Cuando hablamos de asesinos en la historia argentina se nos viene a la mente nombres como Cayetano Santos Godino, llamado “el petiso orejudo” o la famosa Yiya Murano. Sin embargo en Mendoza durante su antigua historia parece ignorar que existieron personajes infames y que el tiempo sepultó su memoria. Entre estos personajes se destacan los hermanos José María y Marcos Mauricio Leonelli, quienes sacudieron con sus asesinatos en serie a la sociedad mendocina de 1916.
En 1916 el mundo estaba sumido en la Primera Guerra Mundial que azotaba desde 1914 y ya había cobrado casi nueve millones de vidas humanas. Alemania avanza en frentes extensos, pero en lo interior se convulsiona ante el descontento por la duración de la guerra. Portugal y Rumania ingresan en la contienda a favor de los aliados. Se lucha en toda Europa. Comienza el ataque en Verdún, duro e interminable. En los campos de batalla aparece un arma de excepcional potencia, el tanque blindado. En las aguas, los submarinos causan destrozos a los convoyes de aprovisionamiento
La guerra impacta en la economía argentina: el país debe fabricar lo que antes importaba y tiende a complementar su panorama industrial. La Ley “Saenz Peña” (que estableció el voto universal secreto y obligatorio) se aplica por primera vez a una elección presidencial. En el mes de abril Yrigoyen queda consagrado presidente.
En todo el país también ocurren festejos por el centenario del 9 de julio de 1816 pese a no tener los contornos de los festejos del Centenario de 1810. En Mendoza hubo actos y desfiles desde el 6 de julio y culminan con actos oficiales el 10 con un almuerzo seguido de una baile popular.
Un asesinato que tomó por sorpresa a una provincia
Los sucesos de la guerra y de la vida pública pasan a un distante segundo plano el 20 de diciembre. A las 11.30 el matrimonio Juan Putativo y María Miletti escuchan voces de auxilio que salen desde la casa ubicada en Santa esquina Urquiza. En la calle se dan voces de alarma reuniéndose varios vecinos. “Socorro, me matan” grita alguien del interior; una menor es enviada en busca de la policía. Encuentra a un agente de facción en San Juan y San Luis, que la acompaña, en el camino encuentran a otro agente. Entre los dos golpean la puerta. Un hombre atiende indicando que la casa está desocupada. Al advertirle manchas de sangre en la camisa, ingresan al interior. Detienen a dos hombres jóvenes y en el interior de un sótano encuentran un cadáver con el rostro cubierto cubierto por una lona y un alambre en el cuello. Tenía el cráneo destrozado y había sido posteriormente ahorcado.
Los hermanos Leonelli, asesinos seriales
La víctima era Tufik Ladekani, de origen sirio, al que ultimaron para apropiarse del dinero que traía y sus victimarios, los hermanos José María y Marcos Mauricio Leonelli. Los dos hermanos fueron apresados junto a su madre, Teresa Paolantonio.
Ladekani, un joven de solo dieciocho años era un prestamista y cambista de moneda extranjera que gozaba de cierto prestigio en la comunidad mendocina, operaba en la zona bancaria y en unos días iba a contraer matrimonio.
Esa mañana, José Maria Leonelli le habría propuesto un negocio; Ladekani se dirigió con él a cerrar el trato en la cochería (de la que eran dueños). Ya en la casa de la esquina de Salta y Urquiza lo esperaba el hermano mayor, Marcos Mauricio.
Marcos Mauricio lo atacó con la palanca de freno de madera de uno de los carros que tenía un pesado remache de hierro en un extremo. José María tomó un alambre, le dio dos vueltas alrededor del cuello y comenzó a estrangularlo mientras la infortunada víctima se resistía y gritaba, hasta que quedó inmóvil.
Poco después del mediodía, los hermanos eran conducidos a celdas contiguas de la Comisaría Tercera de la Ciudad de Mendoza.
Después de la detención de los hermanos José y Marcos Leonelli, acusados de matar al prestamista Sirio, los investigadores sospecharon de inmediato que habían cometido otros asesinatos del mismo tenor. Algo que los acusados negaron rotundamente durante un intenso primer interrogatorio.
En el domicilio de calle Urquiza al 171, se inició una excavación en la que participó un grupo de bomberos. Buscaban las pistas de otras muertes. Allí los uniformados encontraron el cadáver en descomposición de otra víctima. El médico forense determinó que los restos encontrados eran de otro desaparecido llamado Julián Azcona.
Habría más. A los pocos días de trabajar, se encontraron con los restos de Juan Dávila en un pozo del baño.
Antecedentes e investigación
Teresa Paolantonio de Leonelli quedó viuda con la penosa tarea de mantener a sus cinco hijos. El almacén que su esposo tenía en la esquina de Salta y Urquiza fue cerrado y abrieron una cochería sus dos hijos mayores, Marcos Mauricio y José María.
Los Leonelli eran respetados por sus vecinos y por su entorno comercial, aunque poco a poco lo que comenzó como un negocio próspero, se convirtió en una trampa financiera. Las deudas los acorralaron y se vieron en la necesidad de hipotecar sus propiedades.
Pocos conocían la situación financiera de los hermanos, dos de ellos fueron Juan María Dávila y Julián Azcona, acreedores de los Leonelli. Misteriosamente de ambos se desconocía su paradero.
Las sospechas sobre la participación de los hermanos en crímenes no resueltos, determinaron una investigación y se impulsó con toda celeridad un relevamiento en los terrenos de su propiedad. A partir de allí, y para indignación de la sociedad mendocina, comenzaron a esclarecerse las extrañas desapariciones.
Dos días después de iniciados los trabajos de excavación, revelarían el hallazgo de restos humanos con distinta evolución tanatológica en distintos lugares.
El 23 de diciembre de 1916, un cadáver fue encontrado en el baño, que todavía llevaba alrededor de su cuello la toalla y las cuerdas con que había sido estrangulado. Pertenecía a Julián Azcona, un español vendedor de cigarrillos que se había vinculado comercialmente con Marcos y José y por algunos negocios éstos le debían $ 6.000, suma que, en reiteradas ocasiones les había reclamado.
El 18 de julio de 1916, Azcona salió con su carretela, temprano, a vender tabaco. Pocas horas más tarde, el dueño de la Cigarrería Inglesa recibió un telegrama del propio Azcona, en el cual comunicaba que dejaría su carretela frente al centro Región Valenciana para que la pasara a buscar su hermano Adrián, porque él debía viajar con urgencia al norte. La carretela apareció en ese sitio, pero su paradero se convirtió en un misterio.
A medida que pasaban los días y continuaban las excavaciones, el 24 de diciembre, fueron apareciendo otras partes de cuerpos humanos, animales, ropas, huesos y un sombrero con las iniciales J.M.D.
Esta prenda pertenecía a Juan Dávila, un hombre dedicado a los negocios del corretaje que había desaparecido desde el 15 de marzo de 1915, cuando fue a la casa de los Leonelli a cobrar un crédito hipotecario de $ 8.000. Dávila había corrido la misma suerte que Ladekani y Azcona.
El 25 de diciembre, en otro lugar de la casa fueron hallados pequeños restos que pertenecían a una criatura de aproximadamente siete meses de gestación.
Los hermanos poseían una finca en Guaymallén, conocida como la Bola de Lata. Los curiosos vulneraban las tranqueras y husmeaban por las ventanas. Todos aseguraban que un olor nauseabundo surgía de una de las habitaciones. Seguramente allí tenían ocultos otros cadáveres, conjeturaban, la finca fue virtualmente reducida a escombros, según las fotos de la época, pero no se hallaron otros cuerpos.
Francisco Petruolo fue también inmolado. Los Leonelli le debían una hipoteca de $ 10.000. Apareció muerto en el canal Zanjón, hoy canal Cacique Guaymallén, al caer con su vehículo. Se dedujo que José María y Marcos Mauricio habían premeditado una trama para simular la cancelación del compromiso y luego lo ultimaron, simulando el accidente.
Las familias de otros desaparecidos, Alejo Samper y Tomás Guajardo, procuraban acreditar la existencia de deudas que los Leonelli habían contraído con ellos y rondaban la casa esquina con la expectativa de concluir allí su dilatado peregrinaje en procura de una respuesta sobre el destino de sus seres queridos.
Se sucedieron más denuncias de desapariciones de personas vinculadas comercialmente con los Leonelli. Pero éstas no se pudieron comprobar debido a que sólo se identificaron los restos de cuatro personas. Con más de quinientas hojas de sumario, incluida la confesión, los hermanos fueron sentenciados. La fiscalía pidió la pena de muerte, pero esa condena nunca se llevó a cabo.
Los homicidas fueron llevados a juicio en 1918, sólo por tres hechos: los de Dávila, Azcona y Ladekani. Si bien la existencia de otros restos (como los del no nato) los comprometían, no fueron invocados en la acusación por falta de un plexo probatorio suficiente.
El destino final de los Leonelli
José María fue condenado a veinticinco años de prisión y Marcos, a pena de muerte, pero no fue ejecutado en la Penitenciaría Provincial, porque las Asociación de Damas Pro Glorias Mendocinas intercedió por él, en un franco rechazo a la pena capital. El Gobernador conmutó la pena y en 1923 fueron trasladados a la Cárcel de Ushuaia. Veinte años más
tarde José María recobró la libertad y Marcos falleció en el Penal.
En los últimos días de diciembre de 1916, el Juez de la Causa, había dispuesto la “Auscultación frenológica de los Criminales”, según el Diario Los Andes del 27 de diciembre de 1916.
Desde 1935, los hermanos José María y Marcos Mauricio Leonelli, apelaron a través de la Cámara por su libertad pero en aquel tiempo no les fue otorgada. Tas ocho años ambos volvieron a apelar para dejar sin efecto su condena; el primero pudo recuperar la libertad, no así el segundo y principal asesino, quien falleció en la cárcel.
Fuente: https://hugoolaguna.wordpress.com/2018/06/29/los-hermanos-leonelli-asesinos-seriales-de-principio-de-siglo/?fbclid=IwAR1AChLwnp5Zja2vU82uJFt5WdJRp2aE-09H4eeFGMVNnXHx50M2y0enQQ8
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