Bienvenidos al sitio con mayor cantidad de Fotos antiguas de la provincia de Mendoza, Argentina. (mendozantigua@gmail.com) Para las nuevas generaciones, no se olviden que para que Uds. vivan como viven y tengan lo que tienen, primero fue necesario que pase y exista lo que existió... que importante sería que lo comprendan
etiquetas
- Efemérides (6153)
- Otras Provincias (3892)
- Década de 1920 (2369)
- Curiosidades Históricas (2091)
- Década de 1930 (2073)
- otros paises (2050)
- Década de 1910 (1684)
- Década de 1970 (1486)
- Sociales (1469)
- Década de 1940 (1350)
- Década de 1900 (1327)
- Publicidades (1243)
- Videos (1114)
- Deportes en el Recuerdo (1079)
- Década de 1950 (1053)
- Década de 1960 (793)
- Letra chica (670)
- Década de 1980 (635)
- antes de 1900 (609)
- Moda (549)
- Vendimia (490)
- solo mujer (269)
- hechos hist. de Mza (224)
- graduados (200)
- Década de 1990 (196)
- Pioneros de la Vitivinicultura en Mendoza (178)
- policiales (164)
- Mendoza desde Arriba (108)
- Conociendo Mendoza (106)
- Toponimias (87)
- década del 2000 (49)
- frases (45)
- coloreadas (38)
- el mundo desde arriba (31)
- bienes patrimoniales (24)
- portadas (16)
- Constitución de Mendoza (11)
- Joyas sobre Ruedas (5)
- boletin oficial (5)
- edificios religiosos (3)
- gastronomia (2)
martes, 27 de junio de 2017
Laureano Nazar: el Gobernador que sobrevivió a un terremoto Durante su gestión, tuvo que enfrentar una de las mayores catástrofes naturales del territorio. En 1861, con una ciudad devastada, Nazar intentó mantener el orden.
Como reaccionaron los funcionarios mendocinos al producirse el terremoto del 20 de marzo de 1861? Por aquel tiempo, nuestra provincia estaba gobernada por el coronel Laureano Nazar, elegido en 1859.
Algunos historiadores afirman en sus publicaciones que la acción de Nazar, posterior al terremoto, fue nula. Que no fue efectivo a la hora de tomar decisiones en la organización de un plan para socorrer a las víctimas y sofocar a los saqueadores. Y que, gracias a las intervenciones personales de los coroneles Olascoaga y Videla, se pudo controlar la situación.
Sin embargo, la historia refleja otra versión: el primer mandatario sí tomó decisiones con acierto en pos de los damnificados.
Credenciales
Laureano Nazar nació el 4 de julio de 1816. Sufrió tempranamente la muerte de su padre pero eso no le impidió completar sus estudios. Desde muy joven se incorporó al ejército con el grado de alférez.
En 1833 integró junto a su tío, el general José Aldao, la primera expedición al desierto, partiendo del fuerte de San Carlos hacia el Sur, donde combatió en varias oportunidades los malones de mapuches y araucanos.
Fue designado como coronel el 30 de setiembre de 1858. Se casó el 19 de enero de 1849 con doña María del Carmen Eudosia de la Reta.
Nazar falleció en Mendoza el 8 de noviembre de 1882.
Derrocado por Pavón
La Legislatura designó como gobernador propietario al coronel Laureano Nazar el 23 de agosto de 1859. Desde el 18 de octubre, fecha en que asumió, trabajó con ministros como el doctor Nicasio Marín, León Correas,
David Ortiz, Modesto Luna y Lucas González.
En este período se realizó la recopilación del Código de las leyes, decretos y acuerdos, dictadas en la provincia sobre administración de justicia.
El 17 de setiembre de 1861 se produjo en el país la batalla de Pavón: lucha entre las fuerzas porteñas del general Bartolomé Mitre y las federales del general Urquiza, gobernador de Entre Ríos. Luego de una insólita retirada por parte del entrerriano, Mitre ganó la contienda en aquel paraje santafecino.
Dos meses después de esta batalla, una revolución producida en nuestra provincia lo llevó a renunciar a su cargo, que fue ocupado por el coronel Juan de Dios Videla.
Bailar con la más fea
A las 20.36 del 20 de marzo de 1861 se produjo un profundo movimiento sísmico en la ciudad de Mendoza, mientras la mayoría de los mendocinos se encontraba cenando o preparándose para dormir.
En unos pocos minutos, la ciudad quedó en ruinas. Fue un sonido comparado al de un trueno ensordecedor o al de muchos carros que corrían a toda velocidad. El suelo se movió como cuando se viaja en una embarcación con el mar embravecido. Los edificios se desplomaron y cayeron. La confusión fue tal que nadie entendía qué estaba ocurriendo.
El polvo que se elevó ocultó el cielo y la luna en aquella funesta noche. Y luego se percibió un silencio sepulcral. Toda la ciudad había quedado destruida.
De a poco comenzaron a escucharse desesperados pedidos de auxilio. Desde los escombros trepaban hombres y mujeres semidesnudos, que habían dejado sus vestidos entre las ruinas, con sus hijos en los brazos.
Otros, con esfuerzo, arrastraban a los heridos a lugares más seguros.
El desconcierto reinó por todas partes, inclusive en las dependencias del gobierno. La situación había superado la capacidad humana. Unos pocos se animaron a salir para socorrer a las víctimas.
Al día siguiente, el panorama era desolador: las casas caídas y las aceras obstruidas por los escombros.
Aparte de todas estas desgracias, los ciudadanos sobrevivientes se enfrentaron a los saqueadores, quienes se apropiaron de objetos valiosos, anillos, joyas y dinero de los cadáveres, en medio de la confusión reinante.
Las personas ilesas trataron de rescatar a los heridos y a los aplastados bajo los escombros. De las 8.700 personas que habitaban la ciudad solamente sobrevivieron 3.000.
Valiente y decidido
Ante esta grave situación, el gobernador Laureano Nazar partió con su familia a su estancia en el departamento de San Martín y regresó a la ciudad para tomar medidas en contra de los saqueos y en pos del rescate de sobrevivientes. Muchos lo culparon por su inactividad y retraso, pero Nazar hizo lo que humanamente estaba a su alcance. Mientras tanto, Olascoaga y Juan de la Cruz Videla se presentaron para colaborar con los pocos funcionarios que intentaban organizar una estrategia de contingencia luego de la catástrofe.
Desde la tarde del 21 de marzo, Nazar ordenó por medio de bandos rigurosas operaciones contra los bandoleros. Los saqueos no se hicieron con completa impunidad e indolencia por parte del gobierno como declararon algunos enemigos políticos. Aquellos ladrones fueron castigados, pasándolos por las armas o heridos con sablazos.
El servicio policial no se interrumpió ni un instante y funcionó gracias a las órdenes del primer mandatario.
Además, al pasar los días, el gobernador organizó la asistencia que llegó desde San Juan y otras zonas.
lunes, 26 de junio de 2017
domingo, 25 de junio de 2017
sábado, 24 de junio de 2017
Pedro Icazzati, la única persona fusilada en la história policial de la provincia de Mendoza. (8 de Enero de 1931)
En 1931, la ley condenó al Negro Icazzatti al paredón de fusilamiento. Fue anarquista y uno de los delincuentes más buscados. Antes de morir aseguró que no se arrepentía de nada. (Por Ulises Borderil)
No muchos lo saben pero en Mendoza hubo un fusilado durante el siglo XX. Se llamó Pedro Icazzatti, era delincuente y también anarquista; la Justicia lo llevó al paredón en la mañana del 8 de enero de 1931 donde en el patio de la penitenciaria se enfrentó a un pelotón de fusilamiento. Tenía entonces 23 años y aseguró que no estaba arrepentido de nada.
Pedro Icazzatti, alias el Negro, Santiaguito o Pedro Flores habían nacido en San Juan a comienzos del siglo XX, en el 1908 y ya de pibe nomás, se había hecho ladrón. La policía de San Juan lo tenía como un delincuente precoz y con solo 14 años contaba con un prontuario inusual para su edad, por lo que enseguida abandonó la provincia y entre otros destinos estuvo en Córdoba, San Luis y Rosario, conocida como “la pequeña Chicago”, donde los delincuentes solían graduarse de grandes hampones. Eso hizo Icazzatti y después volvió a Cuyo.
Para 1930, el Negro Icazzatti andaba por Mendoza y acá armó una banda de delincuentes con la que cometió varios asaltos de los que escapó con buena fortuna. Pero el asunto empezó a complicarse en el otoño de aquel año, cuando asaltaron un comercio de Godoy Cruz y las cosas salieron mal, al punto que la banda terminó asesinando a los hombres que atendían aquella despensa: Martín Nora y Francisco. El hecho despertó mucha indignación, en una sociedad que no estaba acostumbrada a los delitos de sangre y la policía, cansada ya de que Icazzatti y los suyos le mojaran la oreja, dispuso un operativo especial para cazarlos.
Eran años tumultuosos para la política argentina y el golpe de Estado en la nación desencadenó, entre otras medidas extremas, la aplicación de la ley Marcial para aquellos casos en los que el gobierno militar así lo entendiera. Mientras tanto, el Negro Icazzatti seguía cometiendo delitos, siempre en la zona del Gran Mendoza y logrando escapar, a veces por minutos de la policía.
Pero la suerte no dura para siempre y menos en el mundo del hampa, donde ciertas deudas se pagan a veces con la traición y eso es lo que le ocurrió a Pedro Icazzatti. Cuentan que un ex compañero de fechorías fue el que avisó a la policía que Icazatti paraba en un conventillo del callejón Ortiz, cerca de la plaza Barraquero y en una mañana de octubre de ese 1930, la policía rodeó la manzana, avanzó por los pasillos de la casona y los techos de las propiedades vecinas y logró dar con Icazzatti; también estaban en aquella pieza su pareja, Berta Escudero y toda la banda: Roberto Argañaraz, Sixto García Rojas, Víctor y Roberto Rodríguez. Hubo un intento de fuga, Icazzatti saltó a través de una pared seguido por Argañaraz y Rodríguez pero no hubo caso y todos fueron detenidos. La noticia llegó a los diarios nacionales y hubo condecoraciones y ascensos dentro de la policía.
Por los crímenes cometidos y porque se comprobó durante el juicio que Icazzatti había sido el autor de los disparos, la causa pasó a un Concejo de Guerra que decretó para el peligroso delincuente la Ley Marcial. Pedro Icazzatti sería fusilado por una decena de asaltos, dos crímenes y media docena más de víctimas heridas.
El joven tenía solo 23 años y recibió la sentencia en un calabozo de Infantería. Ahí mismo le dijo a un periodista de Los Andes que lo entrevistó que no se arrepentía de nada y que jamás se había puesto a pensar en la vida que tuvo: “Simplemente me he dejado llevar”, dijo, sin mostrar preocupación por la pena recibida ni remordimiento por las víctimas de sus atracos.
El condenado fue trasladado a la penitenciaria provincial y en la mañana del 8 de enero de 1931, escoltado por dos guardias y por un sacerdote que, en vano, intentó liberarlo de sus pecados, caminó por el patio hacia el paredón de fusilamiento. Muchos de los presos siguieron aquel momento a través de las pequeñas ventanas de sus celdas que daban al enorme patio.
Dice la crónica de aquella jornada que Icazzatti se mostró tranquilo. Lo sentaron en una silla de totora, le vendaron los ojos y uno de los guardias le leyó la sentencia. Seis oficiales de infantería se pararon frente a él y a la orden de la autoridad, hubo una descarga de fusiles que apuntaron al pecho del condenado. El oficial a cargo del pelotón remató a Icazzatti con un disparo en la cien. Sus restos, aun hoy, se encuentran en el cementerio de capital.
viernes, 23 de junio de 2017
Suscribirse a:
Entradas (Atom)