Esta foto fue tomada en 1945 y muestra a una mujer con una lavadora eléctrica de nuevo cuño. El sistema es similar a los sistemas manuales anteriores, pero la ropa escurridor es impulsado por un motor eléctrico en lugar de una manivela. El agitador en la bañera también está impulsada por un motor eléctrico. Si bien este sistema aún requiere mucha atención por parte de la mujer, que requiere mucho menos esfuerzo manual.
Bienvenidos al sitio con mayor cantidad de Fotos antiguas de la provincia de Mendoza, Argentina. (mendozantigua@gmail.com) Para las nuevas generaciones, no se olviden que para que Uds. vivan como viven y tengan lo que tienen, primero fue necesario que pase y exista lo que existió... que importante sería que lo comprendan
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sábado, 27 de julio de 2013
Lavadora eléctrica (año 1945)
Esta foto fue tomada en 1945 y muestra a una mujer con una lavadora eléctrica de nuevo cuño. El sistema es similar a los sistemas manuales anteriores, pero la ropa escurridor es impulsado por un motor eléctrico en lugar de una manivela. El agitador en la bañera también está impulsada por un motor eléctrico. Si bien este sistema aún requiere mucha atención por parte de la mujer, que requiere mucho menos esfuerzo manual.
viernes, 26 de julio de 2013
Dos hilos rojos: sangre y sexo. La "regla" tenía su silenciosa metáfora en una peculiar tarea de costura
La sangre de las mujeres siempre se ha considerado impura, algo sucio, una enfermedad.
La primera infancia es relativamente asexuada y usamos la palabra "bebé" como una denominación neutra. Hasta los 3 o 4 años los niños visten casi la misma ropa, usan el mismo largo de cabello, juegan a los mismos juegos, viven en las faldas de las mujeres. Más tarde comenzará el proceso de sexuación.
Los relatos de la infancia de las niñas son escasos; entre muñecas y juegos, de las tareas domésticas junto a su madre, de la costura con su abuela y de los relatos que hilvanan esas horas hay sólo un puñado de autobiografías y memorias, entre ellas la de George Sand. Y las novelas escritas por hombres que “narran” a las niñas desde una mirada ejemplificante como la Alicia de Lewis Carroll, la Cosette de Victor Hugo o la pequeña Dorrit de Charles Dickens.
Más allá de la literatura, la vida real de las niñas durante la infancia era ardua: estaban más encerradas, más vigiladas que sus hermanos, y si se agitaban demasiado se las calificaba de "varones fallados".
“Se las pone a trabajar más temprano en las familias populares, campesinas u obreras, retirándolas precozmente de la escuela, sobre todo si son las hijas mayores. Se las recluta para tareas domésticas de toda clase. Futura madre, la niña reemplaza a la madre ausente. Se la educa más de lo que se la instruye”, señala Michelle Perrot en Mi historia de las mujeres.
La Iglesia –católica y protestante- se apropió de las niñas sin familia o de familias pobres para reclutarlas en sus talleres donde les enseñaban rudimentos de lectura (para rezar) y les daban clases magistrales de costura, cocina y de todo lo relacionado a las tareas domésticas.
Hacia fines del siglo XIX, la escuela se hizo obligatoria y gratuita pero no mixta; los niños y las niñas estudiaban, estrictamente separados. La escuela siempre ha estado preocupada por la moralidad, es decir, por la sexualidad de las alumnas cuando llegaban a la adolescencia. Las jóvenes, frescas y vírgenes, constituían una fuente de tentaciones: eran, por el sólo hecho de serlo, una provocación para los hombres de todas las edades. Y la literatura lo reflejó a través de las novelas de Balzac, Proust y las hermanas Brontë, entre otras.
La llegada de la menstruación que da comienzo a la pubertad era un hecho silencioso, incluso vergonzoso, susurrado entre las mujeres de la casa y anunciado elípticamente al padre, quien ya podía disponer de la joven para prometerla en matrimonio, si es que no lo había hecho antes.
Los cambios corporales, como el crecimiento de los senos y la “regla”, eran vividos traumáticamente por las niñas puesto que no estaban prevenidas ni sabían qué significaban. La sangre tenía su silenciosa metáfora en una peculiar tarea de costura: con hilo rojo la mujer-niña bordaba sus iniciales en las sábanas de su ajuar nupcial. La creación de esa marca era simbólica puesto que en el transcurso del trabajo sobre la tela se le contaba cómo serían sus trabajos sobre la cama.
La sangre de las mujeres siempre se ha considerado impura, algo sucio, una pérdida incomprensible, una indisposición que le impedía cumplir los deberes maritales, una enfermedad a la que atribuir sus cambios de humor; su falta, un síntoma de embarazo, de enfermedad o de vejez.
Sólo desde hace unas pocas décadas, las madres hablan con sus hijas libremente de la menstruación y de lo que significa. Y aunque hoy está en vigencia el “día femenino” que autoriza a una mujer no asistir al trabajo cuando “está indispuesta” y vemos por televisión incontables tipos de protectores para “esos días”, es difícil encontrar a un empleador, estatal o privado, que acepte sin mascullar ese derecho. Con o sin alas.
Patricia Rodón
jueves, 25 de julio de 2013
Efemérides. Louis Bleriot primera persona en volar un avión sobre el Canal Inglés.(25 de Julio de 1909)
Esta es una fotografía del aviador francés Louis Bleriot en una de sus máquinas voladoras. Louis era un inventor, ingeniero y uno de los pioneros en el desarrollo de los aviones. Fue en el día de hoy, 25 de julio, en el año 1909 que Bleriot se convirtió en la primera persona en volar un avión sobre el Canal Inglés.
Fuente: Old Picture of the day
miércoles, 24 de julio de 2013
Se Inaugura el CAFÉ BAHÍA (18 de Julio de 1969) Ciudad Capital de Mendoza
La tradicional esquina cafetera, San Martín y Sarmiento poseía un local de la oscura infusión. Se Trataba del Café Bahía. Este local funcionaba las 24hs. del día.
Las expuestas. Abandonar y matar, por las dudas.
La mujer "hacía" hijos, preferiblemente varones, para aumentar el patrimonio del jefe de familia.
La mayoría de las cosmogonías y mitologías antiguas unen a la mujer al concepto de fertilidad y reproducción; desde las primeras representaciones artísticas, como la paleolítica Venus de Willendorf, pasando por los arquetipos cristianos antagónicos de Eva y María, la primera condenada a “parir con dolor” y la segunda que engendró un niño sin intervención humana; la mujer ha sido vista como símbolo de fecundidad porque “protagoniza” la reproducción mientras que el hombre es un espectador más o menos pasivo.
Mientras en la antigua Roma la ley otorgaba a las madres de tres hijos un privilegio por haber cumplido con su deber, éstas también eran una herramienta al servicio del oficio de ciudadano y del jefe de familia: hacía hijos, preferiblemente varones, y aumentaba el patrimonio.
La esposa era uno de los elementos de una familia, que comprendía por igual a los hijos, a los libertos, los clientes y los esclavos. “Si tu esclavo, tu mujer, tu liberto o tu cliente se atreven a replicarte, montas en cólera”, escribe Séneca. “Si un jefe de familia debe tomar una gran decisión reúne al consejo de sus amigos” en lugar de discutir el tema con su mujer.
Para los hombres romanos, una mujer era un niño grande que debía cuidarse a causa de su dote y de su padre, era una eterna adolescente, caprichosa: un marido es el dueño de su mujer, como de sus hijas y de sus criados. Si la mujer le era infiel era una desgracia, lo mismo que si una hija quedaba embarazada o un esclavo no realizaba sus tareas.
En la Roma pagana el sólo hecho de parir un niño no le daba la categoría de madre a ninguna mujer. El nacimiento era un hecho mucho más complejo, ya que un recién nacido adquiría categoría de hijo en tanto que fuera aceptado por el jefe de familia, es decir, el padre.
Un ciudadano romano no “tenía” un hijo sino que “tomaba” un hijo: inmediatamente después de nacido, el padre tenía la prerrogativa de levantarlo del suelo donde había sido depositado por la comadrona. Para tomarlo en sus brazos y manifestar así que lo reconocía. Hoy, le da o no, el apellido.
En la Roma clásica la anticoncepción, el aborto, la exposición de niños de origen extraconyugal y el infanticio del hijo de una esclava eran prácticas usuales y perfectamente legales. Sólo siglos más tarde, con la llegada de la nueva moral estoica y el cristianismo estas costumbres serán al comienzo mal vistas y luego, ilegales.
De ahí, el hecho de que el padre alzara a su hijo y lo reconociera, también convertía en madre a la mujer que lo había parido, sentada en una butaca especial, lejos de cualquier mirada masculina. Pero no antes. Si el hombre no reconocía al niño, no lo levantaba del suelo; esto significaba el bebé debía ser “expuesto” ante la puerta de la casa, abandonado en un basurero o en las afueras de la ciudad, para que lo recogiera quien lo deseara. Del término, expuesto, del verbo exponer, ha llegado hasta nosotros, el concepto de “niño expósito”, es decir, niño abandonado.
Esta práctica continuó a lo largo de la historia hasta hoy de formas más caritativas, como la práctica medieval de dejar a los bebés en el torno o en el atrio de una iglesia; en las inmediaciones de los hospitales o, como hace más de dos mil años, en los basurales y cloacas.
El abandono de hijos legítimos era una práctica cultural que atravesaba a todas las clases sociales: los pobres exponían a los hijos que no podían criar; personas de la que hoy llamaríamos clase media exponían a los hijos que no podían educar; y los ricos se deshacían de los hijos que podrían perturbar disposiciones testamentarias ya adoptadas en lo referente al reparto de la sucesión.
Se exponía con más frecuencia a niños con malformaciones, al hijo de una hija que hubiera cometido una “falta” o al fruto de una infidelidad conyugal, o de la sospecha de infidelidad. Y entre todos esos hijos no deseados, las niñas eran quienes pasaban mayoritariamente del vientre materno al barro de la calle.
Patricia Rodón
martes, 23 de julio de 2013
lunes, 22 de julio de 2013
Fichas policiales
Hay muchas clases de retratos.
Estos son especialmente significativos porque están realizados en uno de los peores momentos del fotografiado.
Las fichas policiales o Mugshots nos presentan, en la mayoría de los casos, unos rostros especialmente castigados y muy diferentes a los retratos de estudio de la época. Quizás por eso me resulten tan interesantes.
Estos son especialmente significativos porque están realizados en uno de los peores momentos del fotografiado.
Las fichas policiales o Mugshots nos presentan, en la mayoría de los casos, unos rostros especialmente castigados y muy diferentes a los retratos de estudio de la época. Quizás por eso me resulten tan interesantes.
Cicerón afirmaba que la cara es el espejo del alma. ¿Tendría razón?
Harry Davies. 33 años. Albañil.
Esta primera serie corresponde a personas detenidas en Birmingham (Inglaterra) por borrachera y escándalo público en 1903 y 1904.
Mary Cooper. 36 años. Prostituta.
Joseph Allsopp. 24 años. Obrero.
James Doyle. 39 años. Albañil.
Alice Loxley. 34 años. Vendedora ambulante.
Benjamin Bloxsidge. 36 años. Barquero.
Alice Tatlow. 25 años. Prostituta.
David Addicott. 35 años.Representante electoral (comprador de votos).
Charlotte Humphries. 42 años. Pulidora.
Thomas Riley. 22 años. Acemilero.
Eliza Cowley. 26 años. Prostituta.
Richard "Dirty Dick" Fleming. 40 años. Vendedor ambulante.
Emily Jane Parrish. 44 años. Criada.
Matthew Moran. 32 años. Mecánico.
Eliza Fallon. 38 años. Prostituta.
Walter Harrison. 62 años. Zapatero.
William Hughes. 61 años. Mozo de caballos.
Minnie Osborne. 38 años. Criada.
Thomas Wall. 31 años. Herrero.
Tamara Edwards. 32 años. Ama de casa.
George Allen. 34 años. Vendedor ambulante.
William Tustin. 37 años. Obrero.
La segunda serie corresponde a delincuentes juzgados y condenados en Dorset (Inglaterra) hacia 1890-1900.
George Gotobed. 32 años.
Condenado a cuatro meses de trabajos forzados por robar un pato.
Condenado a cuatro meses de trabajos forzados por robar un pato.
George Parkinson. 20 años.
Condenado a cinco meses de trabajos forzados por robar un cerdo.
Condenado a cinco meses de trabajos forzados por robar un cerdo.
Annie Wilson.
Condenada a seis meses de trabajos forzados por robo.
Condenada a seis meses de trabajos forzados por robo.
Elizabeth Dowell.
Condenada a seis meses de trabajos forzados por perjurio deliberado.
Frank Treviss.
Condenado a ocho meses de trabajos forzados por robar harina de trigo.
John Gliddon. 37 años.
Condenado a nueve meses de trabajos forzados por fraude.
Sarah Edith Westwood. 52 años.
Condenada a cinco años de cárcel por robos continuados
de jerez, galletas y cerveza negra.
Frederick George Bull.
Condenado a siete años de cárcel por sodomizar a un caballo.
William Parsons. 34 años.
Condenado a veinte años de cárcel por incendiar deliberadamente
el granero de su vecino.
Son la otra cara de la sociedad victoriana inglesa.
sábado, 20 de julio de 2013
Candidatas a MISS MENDOZA (Abril de 1970) Adela Deventer, Celia Mariani, Liliana Beatriz Biandini, Mria del Carmen Marcos, Stella Maris de Lucia
En velada de Gala que se realizó en Al Diablo Country Club, a las 22 horas del 3 de Abril de 1970, se procedió a la elección de Miss Mendoza
Roller Skates (año 1905)
Esta foto fue tomada en 1905 y muestra a un hombre con un interesante par de patines. Ellos realmente se ven bastante divertido, y tienen ruedas en línea. Supongo que estos no pongan al día en el momento, pero mira para ser un precursor de patines en línea de hoy en día.
Fuente: Old Picture of the day
viernes, 19 de julio de 2013
jueves, 18 de julio de 2013
miércoles, 17 de julio de 2013
El bastón presidencial
La tradición del uso del bastón de mando proviene de la Antigüedad. En los pueblos más remotos era el símbolo de liderazgo. A nuestra tierra llegó por ser una costumbre del ceremonial español. En América era símbolo del poder militar. Por eso lo portaban los gobernadores y también los virreyes. La Revolución de Mayo puso fin a la práctica, pero se retomó cuatro años más adelante, cuando volvió a usarlo el primer Director Supremo, Gervasio Antonio de Posadas. Lo imitaron los siguientes directores supremos y los presidentes.
Incluso hubo algunos que se pasaron entre mandatarios. En 1910, Roque Sáenz Peña usó el mismo que había tenido su padre, Luis Sáenz Peña, entre 1892 y 1895; quien, a su vez, lo heredó de su padre, Roque Julián Sáenz Peña, ministro de Rosas.
Como obsequio por la asunción del mando, Urquiza le envió a Sarmiento el bastón que el sanjuanino usó en su presidencia. A su vez, Mitre le obsequió su bastón de gobernador de Buenos Aires a Urquiza, durante su visita al Palacio San José, de Entre Ríos. Otro caso curioso se dio entre los presidentes Julio Argentino Roca y Federico Errázuriz. El argentino y el chileno intercambiaron sus bastones cuando se firmó el tratado de paz entre las dos naciones, en 1899. Por último, Carlos Pellegrini celebró sus bodas de plata con Carolina Lagos mientras era presidente. Su hermano Ernesto le regaló una miniatura de marfil, donde se ve una imagen de la infancia de Carlos, pero con el bastón y la banda. Sí, lo que llamamos photoshop ya existía.
A partir de 1932 se establecieron normas para la confección del bastón presidencial. La madera debía ser preferente de caña de Malaka y tenía que barnizarse. La empuñadura, de 8 centímetros de largo, debía ser de oro macizo (18 quilates) y contener el escudo nacional esmaltado. El regatón (que recubre el extremo inferior del bastón), también tenía que ser de oro. En cuanto a la longitud, depende de la altura del mandatario.
No siempre se han cumplido estas normas. Es, por ejemplo, el caso del presidente Arturo Illia, quien prefirió usar el mismo que portaron los Sáenz Peña.
martes, 16 de julio de 2013
Para comerte mejor. Caperucita Roja y el lobo, sexo y censura.
Caperucita, más doncella que niña, se deja seducir por el lobo, cede ante el peligro, se deja llevar por el principio del placer y se desviste y se mete en la cama.
Las versiones que conocemos hoy de los cuentos infantiles más famosos son, justamente, adaptaciones de historias llenas de violencia, detalles macabros y alusiones sexuales explícitas. Estos relatos provienen de la tradición oral de Edad Media europea y el público era adulto. Autores como Charles Perrault y Madame D'Aulnoy escribieron sus versiones para entretener a los cortesanos y a las damas; eran pícaros y eróticos porque tenían una doble intención.
Sólo en los siglos XIX y XX, cuando la figura del niño se acepta como un individuo singular, comenzaron a asociarse a la literatura infantil gracias a las adaptaciones “forzadas” de los hermanos Grimm, quienes se cansaron de aclarar que no escribían para niños pero derrotados terminaron corrigiendo los textos eliminando la violencia y detalles truculentos y suplantando los finales trágicos por finales felices.
Todos conocemos el cuento de Caperucita Roja, la niña de capa roja que, por desobedecer a su madre y hablar con un extraño en medio del bosque, es engañada y termina en la cama con el lobo. En la fábula, el diálogo entre el lobo y la niña, a través de una serie de preguntas y respuestas, contiene una enorme dosis de crueldad y erotismo que va creciendo hasta la conocida frase “¡Para comerte mejor!”.
El cuento es anónimo, sus orígenes pueden rastrearse en la más antigua tradición medieval y se transmitió de manera oral durante siglos. Mostraba la contraposición entre el pueblo y el camino seguros y el bosque lleno de peligros y tenía una clara intención moralizante (las niñas y las doncellas no deben desviarse del camino ni hablar con desconocidos).
Su simbolismo apuntaba al inconsciente: la capa roja señalaba no sólo la sangre de la víctima sino la de la mujer virgen; el lobo -con sus ojos, orejas, “manos tan grandes” y demás- al hombre que la “comería”, la tomaría, la violaría; representa las tendencias primitivas del hombre, satisfacer el placer, que en este caso sería “comer”, tener sexo; la cofia, el camisón y la cama de la abuelita implicaban vestimentas y escenarios íntimos de las mujeres arrebatados por el lobo.
Caperucita, más doncella que niña, se deja seducir por el lobo, cede ante el peligro, se deja llevar por el principio del placer y se desviste y se mete en la cama. No huye, no se rehúsa, no duda. Al ingrediente sexual, se le agrega el del sadismo y la perversión: sexo con un animal, explica Bruno Bettelheim en Psicoanálisis de los cuentos de hadas (Crítica, 2006).
Como ocurre con otros cuentos tradicionales infantiles, las versiones cambian y hubo autores que se encargaron de suavizar la crueldad y la violencia sexual y hacerlos más inocentes. Por ejemplo, en su Belle au bois dormant (La bella durmiente del bosque) Charles Perrault (1628-1703) eligió un final feliz para la princesa. Pero en la versión más antigua, de Giambattista Basile (1575-1632), Il Pentamerone (El pentamerón), el príncipe encuentra a la bella dormida, la viola y desaparece. Meses después, ella da a luz a dos gemelos que serán quienes la despierten. Del príncipe no se vuelve a saber nada.
Perrault fue el primero en poner por escrito el cuento de Caperucita, que incluyó, junto a la Bella durmiente y El gato con botas, entre otros, en su libro de 1697 Histoires ou contes du temps passé. Les Contes de ma Mère l'Oye (Historias y cuentos de tiempos pasados. Los cuentos de Mamá Oca). El autor cambió el relato por completo pues acentuó el mensaje moral (las doncellas no deben hablar con extraños) pleno de dobles intenciones y suprimió la escena en el que el lobo invita a la niña a comer la carne y a beber la sangre de la abuelita descuartizada antes de meterla en la cama.
La versión más difundida y la que hoy conocemos es la de los hermanos Grimm, quienes reelaboraron el cuento en una interpretación más inocente y con un final feliz casi por obligación. Junto a otros relatos provenientes de la tradición oral, la publicaron en Cuentos para la infancia y el hogar (1812). Esta colección fue ampliada y “corregida” según la escandalizada demanda de los lectores adultos en 1857 y se conoce como Cuentos de hadas de los hermanos Grimm.
Además del relato de Perrault tomaron como fuente el de Ludwig Tieck, Vida y muerte de la pequeña Caperucita Roja. Una tragedia (1800), donde aparece por primera vez la figura del leñador (que simboliza la figura del padre) personaje heroico que mata al lobo y rescata a Caperucita y a la abuela ¡vivas! del mismísimo vientre del maligno devorador de mujeres.
En esta interpretación, los Grimm minimizaron los ingredientes eróticos, omitieron las alusiones sexuales y se autocensuraron respondiendo a las críticas de sus contemporáneos.
Patricia Rodón
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