Pocos lugares en la Ciudad de Mendoza encierran una historia tan rica como la de las siete cuadras del Paseo La Alameda, donde hoy laten y se confunden distintas etapas del pasado con los variados usos que la propia gente ha hecho del lugar, a los que se han sumado distintas propuestas culturales públicas y privadas que lo han convertido en el ambiente más bohemio de la capital mendocina.
Generalmente se asocia el origen de este sector urbano al General San Martín, quien cuando fue gobernador de Mendoza dispuso prolongar el paseo, forestándolo con álamos traídos desde Europa.
Sin embargo, el origen del lugar se remota más atrás en el tiempo. Al comenzar el siglo XIX La Alameda no existía como tal, pero sí el canal de riego conocido como Tajamar, en cuyo entorno estaba el arrabal de la ciudad fundacional. Había allí ranchos, cultivos y pulperías, donde se realizaban riñas de gallos y carreras cuadreras.
En 1808 el Cabildo de Mendoza dispuso la creación de un paseo público. Tenía entonces una extensión de dos cuadras de largo con doble hilera de álamos a las orillas. Es en 1814 cuando San Martín, siendo gobernador intendente de Cuyo, amplía y embellece el paseo.
A partir de entonces, La Alameda fue un lugar característico de la ciudad, donde concurría la nueva sociedad surgida de la Independencia y de las ideas republicanas.
En 1861 el terremoto que destruyó totalmente a Mendoza, dejó también a La Alameda como un barrio en ruinas, lleno de escombros y vacío de sentido.
La Nueva Ciudad, con sus cinco grandes plazas y calles anchas, fue ubicada hacia el sudoeste. Es recién entre 1884 y 1887, en que se reconstruye el barrio La Alameda como un sector residencial.
La Alameda está situada en un tramo de la arteria más importante de la ciudad, la avenida San Martín, y consiste en un recorrido peatonal forestado con grandes árboles, a cuya vera pasa entubado el antiguo Tajamar.
A lo largo del siglo XX, el Paseo de la Alameda recibió, tres proyectos de transformación. El primero fue hacia 1912, cuando se le dio forma arquitectónica "a la francesa", con plataformas, balaustradas, escalinatas y canteros centrales con palmeras. El segundo se proyectó en las décadas del 30 y 40; expresando nuevos criterios paisajísticos para los espacios públicos. El tercero, en 1978, siguió tendencias formales en boga entonces y desvirtuó la linealidad tradicional del paseo, por lo que fue muy criticado. En 1.999 el municipio capitalino emprendió una nueva intervención, culminada en 2003, dirigida a recuperar el Barrio de La Alameda de manera integral. Se utilizaron materiales de la zona, y así el paseo recobró su clásica imagen, a la que fueron definitivamente incorporados los kioscos de flores que ponen una hermosa nota de color al paseo.