballos, y 9.000 mulas. A su vez, las formas de pago del servicio militar, como evocó el general Espejo, lubricaban la cadena de obediencia entre jefes, oficiales, sargentos y soldados, y contribuían a frenar la deserción, y el arco de rebeldías que podían llegar a incluir el motín, la insubordinación o el robo de equipos, pólvora o alimentos. 
En los oficiales y jefes reposaban otras obligaciones como la instrucción periódica, la lectura de las órdenes del día, y el cumplimiento de las normas prescriptas en el reglamento del ejército. La justicia militar casi replicó la reglamentación borbónica y colocó en su cúspide al prestigioso jurista, oriundo de la emigración chilena, el Dr. Bernardo Vera y Pintado, como Auditor de Guerra. 
De igual modo, otros aspectos cruciales de la organización del ejército también reposaron en personajes procedentes de la galaxia de patriotas comprometidos con la independencia de América: el Dr. Diego Paroissien estuvo a cargo del hospital fijo y de campaña, Álvarez Condarco dirigió la fabricación de pólvora; a su vez, personajes menos ilustres ocuparon un lugar de relieve en el montaje de la maquinaria militar, como el ex fraile carrerino Luis Beltrán quien se hizo cargo de la fragua para fabricar cañones, las tejedoras de San Luis, los molineros de Mendoza puestos al servicio de la confección de los uniformes de soldados, y las monjas del Monasterio de María cuyas manos bordaron la bandera que la distinguiría del ejército del Rey, y de la jurada por Belgrano a orillas del Paraná. 
Fuente: http://www.losandes.com.ar/article/san-martin-y-el-ejercito-de-los-andes

Comodoro Rivadavia. Cafetería a resguardo del viento que puede alcanzar hasta 180 km/h. Abril 1930.


Fuente: AGN

Persecución de Villa por las tropas norteamerianas. Esta fotografía presenta a una parte de las tropas que perseguían al caudillo Mejicano Pancho Villa. (año 1916)


Golpe de Estado de 1955. Croquis de operaciones sobre los golpistas de Córdoba, "la lucha, con efectivos de varias provincias, comenzará de un momento a otro a las puertas de la histórica ciudad", 17 de septiembre de 1955.


sábado, 7 de enero de 2017

En una Bodega de Coquimbito, los carros se aprestan a partir con su carga de vino. (año 1904) Mendoza


La chica de la moto


Vista interior de uno de los pabellones destinados a los penados, Penitenciaría de Boulogne Sur Mer, Ciudad Capital de Mendoza, principios de siglo XX


15 de Diciembre de 1939, es hundido el Acorazado Alemán, Admiral Graf Spee. frente a las costas Argentinas.



La vida en las playas de Chile en la década de 1980 5 Impresionantes Fotos en color de personas Capturadas en Reñaca. 12da. Parte

fotografías en color tomadas por el fotógrafo Don Terpstra que documentaron la vida en la playa de Reñaca, Chile en la década de 1980.






Tricóferfo de Barry, el tónico de mejor perfume y más beneficioso para el cabello. (año 1917)


La Escuela de medicina, sala de disección, 1870 ' s


Avión Gloster Meteor IV, propulsado con motores a chorro. (año 1946)


Niña Gitana, Barcelona, 1950


jueves, 5 de enero de 2017

Sala de Máquinas del Complejo Hidroeléctrico Nihuil IV, departamento de San Rafael. (foto del año 1993) Mendoza


Reyes Magos en 1933.


Reyes Magos en 1918.


Tomando fotos en la playa, de la década de 1920


Antigua Iglesia del Líbano y Miembros de la Sociedad Libanesa, departamento de San Martín. Mendoza (s/f)


Cacería de Tigres, ofrecida por el Maharajá al Rey de Inglaterra. Elefantes en los cuales se trasladaron los cazadores a los bosques de Teraí,(India) donde se realizó la cacería. (año 1912)


Efemérides. 5 de enero de 1939: Se suicida el senador rosarino Lisandro de la Torre, fundador del Partido Demócrata Progresista, quien años antes había denunciado los negociados del gobierno argentino con Inglaterra por el comercio de la carne. Foto: Cancha de Newell's Old Boys en Santa Fe. General José Felix Uriburu, Leopoldo Lugones y Lisandro de la Torre en el palco oficial presenciando el encuentro Newell's - Unión de Santa Fe, 1931.



Fuente: AGN

Los nombres de nuestras playas

Miramar, Ostende, Santa Clara del Mar, Claromecó. ¿De dónde surgen los nombres de nuestras playas? Aquí, un breve repaso.
San Bernardo era el nombre de la estancia de Enrique Duhau, propietario de aquellas tierras.
Santa Teresita: Enrique Duhau casó con Teresa Lacroze, sobrina de Federico y Julio (propulsores del tranvía en la ciudad de Buenos Aires). En el límite de la estancia San Bernardo existía un almacén bautizado Santa Teresa en honor a la señora de Duhau. Luego, al crearse un nuevo balneario, los fundadores pensaron llamarlo como al almacén, pero optaron por el diminutivo, Santa Teresita.
La Lucila del Mar: Suele repetirse que su nombre se debe a Lucila, hija de Andrés Zapateiro, quien compró una parte del campo a Duhau. Sin embargo, el lucilense Carlos Abruzzese ha refutado la historia con un argumento simple: Lucila Zapateiro nació unos diez años después que surgiera el balneario. El nombre de La Lucila proviene de la localidad homónima, en el partido de Vicente López, de donde provenían compradores de los primeros lotes. El “del Mar” se agregó más adelante. ¿Y aquella Lucila que inspiró a la localidad en Olivos? Era la propietaria de las tierras y de una espléndida casona: Lucila Anchorena de Urquiza.
Mar del Plata: Si bien es evidente que no evoca a ninguna personalidad, es curioso anotar que fue sugerido por su fundador, Patricio Peralta Ramos. Pero en el debate parlamentario en que se trataba la fundación, el senador bonaerense Carlos Ortiz de Rozas manifestó que le parecía ridículo que una porción de tierra llevara la palabra Mar en su nombre.
Miramar: A través de un telegrama, José María Dupuy le propuso a su cuñado Fortunato de la Plaza, propietario de las tierras que se lotearían, el nombre Mira Mar. En el mismo mensaje daba las opciones de Rómulo Otamendi, asociado al emprendimiento. Las sugerencias de Otamendi eran Trouville o Gijón. De la Plaza optó por Mira Mar.
Santa Clara del Mar: Recibió el nombre por Clara Anchorena de Uribelarrea, quien fuera titular del campo de cuatrocientas hectáreas que contenía esas playas.
Pinamar: Cuando Valeria Guerrero y Jorge Bunge resolvieron asociarse en el proyecto del balneario lo llamaron Pinamar por la abundancia de coníferas junto a la playa. Pero nunca se aclaró quién de los dos creó el nombre.
Ostende: Fue fundado por el francés Jean Marie Boure y los belgas Fernando Robette y Agustín Poli, quienes lo bautizaron con el nombre del balneario homónimo en Bélgica.
Valeria del Mar: Lo propuso la mencionada Valeria Guerrero, tía de la célebre Felicitas. Pero no por ella, sino por su abuela homónima, Valeria Cueto de Cárdenas.
Cariló: Mantuvo la denominación mapuche. Significa “médano verde”.
Villa Gesell: La historia del balneario parte del impulso de Carlos Gesell, lo que despeja cualquier duda. Pero no está de más agregar que el emprendedor se llamaba Carlos Idaho Gesell. El extraño segundo nombre se lo pusieron por un tío que, en vez de probar suerte en nuestra tierra, se dirigió al norte, a los Estados Unidos, y se instaló en el estado de Idaho.
Claromecó, el balneario vecino a la ciudad de Tres Arroyos, también lleva nombre mapuche. Su significado, sobre el cual los especialistas aún no han arribado a un acuerdo, es “tres arroyos” o “tres arroyos con junquillos”.
San Clemente del Tuyú forma parte de una combinación. Su historia se relaciona con la expedición al sur que en 1604 llevó adelante el gobernador de Buenos Aires, Hernando Arias de Saavedra, más conocido como Hernandarias. El grupo de guaraníes que lo acompañó denominaba a estas playas Tuyú, que en su lengua significa barro o charco (ajó es un término emparentado, ya que define a lo blando). Pasaron ciento cuarenta años. En 1744, el misionero jesuita José Cardiel partió a recorrer la Patagonia. A punto de ahogarse en la zona del Tuyú, imploró a San Clemente (cuyo martirio consistió en ser arrojado al mar atado a un ancla). Salvó su vida porque un baqueano lo rescató. Agradecido -al santo- bautizó las aguas con el nombre del mártir.
Fuente: http://blogs.lanacion.com.ar/historia-argentina/sin-categoria/los-nombres-de-nuestras-playas/

1915 dama en traje de baño.....


Primeros coches de Tranvías Eléctricos que llegan a Liniers, Buenos Aires. (año 1911)


Pescadoras poniendo barriles con sal en la preparación para curar el arenque, 1937.


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