La mirada que desnuda es propia del vocabulario emocional femenino. Sólo las mujeres perciben este tipo de mirada desde que son niñas. (Foto MDZ / Archivo)
El vocabulario de hombres y mujeres cambia al nombrar la intensidad emocional de amantes. Los hombres hablan de flirteo, polvo, encamada, calentura, donjuanismo, adicción sexual, amistad amorosa, romance, relación duradera y affair final.
Las mujeres empiezan con la mirada que desnuda, flirteo, el accidente, levante, aventura, amorío, adicción sexual, amistad amorosa, romance, relación duradera y affair final.
La mirada que desnuda es propia del vocabulario emocional femenino. Sólo las mujeres perciben este tipo de mirada desde que son niñas y sólo ellas lo comentan. Lamentablemente, y con mucho más frecuencia de lo que se cree, el abuso (por parte del padre, de un tío, de un abuelo o de un allegado a la familia) es lo que sigue a esta mirada. Esta mirada se pasea por el cuerpo de la mujer, lentamente, de arriba abajo, de abajo arriba; las mujeres se sienten evaluadas. Por su parte, los hombres no advierten estas miradas de las mujeres, pero sí un brillo especial en los ojos y una sonrisa sutil pero insinuante.
El flirteo es el cortejo básico para cualquier relación amorosa. Las maniobras son universales y hombres y mujeres envían señales físicas, realizan gestos específicos e inconscientes que promedian al tocar al otro. Casi siempre esta iniciativa proviene de la mujer. El mensaje es claro y la recepción inmediata: si el otro vacila, la seducción terminó, pero si sonríe o retribuye con otro contacto deliberado, es el comienzo del juego.
Los episodios que quedan en la memoria femenina a la perfección son los levantes, cuando una mujer se viste para “matar” a un hombre, y claro, lo consigue. Para hombres y mujeres, “echarse un polvo”, coger, follar, fifar, “tirarse una cana al aire” no tiene la menor connotación amorosa y suele ser asunto de una noche, o menos.
Un hombre tendrá varias “encamadas” con una mujer a lo largo de un año o de varios años. Una mujer no usa este término, prefiere el de “aventura”, y puede prolongarse unos meses.
Un hombre no “sale” un año o más con una mujer con la cual está "caliente". El dirá que “está saliendo” sólo si, además de tener sexo, sale literalmente a la calle con esa mujer, van a restaurantes o al cine, por ejemplo. Para un hombre “salir” tiene un matiz de estabilidad, cosa que no se aplica en el caso de la calentura.
La mujer en cambio dice que “sale” o que está “viendo” a alguien cuando está teniendo sexo con ese alguien. No usará el término calentura para referirse a la relación que está manteniendo desde hace dos o tres meses, dirá que tiene un amorío. En este caso, ni el hombre ni la mujer están enamorados, pero hay una cierta cuota de afecto entre ellos.
En el donjuanismo, masculino o femenino, los seductores no ponen en sus múltiples relaciones ninguna intensidad emocional, no tienen el menor deseo de intimidad o de cercanía con sus amantes. Es sexo puro. El otro es un objeto funcional al deseo.
La amistad amorosa se da entre un hombre y una mujer que han compartido relaciones sexuales, las cuales un día decidieron finalizar. Quedaron amigos, guardan un grato recuerdo de su historia en común, se comunican o se ven con frecuencia. Atesoran la complicidad, se cuentan todo acerca de su presente y de sus actuales parejas, y el flirteo no está ausente.
El romance es la relación demoledora. El matrimonio, si el enamorado está casado o casada, pierde interés y puede convertirse en una relación duradera. Es una intensa relación amorosa que puede terminar en el affair final, es decir, en una amorosa oferta de convivencia o de casamiento. O en un áspero pedido de divorcio.
Patricia Rodón
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