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lunes, 12 de febrero de 2018

Siglo XX, época de luchas laborales Antes de la llegada de Juan D. Perón las leyes laborales solo se aplicaban en los sectores con mayor poder de presión, como el ferroviario.

Desde que existe, discutir sobre el peronismo despierta pasiones encontradas entre los argentinos. Ya sea postulándolo como el motor de todas nuestras tragedias culturales, políticas, sociales y económicas o considerándolo, por el contrario, el único camino viable para dirigir al Estado desde una perspectiva ligada con la justicia social y en favor de las clases populares.  No obstante, hay modos de analizar lo que en el pasado se fue construyendo en nuestro país sin caer en la discusión maniquea de “unos u otros”. Detrás de décadas de observarnos desde la vereda de enfrente, reconocer algo positivo en el otro parece costarnos demasiado.  Tras la derrota sufrida por el kirchnerismo, los retazos del Partido Justicialista buscan hallar un rumbo. Perplejos aún por lo que un escenario mediático distinto ha generado en los ciudadanos: la arenga de la plaza ha pasado a instalarse, para muchos, en ese “no lugar” que son las redes sociales.  Del otro lado, quienes temen que el país vuelva a quedar en manos de alguna de las formas que adopte el justicialismo arremeten esgrimiendo un discurso irreal, que niega cualquier virtud al gobierno de Juan Domingo Perón. Estos parecen ser los primeros pasos de un “nuevo relato”. Así, en muchas oportunidades escuchamos culpar al peronismo de la incapacidad argentina para respetar las reglas democráticas y permitir violaciones institucionales de todo tipo. Que muchos personajes kirchneristas se encuentren tras las rejas parece ser la prueba principal.  Sin embargo, en su análisis sobre el carácter de nuestro pensamiento y comportamiento político, José Luis Romero demostró -entre otras cosas- que los argentinos no cumplimos con la ley, independientemente de quien nos lidere o lo haya hecho en el pasado. Fundamentalmente porque durante la Colonia no se respetaban las normas que llegaban desde España, volviéndose un hábito social, casi una tradición.  La negación del primer peronismo como agente real de cambio social constituye otro de los mitos de este “nuevo relato”. Se esgrime, por ejemplo, que la preexistencia de leyes a favor de los trabajadores implica que estas se cumplieran. La realidad es otra. El especialista en esta temática Santiago Regolo especifica que “... la mayoría de las leyes sancionadas hasta ese momento eran de aplicación parcial. Las vacaciones, jornadas de trabajo de 8 horas, sábado inglés, indemnización por despido injustificado, licencias por accidente, maternidad, etc., dependían mucho del poder de presión de cada uno de los sindicatos”. Por eso, agregamos, en algunos casos se cumplían y en otros no. La presidencia de Yrigoyen es un claro ejemplo: el primer mandatario se preocupaba por garantizar los derechos de aquellos trabajadores cuyos representantes le caían en gracia, eran potentes aliados o tenían fuerza suficiente para parar el país.  Así, los trabajadores que obtenían la aplicación real de las leyes laborales eran aquellos con mayor poder de presión, como los ferroviarios. De todos modos, con frecuencia no conseguían mucho. 
La situación cambió gracias a Perón. Entre junio de 1943 y junio de 1946 se sancionaron 123 decretos y una serie de disposiciones que reglamentaron muchas de las leyes que ya existían, también se especificaron sanciones para quienes las violaban y se crearon organismos en todo el país para ocuparse de la masa trabajadora. Es decir que el Estado comenzó a garantizar el cumplimiento de una legislación preexistente y obsoleta.  Señala Regolo que durante este período “es notorio el crecimiento de la posibilidad real de los trabajadores y sus familias de gozar del derecho a las vacaciones pagas. En este aspecto fue fundamental el decreto 1.740 que extendía el derecho a las vacaciones remuneradas obligatorias al conjunto de trabajadores y empleados en relación de dependencia. A su vez, el Estado fijaba un descuento obligatorio del 5% del SAC (2% aporte obrero y 3% patronal), destinado al fomento del turismo social y a la creación de colonias de vacaciones. De esta manera, por primera vez se asignaron fondos específicamente dirigidos al fomento de vacaciones populares. Tan sólo para graficar el impacto de estas políticas, en la temporada de 1940 arribaron 380.000 turistas a Mar del Plata mientras que en 1955 este número se incrementó a 1.400.000. Asimismo, el número de bares y confiterías se triplica entre 1953 y 1956”.  Con respecto a este punto, la Ley 11.729, sancionada el 21 de setiembre de 1934, establecía las vacaciones pagas -entre otros derechos-; sin embargo sólo los trabajadores comerciales, a fuerza de mucha lucha, consiguieron que se cumpliera. La presión que hizo el Estado peronista a los industriales y patrones cambió esta realidad para todos, acabando con una situación de verdadera injusticia.  Entre los organismos para favorecer a los trabajadores se creó el Fondo Nacional de la Vivienda (Decreto 11.157/45), apuntando a reducir el costo de la construcción de inmuebles, facilitar la adquisición, etc. Muchos hogares de clase media nacieron de este modo. Otro instrumento para el cumplimiento real de la legislación laboral fue la creación del Instituto Nacional de Previsión Social (Decreto 29.176) en 1944.  El mismo surgió con la finalidad de organizar la prevención de los riesgos a los que el trabajador se encontraba expuesto, así como velar por el bienestar de sus familias.  Además, el 22 de noviembre de aquel año se llenó otro vacío al sancionarse el Decreto Ley 31.665, que creaba la Caja de Jubilaciones y Pensiones de Empleados de Comercio en todo el país.  La noticia generó gran revuelo a nivel nacional. El diario “El Orden” de Santa Fe de ese 6 de diciembre de 1944 publicó sobre dicho decreto: “ha sido recibido con exteriorización de júbilo por millares de hombres y de mujeres. Los empleados de comercio, gremio de los más numerosos de la República, desde hace años, con tenacidad y energía, han bregado por una conquista que, ateniéndonos a las disposiciones gubernativas, se vuelve realidad”.      
Estos son algunos ejemplos de los cambios que en Argentina comenzaron con Perón al frente del Departamento Nacional de Trabajo, para profundizarse durante su primera y segunda presidencia.  Reconocerlo es ser fiel a la verdad histórica y entender por qué los argentinos se volcaron masivamente hacia el justicialismo durante décadas. Sí existió un peronismo virtuoso y simultáneamente complejo en contradicciones, abusos y excesos. Buena parte de la clase media de estos años, instruida, informada y profesional, es hija de una clase media beneficiada durante los años en que gobernó Juan Domingo. ¿Hubiese pasado de todos modos, como señalan tantos? Puede que sí. Pero negarlo es una falacia, es retomar el camino de los “relatos”. 

Por Luciana Sabina
http://losandes.com.ar/article/view?slug=siglo-xx-epoca-de-luchas-laborales

jueves, 8 de febrero de 2018

Jorge Newbery, la última entrevista En 1914, el aviador y propulsor de la aeronáutica militar argentina visitó Mendoza. Días después falleció aquí en un accidente.

Fue una de las primeras entrevistas que diario Los Andes publicó el sábado 28 de febrero de 1914 a una de las figuras más destacadas del siglo XX.
Nos referimos al intrépido aviador Jorge Newbery, quien llegó a Mendoza el 22 de ese mismo mes para hacer un minucioso estudio sobre las posibilidades de realizar el cruce de los Andes en aeroplano. Inmediatamente partió hacia Puente del Inca para hacer mediciones y observaciones referentes a su vuelo. También estuvo en Uspallata, con la idea de ejecutar desde allí la travesía.
El 26 de febrero regresó a la Ciudad de Mendoza y al día siguiente fue entrevistado por un periodista de este matutino. Reproducimos gran parte de esa nota a continuación.
La entrevista
Ayer, por el tren de las 7 y 40, regresó de la cordillera el ingeniero don Jorge Newbery.
Viene, como lo hemos anunciado ya, de estudiar los vientos en la cumbres y hacer otras observaciones con que ha conceptuado necesario complementar sus anteriores estudios a fin de intentar la grandiosa hazaña de cruzar la cordillera de los Andes.
Creímos nuestro deber entrevistarle y fuimos a verle anoche para recoger sus impresiones.
Al primer golpe de vista se advierte en su rostro la acción de los vientos helados de la cumbre que le han azotado durante estos últimos días mientras practicaba sus experiencias y observaciones. La fisonomía, algo demudada, conserva, sin embargo, indelebles sus rasgos enérgicos.
Empezamos por pedirle que nos diera su última impresión, la que ha recibido durante su estadía en la cordillera, y nos la manifestó sin mayores rodeos.
Reconoce las dificultades de la empresa, los enormes obstáculos que se oponen al vuelo de un ave mecánica en aquellas alturas y latitudes, pero es sinceramente optimista.
Tiene grandes esperanzas en el éxito de la empresa, cuyos detalles ha estudiado con verdadero ahínco y hasta con cariño, si cabe el concepto. Sin embargo, por modestia, no quiera dar mayores detalles; conceptúa que pudieran interpretarse, saliendo de él mismo, como una reclame que desea eludir.
–¿Dónde se elevará?– le preguntamos.
–No tengo nada resuelto de manera definitiva al respecto –nos contestó–, pero si el sitio es apropiado, como podré constatarlo en una visita que haré mañana, posiblemente me elevaré en Los Tamarindos, desde donde me sería más fácil ir tomando paulatinamente altura mientras vuelo hacia el oeste hasta alcanzar los cinco mil metros a que necesito llegar para efectuar la travesía, elevación que calculo poder alcanzar en media hora de vuelo. En caso que por circunstancias especiales no conviniese decolar en Los Tamarindos, empezaría la prueba en Uspallata, que se encuentra a 1.730 metros sobre el nivel del mar.
–¿Y dónde piensa efectuarse el “aterrizaje”?
–Mi propósito es hacerlo en Santiago mismo.
–Pero en caso de desperfectos en el motor y otros inconvenientes análogos, ¿encontraría en el camino lugar apropiado para “aterrizar”?
–Difícilmente. En el caso o los casos a que usted se refiere, la única probabilidad de salvación sería descender en algún cajón de las montañas y tratar, pocos metros antes de tocar el suelo y mediante una maniobra rápida, que el aparato no se precipite de frente, como en un aterrizaje vulgar, sino que toque el suelo con la parte trasera, empinado como para emprender de nuevo el vuelo. La probabilidad remotísima de poder efectuar con éxito esta maniobra es la única esperanza que me restaría de no perecer en caso de que se haga imprescindible un descenso.
–¿Qué aparato utilizará en la travesía?
–Un “Morane Saulnier”, de 80 H.P. pero que mediante una modificación que le he introducido en el motor puede desarrollar hasta 95 y queda convertido en aparato especial para alcanzar grandes alturas. Es exactamente el mismo aparato que tiene Fels con la sola diferencia de la variante referida. Con el objeto de transportar a esta mi aparato mañana salgo para Buenos Aires y dentro de unos diez días estaré de vuelta para intentar la empresa.
–Las autoridades de la Provincia, le preguntamos también, ¿le han ofrecido ya su concurso?
–Inmediatamente de mi llegada. La jefatura de Policía me ha propuesto escalonar a lo largo de mi itinerario el escuadrón de seguridad para prestarme auxilio en caso necesario, pero no he querido aceptar el ofrecimiento porque no puedo asegurar la fecha de mi partida. La intentaré cuantas veces crea necesario hasta que las circunstancias me parezcan propicias, y en esto pueden transcurrir muchos días.
¿Y los riesgos de la empresa, señor Newbery?
Nuestro interlocutor se limitó a sonreír.
Destino trunco
Esta entrevista es un documento único, porque fue la última vez que el aviador Jorge Newbery expresó sus palabras en público sobre su vuelo para cruzar la cordillera.
El destino quiso que nunca emprendiera aquella hazaña, porque en la tarde del domingo 1 de marzo, en medio de una demostración aérea realizada a pedido de unas jóvenes en Los Tamarindos, perdió el dominio del avión que tripulaba (el mismo que mencionó en la entrevista) y se estrelló con su máquina contra el suelo falleciendo en el acto y salvándose milagrosamente su compañero Benjamín Giménez Lastra. 
La noticia de la muerte de Newbery causó conmoción en el país y en el mundo.
Dato curioso

Cuando llegó Jorge Newbery a Mendoza en 1914, fue recibido con gran afecto por la alta sociedad local. Esto se dio porque a fines del siglo XIX, su padre, Ralph Newbery –conocido en nuestra provincia como Rafael–, era uno de los mejores dentistas que existían en el país por aquel tiempo y todos los meses venía a la ciudad para atender a sus pacientes. Por varios años, su consultorio fue el Grand Hotel, ubicado en calle Gutiérrez 145 de ciudad.}
Por Carlos Campana
http://losandes.com.ar/article/view?slug=jorge-newbery-la-ultima-entrevista

miércoles, 7 de febrero de 2018

Civit, el Mejor ministro de Roca Emilio Civit marcó a Mendoza con la precisión que poseen los hombres destinados a las grandes cosas. Un repaso por su vida.

Civit nació en octubre de 1856, en un país dividido entre las fuerzas federales que comandaba Urquiza y un Buenos Aires separatista, bajo el ala de Alsina y Mitre, entre otros. Su infancia transcurrió entre los escombros de una Mendoza destruida por el terremoto de 1861 y a la que siendo adulto ayudaría a levantarse. Tuvo una de las mejores educaciones a las que podía aspirar cualquier hombre de la época.
Asistió al Colegio Nacional de Buenos Aires, adornado por Ricardo Rojas con el mote de “Colegio de la Patria”, ya que allí se habían formado Saavedra, Belgrano, Moreno, Castelli, Paso, Pueyrredón, Balcarce, Las Heras, Dorrego, Urquiza, Avellaneda (padre), Cané (padre), etc.
Se especializó en Derecho en la Universidad de Buenos Aires para regresar a esta tierra imbuido de progresismo y entusiasmo, aquel entusiasmo que sólo da la juventud. 
Fue diputado nacional entre 1882 y 1889, teniendo un papel destacado en el debate que presidió la sanción de la Ley de Educación 1.420. Socio político de Roca, defendió con vehemencia el proyecto que éste envió al Congreso, siendo uno de los oradores más destacados.
Su postura rechazaba la enseñanza de la religión en las escuelas, algo contrario a nuestros antecedentes históricos y a las disposiciones de la Constitución Nacional. 
Para Civit, el pueblo argentino había demostrado siempre una marcada tendencia hacia la libertad de conciencia. No habíamos sido preparados para la “Conquista”, a la que veía representada por la espada y la cruz.
Su intención estaba lejos de atacar al catolicismo o a sus dogmas, simplemente buscaba demostrar que la educación no podía quedar sujeta a esta religión.
Por ejemplo, en tiempos de Rosas, especifica, se puso en manos del Convento de Santo Domingo el Colegio de Ciencias Morales, fundado por Rivadavia, eliminando de inmediato los laboratorios de química, de física y el observatorio.
Civit finalizó aquella intervención en el Congreso señalando que “sin libertad de conciencia no hay libertad de pensar, no hay libertad política ni libertad social”.
Francisco M. Goyogana, en su libro “Sarmiento y el Laicismo. Religión y Política” realiza un análisis de este discurso, colocando a nuestro comprovinciano entre las piezas claves para la aprobación de la Ley 1.420. 
Luego vendría un lugar en el Senado Nacional. En 1898 fue electo gobernador de Mendoza por primera vez, puesto que abandonó por pedido de Roca, convirtiéndose en el primer ministro de Obras Públicas de nuestra historia y además de las obras que inició, la gran mayoría se concretaron.
Fue tanta y tan magnífica su labor, que una vez, haciendo la síntesis valorativa de su ministro, Roca dijo que Civit por sí solo  había concretado la tarea de toda una generación.
El ferrocarril creció a pasos agigantados -pasó de 18 mil a 24 mil kilómetros-, más de diez capitales comenzaron a contar con el servicio de agua corriente y cloacas  -entre ellas Mendoza-, hubo mejoras en numerosos puertos, se construyeron escuelas, hospitales y numerosos edificios públicos.
Destaca además que hiciera reactivar la construcción de los edificios de Tribunales y del Congreso de la Nación. Civit pasó luego por el Ministerio de Agricultura y al finalizar la segunda Presidencia de Roca regresó al pago. 
En 1907 lo encontramos nuevamente ocupando el cargo de Gobernador, moldeando a Mendoza con manos de experto. Ese mismo año inauguró el primer hospital público de la provincia, como respuesta a diversas dificultades en salubridad.
El edificio terminó llevando su nombre y se encuentra en el Parque General San Martín. Con los años dejó de ser un hospital y terminó dando espacio -por cierto tiempo- a una especie de parque temático de la ciencia llamado “Eureka”.
Don Emilio se rodeó de los más destacados hombres de su época, convocó por ejemplo a Emilio Coni y a Carlos Thays. Este último dio forma al Parque General San Martín, en cuyo corazón Civit fundó el Club Mendoza de Regatas hacia 1909.  
Además de estos casos puntuales y tan conocidos, bajo las alas del ilustre dirigente se construyeron caminos, puentes, escuelas, obras de riego, etc. Coronó su vida política accediendo nuevamente al Senado, donde permaneció entre 1910 a 1919. 
Finalizando 1920, el diario de los Mitre daba al país la triste noticia. “El fallecimiento del Dr. Emilio Civit, ocurrido ayer en Mendoza, es la desaparición de una personalidad que se había hondamente caracterizado en la política del país. Hombre ilustrado, inteligencia brillante, orador de combate, había en él -asociados estrechamente- un partidista apasionado y un espíritu de patriota que amaba ardientemente el progreso del país (...) El país le debe una parte de los progresos realizados a través de las últimas décadas” (La Nación, 6 de diciembre de 1920).
Nos quedamos con el lustre de esas palabras, sobre la trayectoria de Civit. Exaltando al hombre que supo acompañar el crecimiento del país y vistió una existencia encaminada hacia un solo objetivo, el progreso.


Por Luciana Sabina
http://losandes.com.ar/article/view?slug=civit-el-mejor-ministro-de-roca

martes, 6 de febrero de 2018

Walt Disney le dió color a Mendoza En 1941, en una visita diplomática, el dibujante llegó a la provincia y paseó por nuestras calles. Los Andes lo entrevistó en exclusiva.

Una de las más memorables crónicas y entrevistas que fueron publicadas por Los Andes es la de Walt Disney en setiembre de 1941.
El mentor de un hito del cine que no tiene comparación, tuvo una relación intensa y afectiva con nuestra provincia. Su llegada a Mendoza fue el 25 de setiembre del 41 y se instaló aquí por varios días.
La visita fue parte de una gira por Sudamérica que emprendió Disney, su esposa Lillian Bounds, y 16 colaboradores, entre los que se incluía a la única dibujante femenina -Mary Blair- que tenía por entonces su compañía.
El propósito de la travesía era una misión diplomática encomendada por el gobierno de Estados Unidos como parte de la llamada “Política de buena vecindad”, que tenía por objeto fortalecer lazos entre nuestro país y el del norte y frenar la influencia de los nazis y sus aliados, en aquellas instancias de la Segunda Guerra. El viaje comprendía a Brasil, Argentina, Chile y Perú.
La llegada de Disney tuvo una repercusión extraordinaria entre los mendocinos. Y nuestro diario dio cuenta de este evento inusual -el viernes 26 de setiembre- con una crónica y entrevista titulada: “Walt Disney, que llegara ayer en avión a ésta, ha recogido nutrido material en Argentina y creará otros personajes”.
La entrevista se realizó en inglés, ya que Disney no hablaba el español. Y cuenta, textualmente, lo siguiente:
“Hemos entrevistado al extraordinario dibujante. Cordial, ameno, de simpatía comunicativa, evacuó nuestras preguntas con buscada llaneza, rehuyendo trascendentalismos. Desde luego, se imponía el interrogarle acerca de las impresiones que se lleva de nuestra Nación. Al respecto nos contestó:
-Evidentemente, mi impresión es óptima. Es un gran país. Lo creo a tal punto que algunos artistas argentinos, que me han insinuado la posibilidad de trabajar conmigo en Estados Unidos, les he manifestado, sin eufemismos, que entiendo que en esta república hay elementos de riqueza suficientes como pa- ra obtener un porvenir mejor. El de ellos, por lo menos, y lo creo sinceramente de este modo, se encuentra aquí...
-¿Ha sido fructífera su labor en Buenos Aires? 
-En Buenos Aires me he divertido demasiado. Esto es lo que puedo decir. Mi propósito era el de trabajar intensamente, pero la diversión me ha dejado poco tiempo. No obstante, he hecho acopio de materiales. Debo llevarlos hasta Estados Unidos y allí concentrarme para buscar su aplicación en los dibujos animados. Algunos de mis colaboradores han ido a Salta con el fin de buscar, asimismo, elementos de orden folklórico, ya en el terreno de la música, ya en el de la danza o en el simplemente costumbrista. Durante mi estada en la metrópoli argentina he visitado algunos “ranchos” y he salido muy satisfecho. Puedo adelantar que algunos de mis próximos personajes aparecerán tirando boleadoras...
-¿Algunos de sus personajes conocidos?
-No. Tengo la intención de crear uno especialmente para films de esa índole. Posiblemente me inspire en el quirquincho... Por otra parte, también me han interesado sobremanera algunas cosas pintorescas del Brasil, fundamentalmente de extracción popular. No es difícil que recurra al loro, ave típica de la zona, para que baile un samba... Ya veremos...
-Tenemos entendido que ha contratado al destacado dibujante argentino Florencio Molina Campos...
-En efecto, aun cuando todavía no haya firmado ningún compromiso, me he puesto en contacto con él. Creo que Molina Campos aprehende certeramente el lado cómico de las cosas y consigue la faz risueña del detalle. Su labor es conocida en Norteamérica, en donde algunas revistas han publicado sus creaciones. Creo, asimismo, que su producción resulta interesante porque posee el tipo del gaucho antiguo, cuya filiación es hoy difícil de encontrar.
Su próxima labor

Salpicada de ocurrencias en que Disney destila un ingenio sutil, de repercusión directa, prosigue la entrevista. En ella abre brechas el notable dibujante para añadir conceptos y decir de vez en cuando una ocurrencia, no por buscar comicidad sino espontáneamente.
Su rostro y sus ademanes se serenan y tornan cierta gravedad al interrogarle acerca del concepto que tiene del porvenir del dibujo animado. Su contestación es sobria y sencilla, pero en él se enciende un lógico entusiasmo. Indudablemente, Disney “siente” su arte.
Contesta en los siguientes términos:
“Una de mis actividades estriba en que tengo a todas y cada una de mis películas como experimentos. Evidentemente, creo que la perfectibilidad es inalcanzable, pero entiendo, del mismo modo, que en cada oportunidad se puede avanzar más. Personalmente, opino que el dibujo animado tiene un porvenir al cual aun no pueden ponérsele límites. Hay un hecho evidente: las más notables expresiones literarias han perseguido constantemente el ideal de la fantasía. Se ha llegado a mucho pero, creo, no a la dimensión alcanzada por el arte que cultivo. Además, el dibujo animado puede llegar a zonas que le son vedadas a otras ramas de la cinematografía; las posibilidades de la fotografía son limitadas. Para demostrárselo gráficamente, quiero decirle que en “Fantasía” llegamos a la reconstrucción de animales prehistóricos imprimiéndoles los movimientos que les eran característicos, por lo menos desde el punto de vista de los especializados en paleontología. Así también, durante los últimos diez años el dibujo animado ha tomado tal vuelo, ciertamente insospechado, que esa misma circunstancia afirma la convicción de que su porvenir escapa a lo que podamos imaginarnos. Desde luego que su perennidad y su progreso se verán supeditados a la capacidad de los hombres que lo cultiven. El dibujo animado debe desarrollarse, mantenerse y progresar a la altura de los tiempos. Por lo demás, su misma función tiende a no restarle vuelos: no debe servir solamente para solaz, para un momento de diversión; puede lograrse con él finalidades educativas de gran alcance".
Donald hablará castellano...
Disney creyó, sin duda, que ya había dado mucho pábulo a la seriedad. Por ello, aprovecha una pregunta para tornar a la sonrisa. Una de las personas asistentes le pregunta si algunos de sus personajes hablarán castellano en sus próximas películas. Sonriendo, responde: 
-El pato Donald quiere hablar castellano. Pero les advierto una cosa: no lo entenderán más de lo que lo entienden ahora, con sus gruñidos. Su lenguaje no puede ser más universal...”.
Al finalizar la entrevista, ese mismo día Walt, su esposa y sus colaboradores se alojaron en el Plaza Hotel. Con una agenda muy apretada -armada por Juan Carlos Alurralde-, visitaron al gobernador Adolfo Vicchi y luego partieron a visitar algunas bodegas de Maipú y Luján. También estuvieron en la Facultad de Artes de la UNCuyo y otras instituciones.
El sábado 27 el genial dibujante realizó una presentación en los cines Avenida y Buenos Aires, en donde concurrieron más de dos mil alumnos de escuelas primarias.
Paseó por la avenida San Martín, desde la calle Lavalle hasta Sarmiento, para luego ir al Cerro de la Gloria y el Zoo. Todas estas visitas fueron filmadas en colores por Disney.
Aquí se marca un hito, ya que es la primera vez en la historia que la ciudad de Mendoza fue registrada con esa nueva tecnología en aquel tiempo. Por la noche, los visitantes norteamericanos fueron invitados a participar en un baile en su honor en el Club Unión.
Walt, Lillian y el grupo, viajaron hacia Tupungato y visitaron la estancia “Los Árboles” de Fabián Correas y la finca de Juan Carlos Alurralde. Disney se vistió de gaucho y por supuesto se comió un buen asado acompañado por excelente vino mendocino.
Además, el creador de Mickey, participó de una jineteada montando un potro y demostrando una destreza que dejó a todos boquiabiertos.
El lunes 29 partieron desde el aeropuerto ‘Los Tamarindos’ hacia Santiago de Chile. “El público los despidió con grandes aplausos”.
Fuente: http://losandes.com.ar/article/view?slug=walt-disney-le-dio-color-a-mendoza

domingo, 14 de enero de 2018

Mendoza, la que acunó la libertad Aquí, un retrato histórico de los tiempos en que todo un pueblo se esforzó para proveer al Ejército de los Andes.

El país al que regresamos continuamente a través de homenajes a la Gesta Libertadora tuvo particularidades fascinantes y cotidianas que se pierden en el esplendor de la epopeya. Recorrerlo a través de los ojos de diversos viajeros nos acerca aun más al mismo, descubriéndonos agazapados en sus caminos polvorientos.  Hasta 1810 las provincias tenían un gran comercio e independencia económica. “Había industrias; en Buenos Aires ninguna”, apunta Mariquita Sánchez de Thompson. De Corrientes llegaban lienzos a la capital virreinal; de Córdoba, frazadas y ponchos; de Mendoza, unas alfombras muy requeridas, vino y gran cantidad de frutas secas.  Una de nuestras especialidades eran las pasas de uva secas a la sombra, eran verdes a la vista y muy requeridas. También enviábamos dulces, sumamente apreciados porque era complicado conseguir frutas durante algunas épocas del año. Además destacaban nuestras aceitunas, almendras y nueces.  Con la Revolución de 1810 “nos abrimos al mundo” y esto atrajo a muchos británicos. El fin mercantil detrás de las Invasiones Inglesas –producidas poco antes– cristalizó: nuestras tierras se llenaron de manufacturas británicas, ahogando la producción regional.  Esto –entre otras variables– generó una fuerte crisis en las economías locales. Sánchez de Thompson lo describe a la perfección en carta a su hija Florencia: “... Yo he conocido a estas provincias ricas, más industriosas que Buenos Aires. La Independencia ha sido para ellas una ruina”.  En la actualidad la innovación urbanística estrella son las bicisendas. Por entonces la novedad era otra: se colocaban postes unidos con sogas de cuero a lo largo de las aceras. Buscaban así salvaguardar la integridad física de los peatones cada vez que se desbocaba un caballo. Aunque no existían bocinas, la calle era sumamente ruidosa, ya que, debido a la falta de elásticos en los carros, se oía un rechinar constante y molesto. Fueron años de cambios en las costumbres, principalmente para Buenos Aires, debido a la apertura del puerto y la llegada masiva de elementos extranjeros.  Hasta aquí algunas generalidades, pero ¿cómo era nuestra provincia por entonces? La Mendoza testigo de San Martín fue retratada en crónicas de diversos extranjeros, cuya lectura resulta fascinante para quienes tenemos cierta debilidad por el terruño.  En este camino hallamos a sir Francis Bond Head, ingeniero militar que sirvió a la armada británica entre 1811 y 1825. Se encontraba en Edimburgo cuando –a mediados de la década de 1820– se le propuso hacerse cargo de una exploración de minas en las provincias del Río de la Plata. Llegó a estos parajes buscando plata en Uspallata. Sobre la ciudad escribió: “Mendoza –relata– es una ciudad pequeña y aseada. Todas las calles están trazadas en ángulo recto; hay una plaza cuadrada [actualmente: plaza Pedro del Castillo] en uno de cuyos lados se levanta un gran templo [actualmente: Ruinas de San Francisco] (...). Las casas son de una planta, todas las principales con puerta cochera que da al patio rodeado por habitaciones. 
“Las casas son de barro con techos del mismo material; las paredes blanqueadas le dan aspecto limpio, pero el interior, aunque blanqueado, parece un granero inglés (...). Tienen vidrios en las ventanas, pero la mayoría carece de ellos”.  Casi todos los hogares poseían pequeños negocios, los precios eran bajos –en comparación con otras zonas– y se vendían telas de origen británico.  Con la Revolución de 1810 nos abrimos al mundo y esto atrajo a muchos británicos. El fin mercantil detrás de las Invasiones Inglesas cristalizó y nuestras tierras se llenaron de manufacturas británicas.
Cómo se veía a los mendocinos
Sir Francis describió a los mendocinos como seres de “aspecto muy tranquilo y respetable”. Por entonces ocupaba la gobernación Juan de Dios Correas, a quien se refiere como un anciano con “maneras y aspecto de caballero; y varias hijas lindas”. Tiempo antes el general Juan Galo Lavalle coincidió con esta apreciación y desposó a una de ellas, Dolores, definida por Pastor Obligado como la “hermosa mendocina” de abundante cabellera negra, fisonomía delicada y dulzura en el trato.  Pero estas muchachas no fueron las únicas que llamaron la atención del visitante: “A las mujeres solamente se las ve de día sentadas en las ventanas en completo deshabillé, pero a la tarde van a la Alameda vestidas con muy buen gusto en traje de gala con cola, completamente al estilo de Londres o París”. Consideró a los habitantes de estas tierras el mejor ejemplo de amistad: “La manera en que toda la gente se reúne demuestra mucho sentimiento de bondad y compañerismo, y por cierto nunca vi menos rivalidad manifiesta en ningún otro lugar”. Pero también un paradigma en cuanto a pereza, debido a las grandes siestas.
“Era realmente singular –señala– pararse en una esquina y encontrar en todos los rumbos soledad tan completa en medio de una capital de provincia. El ruido producido al caminar era semejante al eco que se oye cuando uno se pasea solo por la nave de una iglesia o catedral, y la escena parecía de las desiertas calles de Pompeya (...). Al pasar por algunas casas siempre oía ronquidos”.
Sir Francis se aburrió desmedidamente y terminó asegurando que no había nada mejor para hacer en Mendoza que dormir. Aun así se dio un par de vueltas por la Alameda. “El paseo a menudo se ilumina de un modo sencillísimo con linternas de papel, en forma de estrellas, y alumbradas por una simple candela. Toca generalmente una banda de música (...). Siempre iba como extranjero cabal a la Alameda para tomar helados”. Los helados eran entonces una novedad llegada de Chile. Muchos los llamaban “nieves” y Buenos Aires aún no los conocía. En esta época los viajes se realizaban por motivos específicos, como científicos, laborales o militares. El turismo no existía y tuvo sus primeras expresiones recién a fines del siglo XIX. 
Los hospedajes no eran de lo mejor
Contentar al viajero no era prioridad y las condiciones de hospedaje dejaban mucho que desear. El inglés Peter Schmidtmeyer lo especificó en sus escritos. Sumamente decepcionado de su paso por Mendoza en 1821, encontró aquí lo mismo que en otras provincias, en un viaje desde Buenos Aires a Santiago de Chile.  Según su experiencia, el viajero no podía pretender nada bueno, ni amable: “Un refugio cerrado, una mesita sucia, una silla rota, un cuero en el suelo para acostarse, una pared agrietada y un techo podrido para ventilación es lo que puede esperar, y pronto los encontrará lujosos. Descenderá a este ‘cuarto del viajero’ (...) separado de la casa de la posta. A la noche se entrará allí su equipaje y raramente haya otra cosa para darle la bienvenida que pulgas, chinches y mosquitos (...). En cuanto al desayuno, su consistencia a menudo no excede en este país la de algunos mates y un cigarro (...). De noche hay que atrancar la puerta, si la hay, y tener armas de fuego listas por temor”.
Esta era la Mendoza desgastada por el esfuerzo de abastecer al Ejército de los Andes, ciudad simple pero adornada por laureles. Una capital lejana y polvorienta que no hacía mucha gracia a los extranjeros, pero de la que debemos estar orgullosos: acababa de parir libertad.
Fuente: http://losandes.com.ar/article/view?slug=mendoza-la-que-acuno-la-libertad
Por Luciana Sabina

lunes, 8 de enero de 2018

Pedro A. Minuzzi: el médico de los pobres Llegó como inmigrante desde Italia cuando tenía cerca de 25 años y se instaló en Godoy Cruz. Allí comenzó su tarea como médico.

Llegó desde Italia, como muchos inmigrantes, no con la idea de “hacer la América”, sino con un único sueño: practicar la medicina para salvar vidas sin distinción de clases. No fue ni bodeguero ni agricultor ni industrial ni empresario, simplemente un médico que se radicó en el departamento llamado por entonces Belgrano. Allí desarrolló su carrera y con el tiempo se transformó en una de los personajes más queridos por los vecinos. Se llamaba Pedro A. Minuzzi y una arteria muy importante de Godoy Cruz, lleva su nombre.
El nombre de una calle 
El doctor Pedro Minuzzi nació en Italia en 1871. Provenía de una familia de destacados profesionales que tuvieron una descollante actividad en el ámbito de la medicina y otras ciencias. Como muchos tantos italianos, vio en América del Sur el comienzo de una nueva vida, lejos de guerras y de pobreza, para trabajar en su profesión. En 1895 llegó a Buenos Aires y luego se trasladó a Mendoza. Allí fue cobijado por sus compatriotas a través de la Sociedad Unida, que por aquel entonces era una asociación de ayuda a los inmigrantes de ese país, entre otras cosas. En poco tiempo, el italiano, se destacó como médico clínico al curar a cientos de personas con nuevas técnicas y medicamentos. Se radicó en la ciudad de Godoy Cruz, que en ese momento se llamaba Belgrano y, en 1904, el municipio de ese departamento le montó un consultorio en donde atendía gratis a  la población de ese vecindario. Su pericia médica hizo que acrecentara su fama profesional y el cariño de la gente. Cinco años después, el médico italiano, estableció una clínica en calle Perito Moreno a pocos metros de la estación del ferrocarril, en donde atendía desde las 9 de la mañana hasta las 15. 
Entre la medicina y la filantropía
En 1909 se fundó en la provincia una institución llamada Asistencia de Sanidad Mendocina. Esta sociedad médica –similar a la de “socorros mutuos”– tenía como objetivo asistir con modernos y capacitados profesionales a la población, asociándose con una cuota mínima. La misma se constituyó en la ciudad y varios departamentos incluyendo Godoy Cruz, en donde Minuzzi fue su director. En 1911 partió a Italia para realizar un curso de perfeccionamiento médico y luego de unos meses regresó a la que ya era su querida Mendoza. Primero fue jefe de sala del entonces Hospital Provincial, desarrollando una profesionalidad elogiable. También, atendió en  el Del Carmen y por muchos años ocupó la jefatura de ese nosocomio. Entre otras actividades médicas figuró la de director de la Asistencia Pública y  fue el primer médico policial de Godoy Cruz; participó en las autopsias y peritajes de varios casos de crímenes renombrados por aquel momento. Además, fue galeno de varias entidades italianas como Cristoforo Colombo o Italia Unita; la Sociedad Española de Socorros Mutuos y del Consulado italiano en Mendoza. También como otros italianos, fue miembro de la logia francmasónica “Luz de Hiram” que se ubicaba en plena ciudad, desarrollando importantes acciones culturales y filantrópicas. 
Honores a la italiana
No solamente fue un gran entusiasta de su actividad como profesional, sino que se dedicó a contribuir a la sociedad mediante la membresía y la creación de varias asociaciones. Como diplomático Minuzzi ocupó el cargo de cónsul de Italia en Mendoza en diferentes oportunidades. Al ser un miembro activo de las sociedades italianas en nuestra provincia, el 18 de agosto de 1924, participó durante la visita de Humberto de Saboya. Allí, acompañó a toda la comitiva junto a su colega y compatriota Vicente Cherubini, ambos pertenecientes a la sociedad italiana.   En la ceremonia llevada a cabo en el centro de la ciudad, el honorable profesional de la salud le otorgó al príncipe una plaqueta recordatoria  y luego dio un discurso ante cientos de personas que estaban allí e invitó, junto con el monarca italiano, a brindar por la prosperidad de ambos países. Un año después participó en el Congreso médico sobre el tratado práctico de higiene y asistencia  pública realizado en Milán (Italia), y fue en esa ocasión designado por el gobierno  de ese país, “Cavaliere della ordine della Corona d’Italia”. De regreso a Mendoza siguió con sus ocupaciones como médico y miembro de diferentes asociaciones.
Trascendencia post mortem 
Los últimos tiempos del doctor Pedro Minuzzi fueron muy duros, al sufrir una grave enfermedad que lo tuvo postrado por varios meses. El 29 de agosto de 1935 falleció en su casa de Godoy Cruz, a los 64 años de edad. La noticia de su deceso causó gran dolor entre los vecinos godoicruceños, quienes lo llamaban “el médico de los pobres”, por su desinteresada y especial atención. Con la participación de varias entidades benéficas, médicas y consulares que le dieron el último adiós, sus restos fueron enterrados en el cementerio de esa localidad. El 29 de agosto de 1936, al cumplirse un año de su muerte, el municipio de aquel departamento lo homenajeó con un emotivo acto en el que se puso su nombre a la sala de primeros auxilios. También el Concejo Deliberante, a través de una ordenanza, cambió el nombre de la hasta entonces calle Juan B. Justo por el suyo.

Fuente: http://losandes.com.ar/article/view?slug=pedro-a-minuzzi-el-medico-de-los-pobres

viernes, 29 de diciembre de 2017

El gordo de Navidad en Mendoza España fue pionera en el “gordo de Navidad”, y de allí se trasladó a la Argentina. Igual, la lotería en nuestra provincia quedó establecida.he

Llegaron las Fiestas y, para muchos, jugar un billete de Navidad renueva la esperanza de que la diosa fortuna nos haga millonarios. 
El juego de la lotería es tan viejo como casi la humanidad y tuvo su mayor expresión en la antigua Roma, mientras que en Mendoza el juego oficializado es muy reciente.
Un “timbero” llamado Augusto
La lotería es uno de los juegos más viejos de las sociedades humanas. Desde la antigua Roma, la lotería favorecía al pueblo con esclavos, empleos, tierras y navíos.
Durante el imperio de Augusto (27 a. C. al 14 d. C) nació esta idea en ocasión de las fiestas saturnales, y como una diversión pasajera, en esos juegos no se ofrecía al pueblo más que cosas sin importancia.
Luego, el emperador Nerón, durante la celebración de las fiestas por la eternidad del imperio, comenzó a sortear unos mil billetes por día, que tenían como premios tierras, navíos, empleos y esclavos.
Durante el reinado de Heliogábalo las loterías hicieron furor y las jugadas se comunicaban por mitades de cosas útiles y las otras de ningún valor.
Así, había premios por seis esclavos y otros por seis moscas; otro por un finísimo vaso y otros sin ningún valor. Luego el sucesor del “emperador indecente” fue Alejandro Severo, quien dejó de lado las loterías y puso al pueblo romano a defenderse contra los godos, que amenazaban el poder de los Césares.
Pasaron así varios siglos, pero las loterías no fueron olvidadas y correspondió a los venecianos ponerlas en vigor nuevamente en el siglo XV, pero esta vez con el propósito de obtener con ellas recursos financieros para otras necesidades urgentes del Estado.
Los emperadores romanos usaban la lotería para entretener y premiar al pueblo. Entre los premios había esclavos, tierras y navíos.
La historia oficial
Desde esa época el juego de la lotería se extendió por toda Europa, entrando en Alemania, Francia y Gran Bretaña. Este último país fue, a fines del siglo XVIII el que buscó también con la lotería recursos financieros para su gobierno.
Tal es a grandes rasgos la historia de la lotería hasta llegar a nuestros tiempos, ya elevada a la categoría de institución en muchos países. Sin embargo, en Francia, durante la revolución de 1789, Montesquieu manifestó que la lotería era una invención inmoral y debía desaparecer. 
En 1811 se implantó en España y la Corte de Cádiz resolvió que la lotería debía asegurar al Estado en cada sorteo el 25% de su importe. Durante el reinado de Fernando VII, la lotería tuvo gran desarrollo, y tiempo después se creó el sorteo de la  jugada de Navidad que se lo conoció por el “Gordo de Madrid”.
Los nuestros no se quedaron atrás 
Luego de los hechos de mayo de 1810, los primeros gobierno patrios necesitaba sustentarse económicamente y aprovechando que existía en España una lotería, no tuvieron mejor idea que hacer lo mismo.
En 1812, tiempo antes de la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, se inició la llamada Lotería Nacional, que tenía por objetivo incrementar las pobres arcas del erario público. Se sorteaba una vez por mes y los números eran publicados en La Gaceta de Buenos Aires. 
La actividad de Lotería Nacional se inició en octubre de 1893 con la ley 2.989 y dos años después se promulgó otra con el número 3.313.

Estas leyes dictadas sobre loterías otorgaban permisos a asociaciones públicas o privadas, como la Sociedad de Beneficencia, Damas de Caridad, Damas de Misericordia y Cruz Roja, entre otras.
La primera jugada del sorteo de Navidad se efectuó el 24 de diciembre de 1893, constando de 20 millares, con un premio de $ 400.000.
En Mendoza, también desde tiempos remotos, la lotería tuvo su lugar en el sentir popular de los mendocinos.
En julio de 1884, diario Los Andes, mencionaba los primeros veinte premios de la lotería local. Con el primero de ellos fueron agraciados varios obreros de la fábrica de carruajes de Luis Stoppel, quienes jugaron el billete en la agencia del señor Suárez, en calle San Luis. 
Ya con la reglamentación de la ley nacional 3.313, se realizaron otras loterías de caridad o para recaudar fondos para hospitales y otras sociedades de bien público.
En Mendoza, el sorteo pionero no tuvo ganador en el primer y segundo premio. Sí en el tercero, para un billete que se vendió en San Martín.
El gordito mendocino
En 1958 quedó constituido el Banco de Previsión Social de la Provincia y entre los objetivos que tenía la ley estaba la creación de la Lotería de Mendoza.
El primer “gordo de Navidad” mendocino se sorteó el 23 de diciembre de 1959, conjuntamente con la Lotería Nacional en la Ciudad de Buenos Aires.
En aquella ocasión, el primer premio fue el número 42.002  pero en la lotería local no tuvo agraciados, al igual que el segundo. El primero fue devuelto desde General Pico (La Pampa) antes del sorteo al Banco de Previsión Social, lo mismo que el segundo premio.

El tercer premio fue para el número 23.263, con  200 mil pesos moneda nacional y, esta vez, aquel gordo navideño tuvo a varios ganadores que compraron su billete en la agencia ubicada en 9 de Julio 45 del departamento de San Martín.
A pesar de que no tuvo ganadores los primeros dos premios mayores, el “gordito mendocino” de ese año de esta primera jugada de la lotería local dejó más rédito del que se esperaba.
Durante los sucesivos sorteos, el Banco de Previsión Social incrementó sus premios y creció en gran medida el número de apostadores.   
Y llegaron los bolilleros propios
Por diez años, los sorteos del “gordo de Navidad” se hicieron con los de la Lotería Nacional, hasta que en julio de 1970, la Lotería de Mendoza tuvo su edificio y bolillero propio.
El primer sorteo que se ejecutó en Mendoza fue el 24 de diciembre de ese año, en la flamante sala de sorteos del Banco de Previsión Social.
Había mucha expectativa por gran parte de los mendocinos. El sorteo se inició ante la presencia del escribano Antonio Sampieri. 
Su premio mayor fue de 2 millones de pesos ley 18.188 y favoreció al número 31.612. Entre los ganadores se encontraron ocho empleados (correctores) de Los Andes. Aquel día marcó un hito en la Lotería de Mendoza.


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