¡Asómbreme! era el constante pedido Jean Cocteau, el provocador enfant terrible de la literatura francesa. Y el asombro llegó cuando en 1920, terminada la Primera Guerra Mundial, Francia erigió la tumba del soldado desconocido bajo el Arco de Triunfo dando fin al duelo, permitiendo el regreso de la alegría de vivir (y de haber sobrevivido).
Esa afirmación vital tuvo las más variadas expresiones artísticas que iban del art decó a las vanguardias literarias y artísticas. Así, cubismo, surrealismo y futurismo tuvieron su correlato en el mundo de la moda, tijeras, hilo y aguja mediante.
Una crónica de la revista argentina Blanco y negro de 1929 explica que “los dibujos cubistas y las combinaciones de dos colores que marquen un contraste duro es lo que se busca”. Y sentencia sin ocultar cierto malestar: “Los modelos ofrecen la rigidez perseguida por los dibujantes cultivadores de un arte incomprensible para los entusiastas de la belleza como la entendieron Velázquez, Murillo, Miguel Ángel y tantos otros artistas de inmortal recuerdo”.
Era evidente que para el cronista, los diseños y búsquedas estéticas de Picasso, Dalí y Marinetti eran dolorosos garabatos que pronto serían olvidados.
No sólo el pop de los ´60 debe agradecerle al cubismo las formas geométricas, los círculos concéntricos y los colores brillantes, sino también los hombres porque las mujeres comenzaron a mostrar el cuerpo.
En la década del ´30 no sólo comienza a acortarse la falda, sino que florecen los escotes y las espaldas desnudas. Hasta 1920 los escotes se cubrían con un pudoroso e insinuante encaje. Diez años más tarde comenzaría la progresiva locura por los vestidos con la espalda y los hombres descubiertos. Y en 1950 los vertiginosos escotes se convertirían en un imán para las miradas masculinas.
Los íconos del pin-up popularizaron esta moda y cuando se piensa en las divas de aquellas épocas, desde Marilyn Monroe hasta Audrey Hepburn y Grace Kelly, todas ellas lucían escotes que resaltaban su cuello y su busto. Pasados los años y cirugías de por medio, el escote sigue siendo protagonista.
El largo de las faldas también tendría un sistemático y progresivo acortamiento. A partir de la práctica de deportes y de la gimnasia considerada parte de la higiene, surgirían los sports, que demandaron el diseño de nuevas prendas, más cómodas, livianas y con menos tela.
La equitación, los diversos juegos de pelota, las excursiones al campo y a la montaña, los baños de mar, los paseos en bicicleta salieron de la órbita de la pedagogía y de la medicina y se adentraron en la experiencia del bienestar, en la búsqueda de la plenitud del cuerpo.
Esas nuevas “amazonas” comenzaron a usar las faldas más cortas: primero mostraron los tobillos, luego las pantorrillas, y en los ´50 la pierna hasta debajo de la rodilla. Este recorte resultó de ser un ingrediente fatal que erotizaba a los espectadores masculinos. Diez años después llegaría la demoledora minifalda.
Patricia Rodón
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