Por entonces, Buenos Aires y Santa Fe se disputaban el puesto de primera provincia productora de cereales; otras zonas, como Córdoba, Entre Ríos y La Pampa, marchaban más retrasadas. Los nuevos campos de la antigua frontera se habían convertido en emporios de trigo y alfalfa; los vinos cuyanos empezaban a ganar el mercado nacional y mejoraban su calidad con cepas traídas de Europa; el azúcar tucumano, protegido por una legislación adecuada, hacía prosperar los ingenios; Córdoba se beneficiaba de su condición de paso obligado entre el Litoral y el Interior. Pero otras regiones argentinas, sobre todo el Noroeste, el Nordeste y la Pampa seca, se veían marginadas del progreso; la tala de bosques modificaba la ecología santiagueña, y el quebracho del territorio chaqueño se explotaba a un costo social enorme.
Crédito Fotográfico: Biblioteca Municipal Manuel Gálvez
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