En las oscuras estancias papales sus huéspedes escribieron historias de conspiraciones, sangre y sexo
La gran mayoría de los papas tuvo hijos, es decir, sexo, mucho sexo. Familias como los Borgia, los Médicis o los Della Rovere sólo en el Renacimiento, dan una clara idea de ello.
"En el Vaticano lo divino y lo humano libran una batalla permanente y lo que no es sagrado, es secreto", dice el periodista e historiador Eric Frattini en su ensayo Los Papas y el sexo.
En las oscuras estancias papales sus huéspedes escribieron historias de conspiraciones, sangre y sexo. "Hubo papas casados y adúlteros; violadores y homosexuales; fetichistas y pederastas; travestis y vouyeristas; masoquistas y sadomasoquistas; hijos de curas, padres de papas e hijos de papas", escribe el vaticanista.
Y muchos de ellos murieron por razones “sexuales”. Por ejemplo, Juan VII, (Papa nº 86, de 705 a 707), fue apaleado hasta la muerte por el marido de la mujer con la que se acostaba; León VII, (Papa n.º 126, de 936 a 939), murió de un ataque al corazón cuando practicaba sexo; Juan XIII (Papa n.º 133 de 965 a 972), también fue asesinado por otro marido engañado y Paulo II (Papa nº 211 dde 1464 a 1471), murió mientras era sodomizado por un paje.
El modelo de inmoralidad que animaba a hombres y mujeres en la Europa “cristiana” medieval, narrado por Chaucer, Boccaccio y Petrarca, entre otros, es decir, el recurrir a cualquier medio para obtener satisfacción sexual, era el propio vicario de Cristo. Y la lista de papas que fueron campeones de la fornicación es larga.
Juan XII (Papa n.º 130, de 955 a 964) transformó el convento San Juan Laterano en un prostíbulo y fue enjuiciado por sacrilegio, simonía, perjurio, asesinato, incesto y adulterio; Juan XIII (Papa n.º 133, de 965 a 972) fue juzgado y depuesto después de confesar actos de incesto, adulterio, mancebía, homicidio y ateísmo; había tomado abiertamente como concubina a la esposa de su hermano y su castigo fue el exilio en Bolonia donde lo esperaban 200 doncellas, matronas y viudas que sucumbieron a su lujuria en las llamadas “fiestas del amor”.
Pornocracia: un dios con voz de mujer
Codicia, crueldad y uso calculado de la sexualidad son los denominadores comunes de decenas de mujeres que compartieron el lecho de los “santos padres”. Todas se sirvieron de la palabra de Dios y enmascararon sus ambiciones políticas y sus apetitos sexuales detrás de la utilería de la Iglesia y su infinita imaginería religiosa repleta de vírgenes y santos.
En la tradición de Helena de Constantinopla, que pasó a la historia como Santa Helena; de la emperatriz Teodora, reina de la castración; de Isabel la Católica, “madre” de la Santa Inquisición y de María Tudor, “La sangrienta”, en plena Edad Media, Teodora y su hija Marozia fueron las protagonistas de la pornocracia y manejaron desde el lecho de los pontífices la política de Italia.
El siglo X fue llamado el “siglo oscuro” de los Papas, trece pontífices ardieron en las llamas del sexo puro y duro y Marozia, su madre y su hijo fueron los protagonistas de su caída.
La hermosa, ambiciosa y voluptuosa Teodora, que enseñó todas artes a su hija Marozia, quería que su aristocrática y poderosa familia se ligara al papado. Para lograrlo, se sirvió de mil argucias y ordenó no pocos asesinatos, hasta que su amante fue nombrado Papa como Sergio III. Corría el año 904 y se dice que fue “el peor que haya tenido la Iglesia” por los múltiples crímenes en los que estuvo involucrado y porque su lujuria sin límites.
Marozia superó a su madre: comenzó su carrera a los 15 años en la alcoba papal y se convirtió en una de las mujeres más poderosas de su época. “Su estrategia fue entrelazar sin pudor, y para su total provecho, la política y la religión con cintas amatorias. Su particularidad consistió en haber logrado, en un ambiente como el pontificio, la capacidad para determinar la elección de varios Papas y ordenar la muerte de algunos de ellos”, analiza Susana Castellanos de Zubiría en su ensayoMujeres perversas de las historia.
Fue amante del amante de su madre, Sergio III, y tuvo un hijo con él. Algunas fuentes dicen que Sergio era el verdadero padre de Marozia, llamada “la Papisa”. Se casó a los 17 años visiblemente embarazada y a los 19 mandó a matar al Sumo Pontífice, su amante y su padre.
Teodora y Marozia eligieron al nuevo Papa, lo usaron como amante y como títere y luego lo mataron; las mujeres se sirvieron de la combinación de sexo e intriga para elevar al trono de Pedro a varios Papas y deshacerse de ellos con la misma facilidad cuando dejaban de ser útiles. Sin embargo, Juan X, amante de Teodora, tuvo la oportunidad de demostrar su valor como estadista y soldado cuando los sarracenos llegaron a 50 kilómetros de Roma a los que finalmente logró derrotar.
Esto disgustó tanto a la madre como a la hija y convirtieron a Roma en un caldero de rencillas, rencores y odios viscerales contra Juan X. En este hervidero de intrigas y venganzas, los padres y el primer marido de Marozia fueron asesinados; se casó nuevamente, urdió un plan para hacerse con el poder de Roma pero fracasó; cuando volvió a intentarlo, triunfó y mandó a encarcelar a Juan X de por vida.
Luego, llegarán nuevos maridos y nuevos hijos (uno de ellos fue el Papa Juan XI), pero el primero, aquel que tuvo con su padre, Alberico II se vengó de su familia de forma lapidaria: tomó el poder, desterró a la familia y encerró a su artera madre durante 23 años hasta su muerte.
Fuentes: Mujeres perversas de la historia, de Susana Castellanos de Zubiría;Diosas, brujas y vampiresas, de Susana Castellanos de Zubiría; Las escandalosas. Veinte mujeres que han hecho historia, de Patrizia Carrano; Los Papas y el sexo, de Eric Frattini; Historia de las orgías, de Brugo Partridge; Erotismo en la historia, de Carlos Frisas.
Patricia Rodón
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