En 1906, un rancho típico en la Provincia de Mendoza reflejaba la vida rural y las tradiciones de la época. Estos ranchos eran generalmente construcciones sencillas y funcionales, adaptadas al clima y a las necesidades de sus habitantes. Los ranchos se construían principalmente con adobe, una mezcla de barro y paja, que proporcionaba aislamiento térmico. Los techos eran de paja o caña, sostenidos por vigas de madera. Eran estructuras de una sola planta, con habitaciones dispuestas alrededor de un patio central. Este patio servía como espacio de trabajo y socialización. El interior era modesto, con muebles hechos a mano, como camas de madera, mesas y sillas rústicas. Las paredes solían estar encaladas para darles un acabado más limpio y luminoso. La cocina era un espacio fundamental, equipada con un fogón de leña o carbón. Aquí se preparaban comidas tradicionales como el asado y las empanadas. Había espacios dedicados al almacenamiento de alimentos y herramientas agrícolas. Los graneros y corrales eran comunes para guardar el grano y albergar a los animales. La vida en el rancho giraba en torno a las actividades agrícolas y ganaderas. Las familias trabajaban juntas en el cultivo de la tierra y el cuidado del ganado. Los ranchos estaban rodeados de campos de cultivo y pastizales. La proximidad a fuentes de agua, como ríos o acequias, era crucial para la agricultura y la vida diaria. Estos ranchos eran el corazón de la vida rural mendocina, reflejando una forma de vida autosuficiente y en armonía con el entorno natural.
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